Bautismo de fuego

“… en el 43 Grupo existe la costumbre de bautizar, con los medios más variopintos, a todo aquel piloto que realiza su primer vuelo de extinción real. Y no contentos con ello, se le vuelve a bautizar cuando hace su primer vuelo de extinción como Comandante de Aeronave. Desconozco desde cuándo se realiza tan pintoresca y divertida tradición. Uno tiende a pensar, cuando llega destinado a la Unidad, que vendrá de tiempo inmemoriales, quizá desde la creación misma de la Unidad, pero nunca se sabe. El caso es que merece ser contada ya que la cosa tiene su miga. De la misma forma que en la primera vez, como segundo piloto, le suele coger a uno por sorpresa, la segunda vez, ya con cierta experiencia adquirida, sabes la que se te viene encima.

Lo cierto es que no hay una fórmula establecida, y los bautismos varían mucho de un bautizado a otro: bien por su carácter y simpatía, o bien si el bautismo le ocurre a uno en campaña, con pocos compañeros y medios disponibles en ese destacamento, o fuera de ella, y vuelves a Torrejón con todo el personal del Grupo esperándote y relamiéndose del momento.

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A Samu Piñón le cayó agua desde todos lados

El resultado final sólo variará en lo empapado de agua que acabará la víctima del bautismo, que puede ser mucho o casi ahogado. Y, obviamente, hay dos formas de afrontarlo. Tratar de escabullirte de mil maneras, desde la carrera más desesperada a las excusas más o menos convincentes del tipo, …”no, no, si ya me estrené la semana pasada y me bautizaron en el destacamento de Zaragoza”…, o bien, como suele ser lo habitual, llevarlo así como una consagración o condecoración de tu inicio como piloto apagafuegos. Se conocen muchos más casos de pilotos decepcionados por un bautismo “light”, que enfadados por tan húmeda costumbre… ni un solo caso.

Y como un ejemplo vale más que mil palabras, voy a contar dos de los más recordados. En el bautismo inicial del Teniente Piñón, asistimos a uno de los mejor planificados de la historia. Empezando por el Comandante de Aeronave con el que compartió el vuelo, al que por vía telefónica ya se le fueron dando instrucciones para despistar a la víctima y que no barruntase nada, y siguiendo por uno de los boca a boca más exitosos de la Unidad. ¡Subieron hasta compañeros que tenían el día libre!

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Y para terminar, el camión de bomberos, el remate final. debió quedar más limpio que una patena

Las circunstancias ayudaban, ya lo creo. Volvían en horario de trabajo normal fuera de campaña y prácticamente todo el mundo estaba en Torrejón. La “zona de muerte” de la emboscada se planeó que fuese en la entrada principal del edificio del Grupo, poco antes de afrontar el par de peldaños ante la puerta, para así no meterse bajo el techado de la primera planta y encarar “a descubierto” el último par de metros antes de entrar. Justo en el punto que cae debajo de las ventanas de la sección de operaciones, abiertas de par en par para la ocasión y con un pelotón de fusilamiento acuático agazapado detrás de éstas y armado con la más variopinta colección de recipientes llenos hasta el borde, desde cubos a barreños y papeleras. Por no hablar del resto del personal del Grupo que abarrotaba cualquier escondite cercano. Ocultos detrás de las esquinas, entre los coches, tras los arbustos, esperando el primer “disparo” para salir de dentro del edificio… un despliegue impresionante. Los recipientes de todo tipo se complementaban con mangueras y globos de agua.

La tensión de la espera se hizo indescriptible y todavía no sé cómo no se dio cuenta de toda la gente que tenía a punto de saltarle encima. Piñón llegó al punto adecuado; del primer piso le llegó la primera cascada sorpresa y en un rugido tremendo todo el mundo se le fue encima. Había tanta gente echándole agua que daba tiempo a recargar los cubos mientras a él no paraban de lloverle. En pleno jolgorio exacerbado (como niños pequeños, no lo vamos a negar) llegó el clímax con la llegada del camión de bomberos, también metido en la trama para la ocasión, con el tremendo chorro que soltaba medio ahoga a Piñón y, de paso, rebautiza a medio Grupo que estaba demasiado cerca. Fue espectacular, y yo siempre recordaré la sonrisa de felicidad de Piñón, absolutamente encharcado, mientras los compañeros le daban la enhorabuena por su primer incendio.”

