“El dispositivo de extinción debe mantenerse pero la prevención requiere un fuerte impulso”

Ricardo Vélez entrega el premio Batefuegos de Oro 2018 a José Luis Duce
Nombrar a Ricardo Vélez es hablar de la historia viva de la organización en la lucha contra los incendios forestales en España. Cuando los incendios empezaban a ser un problema en nuestro país aterrizó este ingeniero de montes en el ministerio para hacer la primera base de datos sobre ellos. Ahí comenzó la modernización de la lucha contra incendios y continuaría con la introducción de los medios aéreos, los planes de prevención y educación ambiental, la formación y profesionalización de los equipos de extinción, la investigación de causas, la creación de las BRIF y EPRIF y el traspaso de competencias a las Comunidades Autónomas.
Echamos la vista atrás para comprobar cómo se pusieron en marcha algunos de estos hitos y recordar a algunas de las personas que fueron importantes en este proceso. Como él mismo dice, “la lucha contra los incendios es un trabajo en equipo”.
¿Cómo llegó usted a la lucha contra los incendios forestales?
En 1967 yo era un ingeniero recién ingresado en el Cuerpo de Ingenieros de Montes. En ese año se estaba preparando una ley de incendios forestales, que habría de desarrollar lo que la Ley de Montes de 1957 decía sobre este problema y, además, serviría para crear un seguro forestal ante el riesgo de incendio. El secretario general de la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial, Manuel Prats, me conocía por haber sido mi profesor de Derecho y Economía forestal en la carrera y me llamó para proponerme entrar en el Servicio de Defensa de los Montes contra los Incendios. Mi trabajo consistiría en desarrollar una base de datos de los incendios, que no existía y era necesaria para crear el seguro que habría de establecer la futura ley.
Yo no sabía nada de incendios, porque en aquella época no se estudiaba este tema, que no había adquirido la gravedad que hemos vivido más adelante. Sin embargo, acepté la propuesta al ser un tema nuevo sobre el que yo podría aprender y quizá desarrollar ideas nuevas.
Me incorporé al puesto en los primeros días de 1968 y allí encontré un equipo de veteranos, que tenían que trabajar con muy pocos medios y que ya habían sufrido lo suyo en algunos incendios grandes en los dos años anteriores.
También encontré un armario lleno de documentación enviada por el US Forest Service, en la que pude empezar a aprender los conceptos fundamentales de la defensa contra incendios forestales.
En aquellos primeros días me llamó Francisco Ortuño, el director general de Montes, para darme directrices para mi trabajo. Recuerdo la principal: “Mira, todo lo que hagamos en Servicios centrales tiene que estar orientado para el trabajo de los Servicios provinciales”. Y no la he olvidado.
Francisco Ortuño, el director general de Montes, me dijo: “Mira, todo lo que hagamos en Servicios centrales tiene que estar orientado para el trabajo de los Servicios provinciales”. Y no la he olvidado
En el Servicio que usted dirigía en el Ministerio, con el paso de los años se fueron produciendo los cambios e innovaciones que modernizaron la lucha contra los incendios en España. ¿Cuál ha sido el aspecto de su trabajo que más le ha fascinado?
El trabajo de montar la base de datos de incendios me llevó a conocer las causas de los incendios en las distintas regiones de España y la diversidad de sus efectos en ambientes también variables. Por supuesto, la urgencia de frenar esos efectos nos impulsaba a potenciar las capacidades de extinción. Pero pronto comprendí la necesidad de desarrollar tácticas y técnicas de prevención, equilibrando en lo posible la distribución de recursos entre prevención y extinción.
Fue muy emocionante desarrollar los medios aéreos de extinción y formar al personal que debía utilizarlos. Pero lo que más me ilusionó fue la búsqueda y aplicación de técnicas de prevención, por una parte persuasivas, como las campañas directas en el medio rural, y por otra, activas, como las quemas prescritas con ganaderos y agricultores con los equipos que llamamos EPRIF, así como impulsar la selvicultura preventiva, concepto basado en los trabajos que apoyamos en los centros de investigación del INIA en Lourizán (Pontevedra) y Puerta de Hierro (Madrid), junto con algunas universidades y centros de fuera de España.
También fue muy gratificante el desarrollo de los sistemas de formación, para transmitir y compartir las experiencias que todos íbamos adquiriendo.
Pronto comprendí la necesidad de desarrollar tácticas y técnicas de prevención, equilibrando en lo posible la distribución de recursos entre prevención y extinción
¿Qué sentimiento le queda después de todos estos años de trabajo?
En la defensa contra incendios, a principios de cada año tenemos la “moral” alta, con un máximo a principio de la campaña. Durante el verano es frecuente que la “moral” se vaya encogiendo por los golpes que da el fuego. Y hacia final de año la “moral” remonta otra vez, al ver que, a pesar de lo que salió mal, hubo mucho que salió bien. Después de tantos años, mi “moral” está bastante “sana” por lo que pudimos hacer entre muchos, descubriendo soluciones e impulsándolas entre todos.
¿Cuáles son los aspectos más destacados en los que hemos conseguido avances importantes?
Conocemos mejor las características de los incendios en España. Hemos montado un dispositivo de extinción con personal formado adecuadamente, que trabaja con medios terrestres y aéreos de forma eficiente y con buena coordinación entre servicios estatales y autonómicos. Sabemos lo que hay que hacer para fortalecer la prevención, aunque las dotaciones económicas son insuficientes, tanto para acciones dirigidas a la población como para selvicultura preventiva. Y disponemos de programas de investigación orientados a la mejora tecnológica tanto de la prevención como de la extinción.
Después de tantos años, mi “moral” está bastante “sana” por lo que pudimos hacer entre muchos, descubriendo soluciones e impulsándolas entre todos
¿Qué cambiaría de estos años?
Tal como he señalado antes, el desequilibrio entre prevención y extinción. El dispositivo de extinción debe mantenerse, con las mejoras que la tecnología permita introducir, pero la prevención requiere un fuerte impulso, sobre todo en un contexto de endurecimiento climático, que empieza a hacerse patente.
¿A qué personas le gustaría recordar?

