Pequeña colección de textos de autores de literatura en general (no técnica) sobre incendios forestales III
Con esta tercera entrega concluye el artículo de Ricardo Vélez sobre la presencia del fuego y los incendios forestales en textos de literatura, un recorrido que muestra solo algunos ejemplos de cómo el fuego ha estado presente en culturas, lugares y épocas muy distintas a lo largo de la historia.
III Parte
Extinción y restauración
No hay mucho sobre extinción en nuestros autores. Robert L. Stevenson cuenta su huida del fuego que ha provocado:
…En las cercanías pude oír los gritos de los que se hallaban combatiendo el incendio original. Desde el sitio en que me hallaba podía ver la carreta en que habían ido allí, y hasta observé los reflejos de un hacha herida por los rayos del sol…
Una referencia más concreta la da James Oliver Curwood (1878-1927), autor de numerosas novelas de aventuras en ambiente forestal de Canadá y Estados Unidos. Uno de sus libros se titula nada menos que El bosque en llamas (1921). Sin embargo, el incendio aparece sólo de forma marginal:
…Al norte y al este, el cielo semejaba una imponente hoguera y un soplo de aire en su rostro le descubrió la dirección del viento… Se vistió y salió a la ventana. Entonces distinguió a José Clamart que pasaba en aquel momento, a la cabeza de media docena de hombres y mozos con hachas y sierras al hombro en dirección de la linde del bosque.
Es la lucha tradicional, pocos hombres con herramientas para abrir un cortafuegos y desde allí hacer una quema de ensanche.
Más adelante hay una referencia al riesgo para la vida humana:
…Y luego vio que Roger se acercaba a los restos carbonizados de un tronco y que se desplomaba sobre él pronunciando lleno de amargura este nombre: ¡Andrés! ¡Andrés! Davis se apresuró a acercarse y descubrió que el tronco carbonizado era el cuerpo abrasado de Andrés…

Rosendo Salvado con aspecto de explorador
Fray Rosendo Salvado (1814-1900) fue fraile benedictino del Monasterio de San Martín Pinario, en Santiago de Compostela. Tuvo que salir de Galicia por causa de la Desamortización de Mendizábal. Se trasladó a Roma, donde consiguió que lo destinasen a las nuevas misiones en el Suroeste de Australia, llegando a ser nombrado obispo de Nueva Nursia en la zona de Perth. Hizo varios viajes en los veleros de entonces a Europa para conseguir misioneros para Australia. Se le considera introductor del eucalipto en Galicia. Según Rafael Areses, Ingeniero de Montes y Jefe del Distrito Forestal de Pontevedra en los años 50 del siglo XX, Fray Rosendo envió a Galicia semillas de Eucaliptus marginata y de E. globulus hacia el año 1860. El primero procede del Suroeste de Australia y el segundo del Sureste. En sus Memorias, relata lo siguiente, sucedido hacia 1845:
…Un día vino a refugiarse entre nosotros una mujer salvaje perseguida por su marido, que quería matarla…..El marido, enfurecido….se marchó dando horribles gritos….Al día siguiente, a la misma hora, observamos que había pegado fuego al bosque vecino, creciendo y adelantando por momentos aquel horroroso incendio que amenazaba destruir todas nuestras mieses; sin pérdida de tiempo, corrimos con todos los salvajes a fin de poner un dique a los daños del voraz incendio; pero ¿quién era capaz de hacer frente a una columna de fuego que envolvía en sus remolinos de llamas y humo a los árboles más altos en una extensión de casi una milla? Arrostrando el peligro, nos pusimos a golpear con ramas verdes, según el estilo de los salvajes, las yerbas secas de más de tres pies de alto que se hallaban en el bosque incendiado y en nuestros campos y empezaban ya a arder; pero la destructora llama inclinada hacia nosotros por el viento fuerte que hacía, nos abrasaba la piel de la cara y de las manos y nos quemaba el pelo, la barba y hasta los hábitos, nos hizo perder del todo las esperanzas de dominar y apagar el incendio con medios humanos. En tan crítica situación, pues en que mirábamos ya destruido todo nuestro bien y perdidas todas nuestras fatigas y sudores, recurrimos a la misericordia divina, interponiendo la intercesión de la Santísima Virgen, nuestra especial protectora. Cogimos con este objeto una hermosa y devota imagen de esta divina Señora, titular de nuestra capilla, y la llevamos al ángulo del campo más cercano al lugar del incendio, colocándola encima del mismo grano que iba a ser abrasado dentro de pocos minutos, y suplicándola con fe viva que se dignase volver hacia nosotros y hacia aquellos pobres salvajes, también hijos suyos, sus ojos misericordiosos. ¡Dios eterno! ¡Qué prodigio tan inesperado! ¡Qué favor tan particular! No bien hubimos colocado la santa imagen frente a las llamas, cuando cambiándose repentinamente el viento y empujando las llamas hacia la parte opuesta, en que todo no era más que un montón de ceniza, cesó de todo punto nuestro peligro…
…En este caso el incendio fue intencionado. Pero durante los meses de verano, que en Australia son diciembre, enero y febrero, se producen incendios por combustión espontánea, que hacen desaparecer, pasto de las llamas, grandes extensiones de bosque y no dejan de constituir un peligro para los animales y personas.