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No cabe duda de que fue un bautismo de fuego pasado por agua

El segundo ejemplo de bautismo de fuego muy recordado os invito a leerlo en el mismo lugar de donde he sacado el extracto anterior: la narración de Víctor Ariza en el libro del Teniente General Gonzalo Ramos Jácome “Los aviones anfibios Canadair operados por el Ejército del Aire en la lucha contra incendios forestales”, libro publicado por el Centro de Publicaciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España. Os gustará.

¿Y por qué escribo sobre el Bautismo de Fuego?

¡Porque hoy es mi 10º cumple fuegos!

Corría el año 2009, un 23 de marzo. Era mi primer día de trabajo después del puente del día del padre, en el que había aprovechado para subir a ver a la familia a Galicia.

De vuelta, vi varios Canadair volando en Ponferrada… y ya me olía yo que debía haber alguna gorda montada, dado que en invierno sólo hay dos de guardia y habían tenido que activar más. El caso es que ni yo llamé a Operaciones, ni Operaciones me llamó a mí… así que me presenté el 25 sin otra ropa que mi mono de vuelo y lo que llevaba puesto.

En cuanto subí, me indicaron que estaba de alarma, debido a la activación de más aviones de los previstos. Llamé a mi chica, que entraba una hora más tarde a trabajar, a ver si podía traerme algo de ropa, por si las moscas… pero el despacho llegó casi inmediatamente. Por lo tanto, partí con lo puesto hacia Ourense, donde trabajaría los siguientes tres días, pernoctando en Santiago de Compostela. Tres días y un calzoncillo, sí. Gajes del oficio.

Mi segundo bautismo, como Comandante, fue en la Base Aérea de Albacete, el 1 de junio de 2012, tras un incendio en el embalse de Benagéber (Valencia). Era mi primera alarma como comandante en el Canadair. Así, de sopetón, para que no me durmiera en los laureles. Por lo menos esta vez sí llevaba ropa… ¡y menos mal, como comprobaréis en el vídeo! Pero solamente llevaba un mono de vuelo. Estos cabr… ¡qué digo! Estos grandísimos compañeros que nunca olvidaré, ¡siempre me pillaron en algo!

samu-piñón-bautismo-fuego-camion-bomberosCoincidió esta fecha con el susto más grande de mi vida aeronáutica. Me explico: después de la segunda descarga, sin turbulencia ni humo, los dos motores se quedaron al 30% de potencia, insuficiente para superar el cerro que teníamos enfrente. Esos cuatro o cinco segundos que tardó en entrar uno de los motores (el otro tardaría bastantes segundos más)… sólo os digo que es verdad la leyenda urbana que dice que ves toda tu vida pasar ante tus ojos. Recuerdo pensar: ¡mira!, aquí estoy yo, cumpliendo mi sueño, el sueño que todos decían imposible de alcanzar en O Folgueiro, mi aldea natal. Había sido feliz. Hasta aquí la película… ¡y entró un motor! Full Power y, poco a poco, morro arriba manteniendo la mínima velocidad por encima de la pérdida , sacrificando el aumento de velocidad por altura, para intentar superar la cota que teníamos en frente…

¡Venga, sólo falta un poco más!

Pasamos raspados. Literalmente, apreté el culo en el asiento, como empujando el avión hacia arriba. En el aire, parámetros estabilizados, paso atrás y potencia baja, con todo en orden, decido volver a Torrejón. Lo primero que hice al bajarme fue comprobar si tenía ramas de algún pino colgadas del avión. Como os lo cuento. Así de cerca estuvo la cosa… ¡hasta el punto que el mecánico de vuelo se dio de baja psicológica!
Yo pedí otro avión, esperé que viniera el mecánico de imaginaria y me volví al mismo incendio. No quería quedarme con ese sabor de boca mi primer incendio de Comandante.

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Afortunadamente la guadaña de la parca no estaba afilada aquel día

Definitivamente, ese día estaba la de la guadaña por allí: en la segunda carga de agua, antes de los sucesos narrados, capotó un Fire Boss. El piloto salió sin novedad. Gracias a Dios, ese día, pese a los dos “guadañazos”, no se llevó a ninguno. Espero que no nos lo tenga en cuenta.

Me gustaría, por último, contaros mi bautismo con el AT802F, pero llevo 1.500 palabras y debería ajustarme a 600/800. Además, en la vida civil no hay bautismos de fuego… hasta que coincida yo con algún compi que se estrene. Si me pega algunos golpes… ¡qué se le va a hacer! El día de mañana lo recordará con tanta alegría como yo recuerdo mis bautismos en el 43 Grupo.

Espero que hayáis disfrutado leyendo el artículo casi tanto como yo recordándolo.
Un abrazote,

@samupinon