Los incendios forestales emiten el doble de emisiones de CO2 que toda la industria fósil de la UE

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Foto Tragsa.

Nos siguen llegando los últimos coletazos de la cumbre de cambio climático de Katowize (Polonia), que concluyó a mediados de diciembre. En este caso se trata de un informe de Greenpeace en el que analiza las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a los incendios forestales: suponen el doble del CO2 que genera la producción de la industria de los combustibles fósiles de la Unión Europea. Sin embargo, estos datos están matizados por la información insuficiente procedente de algunos países y por la complejidad de cuantificar las emisiones, ya advertidas también por estudios españoles. 

El informe Lost in smoke: wildland fire climate impact. Case studies of Brazil, Indonesia and Rusia, elaborado por Greenpeace International, parte de la premisa del limitado y condicionado conocimiento que existe sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) derivadas de los incendios forestales. Esto redunda en que no se tenga en cuenta la “contribución significativa al cambio climático” que suponen los incendios forestales.

“No deben seguir ignorándose los impactos climáticos de los incendios si se desea conseguir el objetivo de limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados, como se acordó en París”, afirman en Greenpeace. Ponen el ejemplo de Brasil, Indonesia y Rusia, países que sufren periódicamente importantes incendios pero que no reportan una información fiable al respecto, lo que impide sacar conclusiones precisas sobre las emisiones.

En el extremo positivo, el informe cita a países como Estados Unidos, Portugal y España. Afirman que los cálculos que ofrecen los tres “se basan en datos locales y nacionales detallados, por lo que es probable que las cifras referidas sean más precisas que las de la Global Fire Emissions Database (GFED), fundamentadas en datos de sensores remotos peor resueltos”.

Una cuarta parte de las emisiones de los combustibles fósiles

Con los datos, más o menos fiables aportados por los países, los del GEFD y los de un estudio científico realizado por investigadores de universidades de Estados Unidos y Países Bajos (Global fire emissions estimates during 1997–2016), concluyen que “las emisiones brutas de carbono de los incendios equivalen al 25 % de las emisiones globales anuales de los combustibles fósiles”.

Las estimaciones parten de unos cálculos que elevan las emisiones anuales de los incendios a 7.700 millones de toneladas de carbono, aunque las totales de los combustibles fósiles que aporta el Carbon Budget Project para 2017 ya superan los 37.000 millones de toneladas. Desde Greenpeace España calculan que las emisiones procedentes del fuego “suponen más del doble de las que generó la producción de las industrias de combustibles fósiles combinadas de la Unión Europea en 2016”.

En nuestro país se han realizado algunas aproximaciones a estos cálculos, sobre todo asociadas a años catastróficos en incendios forestales. Uno de ellos fue 2006, con 155.362 hectáreas calcinadas. Según el estudio Cálculo de las emisiones de CO2 por los incendios de 2006 en la provincia de Pontevedra (Galicia), desarrollado por investigadores de la Universidad de Vigo, solo la superficie afectada en la provincia de Pontevedra (40.943 hectáreas) emitió 1,7 millones de toneladas de CO2. Para hacernos una idea de la magnitud, es lo que emite durante dos meses la mayor central térmica de carbón de España (la de As Pontes de Endesa en A Coruña) y lo que sale del tubo de escape de 400.000 coches nuevos en un año.

Con estos cálculos se quedaron cortas incluso las estimaciones que un año después, en 2007, hizo Ecologistas en Acción, ya que afirmaba que “entre 1970 y 2001 se emitieron a la atmósfera debido a los incendios más de cien millones de toneladas de gases de efecto invernadero”, es decir, tres millones anuales. Hay que tener en cuenta que solo la media de los años noventa del pasado siglo aportó una cifra de 159.000 hectáreas quemadas.

Sin embargo, Jorge Rodríguez, ingeniero técnico forestal, licenciado en Ciencias Ambientales y especialista en incendios forestales, advierte que “comparar las emisiones generadas por los incendios forestales con las de la quema de combustibles fósiles es erróneo”. Explica que “las superficies forestales quemadas se regeneran en una escala de tiempo apreciable por los humanos y el carbono emitido vuelve a estar fijado en décadas, a lo sumo en poco más de un siglo, por lo tanto, el balance en el sistema se puede considerar neutro”.

Liberación directa CO2, “carbón negro” y menos absorción

Pero el informe actual de Greenpeace International incide en que los incendios contribuyen al cambio climático de tres maneras. La primera es con la liberación directa de dióxido de carbono a partir de la quema la biomasa. La segunda se asocia al «carbón negro» u hollín que se deposita en el hielo del Ártico, porque evita que se refleje el calor del sol con la misma eficacia y acelera la fusión. Por último, señalan que cuando los incendios destruyen los bosques se reduce su potencial de absorción de CO2 durante un largo período de tiempo.

A partir de las deficiencias captadas en los casos de estudio de Brasil, Indonesia y Rusia, pero también tras la revisión de los datos que emanan del GEFD y de la literatura, consultas con expertos y experiencia práctica, Greenpeace elabora una serie de recomendaciones para mejorar el conocimiento del impacto de los incendios sobre el cambio climático.

Lógicamente, abogan por “seguimientos y reportes de incendios más precisos, para tomar decisiones informadas”, y añaden que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU debe abordar con urgencia “la mejora de la guía sobre cómo calcular el área quemada, y acabar con lagunas que permiten a los gobiernos excluir las emisiones de los incendios de determinadas tierras e incluya las procedentes del carbono negro en los informes nacionales”.

Otra recomendación parte de que, si ese seguimiento y reporte son más precisos, permitirán proteger paisajes ricos en carbono, como las turberas y los bosques que están amenazados por incendios. “Se debe dar prioridad a las medidas de prevención de incendios que no solo limitan su efecto destructivo, sino que aumentan la capacidad como sumideros de carbono de los ecosistemas para actuar así como soluciones climáticas naturales”, apostillan.

También señalan que “el uso del fuego por parte de la agroindustria industrial se debería prohibir”. Por último, citan que “deben financiarse investigaciones que permitan un cálculo más preciso de las emisiones de los incendios, incluso para cuantificar los impactos precisos del carbono negro emitido y para calcular la pérdida del potencial de carbono como resultado de los incendios”.

Rodríguez reconoce la falta de conocimiento que existe sobre la materia, pero considera que “nunca se deberían considerar igual las emisiones por incendios forestales y las emisiones por quemas, ya que en el fuego prescrito se pueden elegir las condiciones de quema para obtener los resultados deseados y generalmente no producen el mismo consumo de biomasa que un incendio sin control, y en consecuencia no generan las mismas emisiones por unidad de superficie”.

“Sin embargo, los actuales modelos para cuantificar emisiones no discriminan esta diferencia”, apostilla este ingeniero forestal, para concluir que “los efectos globales de incendios y quemas son muy distintos y el balance va más allá del CO2; las emisiones existen, pero las consecuencias son muy diferentes”.

Javier Rico
@JavierRicoNi