Incendios para plantar palma: los beneficios económicos no compensan los daños a la salud que provocan
Los pavorosos incendios que sufrió Indonesia en torno a los años 1997 y 2015 son, posiblemente, los más estudiados desde el punto de vista de los impactos ambientales y sociales que causaron. Aún hoy, en 2019, la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences da a conocer trabajos donde se concluye que los incendios de 1997 provocaron una disminución de la talla de hijos e hijas de madres afectadas por la inhalación de humo o que “las pérdidas de capital humano a largo plazo superan los beneficios financieros a corto plazo asociados con el uso del fuego para despejar tierras para la industria de la palma aceitera”.

Pequeñas manchas resisten al empuje de otros productos. Foto José Luis Duce Aragüés
En 1997, coincidiendo con un año anormalmente seco, los incendios que se provocaron, y descontrolaron, en Indonesia para despejar la tierra principalmente para las plantaciones de palma aceitera afectaron a once millones de hectáreas, una superficie mayor que la de la comunidad autónoma más grande de España: Castilla y León. En 2015, prácticas y fenómenos asociados similares quemaron 2,6 millones de hectáreas, algo más que la superficie de la Comunidad Valenciana.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) concluyó poco después que “los casos de incendios de 1997-98 pueden colocarse en la perspectiva más amplia de los cambios en el aprovechamiento de la tierra ocurridos en el último decenio”. Pero, con todo, las afecciones a la salud, incluidas las muertes que provocaron, están entre las principales repercusiones negativas.
En 2016, once autores, principalmente de las universidades de Harvard y Columbia, en Estados Unidos, publicaron en la revista Environmental Research Letters un estudio que aseguraba que el humo y la densa bruma resultante de los incendios que tuvieron lugar en la provincia de Sumatra (Indonesia) en 2015 provocaron la muerte prematura de 100.300 personas (principalmente por la inhalación de partículas en suspensión de menos de 2,5 micras) en Indonesia, Malasia y Singapur, más del doble que las ocasionadas por otra oleada de incendios que tuvo lugar en 2006.
Los de 1997 también han generado una extensa literatura científica sobre las muertes (se estimaron también en torno a 100.000) y afecciones a la salud. Sin embargo, los estudios realizados años después de suceder la catástrofe (por ejemplo en la revista Respirology) sugerían que se necesitaba más tiempo para conocer los efectos reales de tan devastadores incendios, aunque estaba claro que el humo inhalado había ocasionado afecciones respiratorias y pulmonares a muchas personas. Y esos estudios acabaron llegando.

Dispersión del humo en los incendios de 1997. Foto NASA
Menos altura de los trabajadores conlleva una menor consideración laboral
Este mismo año, en marzo, la revista Proceedings of the National Academy of Sciences publicaba el estudio de Jie-Sheng Tan-Soo, investigador de la Universidad Nacional de Singapur, y Subhrendu K. Pattanayak, de la Universidad de Duke (Estados Unidos), en el que relatan algunos de esos efectos negativos sobre la salud, con una conclusión categórica: “los incendios forestales han sido más dañinos de lo que se imaginaba anteriormente y causaron retraso en el crecimiento de los niños expuestos al humo mientras se encontraban en el útero materno”.
El estudio revela que dicha exposición conllevó una disminución media de unos tres centímetros en la altura habitual en jóvenes de diecisiete años. Esto, aparte de suponer una alteración morfológica, también lo es social, ya que, según los autores, “la estatura media adulta (vinculada a una mejor constitución física) está asociada a los ingresos, lo que implica una pérdida de alrededor del tres por ciento del salario mensual promedio de aproximadamente un millón de trabajadores indonesios nacidos durante este período».
Afirman que si investigaciones anteriores llamaron la atención sobre las muertes causadas por los incendios, ahora muestran que los sobrevivientes también sufren pérdidas grandes e irreversibles. «El capital humano se pierde junto con el capital natural debido a la exposición al humo y esta desventaja es imposible de revertir», apostilla Subhrendu Pattanayak.
Una alternativa mecánica a la utilización del fuego
El estudio, que combina datos sobre la exposición de las madres a incendios forestales indonesios en 1997 con otros sobre resultados nutricionales, herencia genética, factores climáticos y diversos factores socio-demográficos, añade otra conclusión definitoria. Tras realizar un análisis de costo-beneficio, los autores consideran que “las pérdidas de capital humano a largo plazo superan los beneficios financieros a corto plazo asociados con el uso del fuego para despejar tierras para la industria de la palma aceitera”.
Esta variable socio-económica y los análisis que la sustentan llevan a los autores a considerar que los beneficios derivados de la red social que impulsa el uso del fuego para abrir zonas forestales o de turberas para el cultivo de palma aceitera son más bajos que los que se conseguirían por medios mecánicos, una aplicación más estricta de las prohibiciones establecidas de incendios e incluso la supresión de estos. Como son conscientes de que los cultivadores de palma aceitera no estarían dispuestos a soportar los costos más altos derivados de la mecanización, piden a las autoridades indonesias una mayor implicación para lograr este cambio en la gestión.
Javier Rico
@JavierRicoNi