Ricardo Vélez en la entrega de los últimos premios El Batefuego de Oro
En nuestro libro “La defensa contra incendios forestales” he señalado que “la lucha contra los incendios no es obra de solistas, sino un concierto con muchos intérpretes tocando juntos”. Por eso tendría que recordar a muchos. Sin menospreciar a nadie puedo citar a:
– Alfonso Bravo, chófer, y Mariano Liarte, emisorista, de mis primeros años
– Santiago Martín, agente forestal de Cercedilla, y Francisco Tejedor, agente forestal de Valencia. Este fue clave para la introducción de los métodos de investigación de causas
– Juan Carlos Mérida, ingeniero de montes, para el desarrollo de la base de datos de incendios
– José Antonio Vega y Francisco Rodríguez Silva, ingenieros de montes e investigadores científicos, por su contribución al desarrollo de conocimientos para la mejora de técnicas y procedimientos
– José Ramón González Pan, ingeniero forestal, por su trabajo en educación ambiental
– Pablo Reaño y Víctor García, por las campañas en el medio rural y entre los escolares
– Felipe Aguirre, ingeniero de montes, por el desarrollo de brigadas de extinción, y Francisco Rodero, ingeniero de montes, por el diseño y desarrollo de equipo terrestre de extinción
– Gonzalo Ramos, piloto del Ejército del Aire, por su labor en los primeros años de utilización de los aviones anfibios
– Isidro Pascual, Ingeniero forestal, por su eficiencia en la gestión y su conocimiento del monte
– Miguel Ángel Porrero, ingeniero forestal, por su impulso a las innovaciones en los medios aéreos, así como en la formación
– Los hermanos Pedro y Manolo Martínez Garrido, ingenieros de montes, como gestores completos del monte
– Francisco Ortuño, Rosendo García Salvador, Santiago Marraco, Inés González Doncel y Mª Jesús Rodríguez de Sancho, ingenieros de montes y directores generales, por el impulso y atención que dieron al desarrollo de la defensa contra incendios.
– Además, sin citar nombres porque son muchos, quiero recordar a los miembros de las BRIF y de los EPRIF, así como a los pilotos de aviones y helicópteros contra incendios por los miles de horas de vuelo sobre el fuego.
-Y también a Pedro Zugasti, por la promoción de los premios “El Batefuegos de Oro” para el reconocimiento de la labor de los que se dedican a luchar contra los incendios forestales.
¿Qué consejo podría dar a las nuevas generaciones de profesionales en defensa contra incendios forestales
Un consejo evidente para cualquier profesional: los problemas hay que estudiarlos, analizarlos hasta llegar a conclusiones operativas y siempre con los compañeros, trabajando en equipo, teniendo en cuenta las responsabilidades, que en este asunto pueden ser graves.
La lucha contra los incendios no es obra de solistas, sino un concierto con muchos intérpretes tocando juntos

Miguel Ángel Porrero, Ricardo Vélez e Isabel Poza
Suponemos que tantos años al frente de la lucha contra los incendios dan para contar cientos de anécdotas. Cuéntenos una que se le haya quedado grabada especialmente.
La he contado muchas veces: A principio de los años 80, empezamos a contratar alumnos de la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid para que ayudaran en el control de las bases de medios aéreos. Para ello se decidió darles un curso de formación. En el Servicio me encargaron que lo coordinara con la escuela. El primer año coloqué un anuncio convocando a “los alumnos varones de último año” para que, si les interesaba, se inscribieran en el curso. Pero el segundo año, al colocar el mismo anuncio, las alumnas nos denunciaron a la Presidencia del Gobierno por discriminarlas e ir contra la Constitución. Nos llegó en seguida una bronca y orden de rectificación. Lo habíamos hecho interpretando la Ley de Incendios Forestales, que decía que se podía movilizar a los varones en caso de incendio, pero lo cambiamos inmediatamente. Mucho tiempo después, el año 2000, tuvimos por primera vez una directora general, Inés González Doncel. Cuando vino a presentarse y saludarnos, se dirigió a mí diciendo: “Hola, Ricardo”. Yo no la conocía, ni había oído su nombre nunca. Así que puse cara de no conocerla. A lo que ella continuó: “Claro, no me conoces, porque tú no me dejaste hacer el curso de incendios cuando yo era alumna”. Me eché a reír y dije: “Entonces fuiste tú la que promovió la denuncia”. Y, a pesar de eso, nos llevamos muy bien y fue una excelente directora general.
Miguel Ángel Porrero e Isabel Poza