Aún puedo añadir otra cita en este apartado, aunque no conservo la referencia bibliográfica. En 1987 terminé mi participación en un proyecto de asistencia internacional en Sri Lanka (la antigua Ceilán), financiado por el Banco Mundial (WB) y la Agencia finlandesa de ayuda internacional (Finnida). En la habitación del hotel de Colombo, la capital de Sri Lanka, había un libro de espiritualidad budista, religión predominante en ese país. Era un libro similar a la Biblia de los Gedeones, que se suele encontrar en los hoteles americanos. Son libros para que el viajero lea algo antes de dormir. Allí encontré el siguiente relato/fábula sobre la colaboración entre varios con un fin común:
Un papagayo vivía en la selva cerca de un bosque de bambúes en el que se cobijaban muchos animales. Un día, tras una tormenta con muchos rayos, los bambúes comenzaron a arder y los animales tuvieron que huir para no morir quemados. El papagayo pensó que él y los demás pájaros no tenían que huir de la misma manera, porque podían volar. Entonces los llamó y les dijo: Haced como yo, y voló hacia un lago próximo para coger agua con su gran pico. Los demás, aunque tenían picos más pequeños, cogieron también agua. Después todos volaron hacia el fuego y dejaron caer el agua que llevaban en el pico. Repitieron esto varias veces hasta que el fuego se apagó. Así se salvó el bosque de bambúes y los demás animales pudieron volver a refugiarse en él.”
Acababan de descubrir el ataque aéreo al incendio forestal.

Los brigadistas a pie de campo, «la pieza básica indispensable, a la que nunca se podía renunciar…». Foto Sergio Colinas
Después de incluir esta cita ha aparecido una novela, En pasada. De aviones, almas y llamas. Está escrita como “ciencia ficción” por un piloto de los aviones anfibios Canadair, Manuel Belmonte de Gálvez, (es un seudónimo, en realidad son dos pilotos que la han escrito conjuntamente) en la que personajes del año 2150 investigan como se apagaban los incendios en el siglo XXI desde el aire. Los autores describen con todo realismo la formación de los pilotos en sus distintas fases, sus dificultades, sus frustraciones y sus éxitos. Se nota que no escriben por referencias, sino por haber vivido todo lo que relatan, lo que hace apasionante la lectura. Reproduzco un párrafo de los que dedican al personal de las brigadas, sumamente interesante porque revela que son conscientes de que la extinción es un trabajo en equipo, con funciones distintas según el medio de lucha:
…El mayor protagonista, la pieza básica indispensable, a la que nunca se podía renunciar, siempre fue la brigada de bomberos forestales; y, a la vez, paradójicamente, parecían ser los que pasaban más desapercibidos. Quizá fuese porque hacían menos ruido que los aviones, tal vez porque las cámaras de los periodistas no se atrevían a seguirlos. Su arte consistía en deslizarse con sigilo entre jarales y llamas, con abnegada humildad, dispuestos no solo a escupir carbonilla durante dos días, sino a jugarse la vida con tal de salvar la del monte, como buenos soldados.
