José Luis Fraile:
Exjefe de la Sección de Medios Aéreos contra Incendios Forestales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
“Los forestales nos hemos dejado comer el terreno”

José Luis Fraile junto con Miguel Ángel Porrero
A José Luis le tocó vivir en primera persona una de las etapas más complicadas en la lucha contra los incendios forestales en los años noventa en el Ministerio. Forestal convencido, siempre entendió la lucha contra los incendios como una responsabilidad de los profesionales que se encargaban de gestionar el monte, los forestales. Ahora, ya retirado, al mirar hacia atrás recuerda como anécdotas circunstancias que marcaban el servicio.
¿Cómo llegó usted a trabajar en los incendios forestales?
Yo estaba en el Servicio de Pesca, que luego se transfirió a las autonomías. En 1983, llegó un compañero y me dijo que si me quería pasar al Servicio de Incendios Forestales, y acepté. Estuve como ingeniero técnico forestal llevando los gastos de los medios aéreos contra incendios forestales hasta que me nombraron Jefe de Sección en el año noventa y tantos. Entonces mi jefe era Filiberto Rico, que me había dado clases en la Escuela de Forestales. Se trabajaba más en el Servicio de Incendios que en Pesca.
Me carcajeo de la gente que dice que los funcionarios no trabajan. Nosotros sí trabajábamos.
¿Cuál eran las tareas concretas en las que desarrollaba su trabajo?
Yo redactaba las condiciones técnicas de los aviones y helicópteros que tenían que trabajar para el Ministerio. Necesitábamos un avión que soltase una cantidad de agua determinada. Si no nos fiábamos, íbamos al campo a comprobarlo. Recuerdo una empresa que decía que en el depósito cabían 1.200 l. Fuimos a verlo y no tuvieron otra forma de demostrarlo que llenarlo con una garrafa. Tuvieron que hacer unos cuantos viajes para al final comprobar que efectivamente no entraban los 1.200 l.
Contraté los aviones para vigilancia que hasta entonces no existían. Estaba, además, en la mesa de contratación. Yo prefería que me dieran más ventajas técnicas aunque fuera más caro. Les decía: “¿cuando salga un problema en la base, vas a ir tú a solucionarlo?”. “Pues entonces, déjame, porque si lo ofrecen más barato por algo será”. Esta ha sido mi lucha con la Intervención.
Contraté los aviones para vigilancia que hasta entonces no existían. Estaba, además, en la mesa de contratación. Yo prefería que me dieran más ventajas técnicas aunque fuera más caro
En el pliego de condiciones fijábamos unas sanciones por día inoperativo y las aplicábamos.
Nosotros contratábamos unos aviones con 20.000 litros de carga (los denominados “Hércules”), que llevaban delante uno de los aviones que trabajaban en observación para guiarlos. En cierta ocasión se lo adjudicamos a una empresa que nos los ofrecía con matrícula española. Cuando llegó el momento de presentarse en la base el día 1 de julio el primer avión no apareció. Llegó a mediados de julio y con matrícula americana, porque estaba tramitando la matrícula española. Ya no podíamos decirle que no. El segundo avión llegó en agosto. Esta empresa desapareció, porque no pudo asumir la penalización económica que le pusimos según el contrato.
Los dos últimos años me quitaron de la mesa de contratación. Ponía muchas pegas.
¿Qué sentimiento le queda después de todos estos años de trabajo?
En un curso en Córdoba un bombero dijo que los incendios los tenían que apagar ellos. Yo le dije: “cuando os toque un incendio gordo, que Dios os coja confesados”. Hay que estar preparados para esto y los que hemos estado más preparados somos los forestales. Yo me he enfadado mucho porque nos hemos dejado comer terreno y cada vez nos están dejando menos protagonismo.
Antes, en invierno, sólo estaban los aviones del 43 grupo y la Guardia Civil que prestaba sus helicópteros para ciertas cosas. Ahora están la Guardia Civil y los de la UME colaborando en tierra y en aire. En verano hemos llegado a contratar cuarenta o cincuenta aviones y helicópteros.
Hay que estar preparados para esto (los incendios) y los que hemos estado más preparados somos los forestales.Yo me he enfadado mucho porque nos hemos dejado comer terreno y cada vez nos están dejando menos protagonismo
¿Qué cambiaría de estos años?
Se han contratado más medios pero en verano sigue habiendo grandes incendios.
Antes se cogía leña, piñas, etc. y el monte estaba limpio. Ahora nadie hace limpieza por eso en verano ocurre lo que ocurre.
Los incendios se apagan en invierno pero, como no hay dinero para esto, no se hace.
Es la asignatura pendiente.
Los incendios se apagan en invierno pero, como no hay dinero para esto, no se hace. Es la asignatura pendiente
¿A qué personas le gustaría recordar?
He tenido muy buenos compañeros y no quisiera dejar a nadie en el olvido, sobre todo a las víctimas de los incendios forestales.
En el de Guadalajara de 2005 me tocó estar de guardia. Era mi último año y el último servicio que hice.
Todas las cosas las apuntaba en el libro de guardia. Había ofrecido más medios a la Comunidad, pero me dijeron que no les hacían falta. Tras el accidente llegó el director que había entonces y me dijo que le diera el cronograma. Al día siguiente salió en prensa. Yo no se lo había dado para eso, pero a lo mejor porque salió en El País yo estuve exento de responsabilidades.
He tenido muy buenos compañeros y no quisiera dejar a nadie en el olvido, sobre todo a las víctimas de los incendios forestales. En el de Guadalajara de 2005 me tocó estar de guardia. Era mi último año y el último servicio que hice
¿Qué consejos podría darle a las nuevas generaciones de profesionales en defensa contra incendios forestales?
A mucha gente que trabaja ahora en incendios forestales le falta ilusión.
Los agrónomos están haciendo plantaciones, han creado la Ingeniería Medioambiental, están los bomberos y ahora los militares. Los políticos no han tenido peso para defender y poner en valor nuestra profesión, a pesar de que ha habido políticos forestales.
A pesar de llevar la contratación de los medios aéreos no sé si se llevaba usted muy bien con ellos
Cuando entré en incendios hice un curso en Valsaín. Allí nos dijeron: “vamos a montar en helicóptero para hacer un vuelo de reconocimiento”. De repente, me di cuenta de que yo estaba delante y todos los demás se habían puesto detrás de mí para que yo fuera el primero. Subí con respeto, porque era la primera vez. Era un helicóptero del ejército, un Bell 212. Luego he montado en helicóptero para ver un incendio en Valencia, con un viento espantoso. Me tuve que ir al suelo porque me mareaba.
Miguel Ángel Porrero e Isabel Poza