«Los brigadistas, su arte consistía en deslizarse con sigilo entre jarales y llamas, con abnegada humildad, dispuestos no solo a escupir carbonilla durante dos días, sino a jugarse la vida con tal de salvar la del monte, como buenos soldados»
Restauración
También podemos encontrar mensajes que propongan la restauración de lo quemado. No es extraño que lo presente una escritora de un país forestal, la sueca premio Nobel 1909 Selma Lagerlöf (1858-1940) en su libro El maravilloso viaje de Nils Holgersson (1909):

Una piña abierta es señal de esperanza, de que la recuperación de lo quemado ya ha comenzado. Foto Ismael Muñoz
Sobre la ancha cima donde Gorgo había dejado a Nils, registrose un incendio doce años antes. Los árboles carbonizados desaparecieron de allí. La cumbre aparecía pelada… Las raíces ennegrecidas asomando entre las piedras, testimoniaban que en otro tiempo hubo abundancia de árboles… A raíz del gran incendio la tierra había sufrido una prolongada y árida sequedad. No sólo se incendiaron los árboles, sino también los matorrales, el musgo… y toda la vegetación. Al menor soplo de viento se formaban verdaderos torbellinos y la cima, castigada por los vientos mostraba su esquelética rocosidad. El agua de las lluvias también contribuía a llevarse la tierra…
Había quedado la montaña tan desnuda y calva que bien podía creerse que continuaría así hasta el fin del mundo. Pero he aquí que un día fueron convocados todos los niños de la parroquia… llevando cada uno un azadón o una pala y un cestito con provisiones… Tras ellos iban dos guardas forestales y un caballo que tiraba de una carreta cargada de planteles de pino y semilla de abeto… Los guardas forestales les enseñaron cuanto había que hacer para plantar los pequeños pinos allí donde encontraran un poco de mantillo… Estas siembras producirían la vegetación de muchos años, haciendo resonar de nuevo en la montaña la vibración de los insectos, el canto de los mirlos, el juego de los urogallos, toda la animación de la vida…
Conclusión
Esta breve e insólita confesión de algunos escritores, de los que aparecen en los libros de literatura, más algunos de aventuras, nos muestra el incendio forestal en vivo, iniciado por personas concretas, con fama y prestigio en el mundo de la cultura y nos confirma que el peligro de incendio está siempre latente. Otros nos hablan de causantes diversos. Cualquiera puede prender un monte y hacer daño. La prevención es, por ello, una actividad que no se acaba ni en el tiempo ni en el espacio y es responsabilidad de toda la sociedad en todos sus niveles. Y, por supuesto, también la restauración de lo quemado.
La prevención es, por ello, una actividad que no se acaba ni en el tiempo ni en el espacio y es responsabilidad de toda la sociedad en todos sus niveles. Y, por supuesto, también la restauración de lo quemado.
Bibliografía
–Areses, R., Nuestros parques y jardines, Escuela Especial de Ingenieros de Montes, Madrid 1953
-Baudelaire, C., Pequeños poemas en prosa, Edicomunicación S.A., Colección Fontana, Barcelona 1995
–Belmonte de Gálvez, M., En pasada. De aviones, almas y llamas, Ed. Amazinante, Vigo 2018
-Bradbury, R., Las doradas manzanas del sol, Minotauro, Buenos Aires 1971
–Bryson, B., Una breve historia de casi todo, Barcelona 2017
-Camus, A., El primer hombre, Círculo de lectores, Barcelona 1997
–Chejov, A., La Isla de Sajalin, Ed. Ostrov, Madrid 1998
–Curwood, J. O., El bosque en llamas, Ed. Juventud, Barcelona 1953
-Deán, I., Libre y salvaje. La gran aventura de la vuelta al Mundo a pie, Ed.Planeta, Barcelona 2017
-Durrell, G., Misión de rescate en Madagascar, Ed. ABC S. L., Madrid 2004
-Fernández Santos, J., Cabeza rapada, Ed. Seix y Barral, Barcelona 1958
-Grenfell Price., A., Los viajes del Capitán Cook, Círculo de lectores, Barcelona 1985
-Harari, Y. N., Sapiens. De animales a dioses, Ed. Debate, Barcelona 2017
-Heyerdhal, T., Aku-aku. El secreto de la Isla de Pascua, Ed. Juventud, Barcelona 1958
-Lagerlöf, S., El maravilloso viaje de Nils Holgersson, Ed. Cervantes, Barcelona 1966
-Machado, A. Poesías completas, Ed. Espasa Calpe, Col. Austral, Madrid 1957
-Miró, G., Años y leguas, Salvat Editores/Alianza Editorial, Colección Libro RTV. Madrid 1970
-Nácar-Colunga. Sagrada Biblia, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1981
-Pérez Rosales, V., Recuerdos del pasado, Ed. Francisco de Aguirre, Buenos Aires 1969
-Salvado, R., Misiones de Australia. Memorias del Padre Salvado, Ed. La Editorial Católica, Madrid 1946
-Stevenson, R. L., El emigrante aficionado. De praderas y bosques, Ed. Península, Colección Altair Viajes, Barcelona 2002
-Thompson, J. Eric S., Arqueología maya, Ed. Diana, México D.F. 1965
-Twain, M., Los inocentes en el país del oro, Novelas y Cuentos, Madrid 1965
Recopilado y comentado por Ricardo Vélez, Madrid, abril de 2019