Entrevista a Florencio López Ruano
Jefe de Servicio de Protección Civil y Atención de Emergencias del Gobierno de Canarias

«El colectivo de los incendios forestales es un colectivo muy volcado, muy motivado, muy entusiasta de su trabajo, pero trabaja en una precariedad enorme»

Ingeniero antes que nada, observador y hombre de método.
Los experimentos siempre fuera de campaña. En el fuego, protocolos aprendidos y seguridad. Trabajo serio y bien ejecutado.
Esta es parte de la herencia que deja Florencio tras su paso por la Dirección contra Incendios Forestales del Cabildo de Tenerife.

Florencio-lópez-Juan-Barroso

Florencio López Ruano junto a Juan Barroso durante la entrevista

¿Cómo llegaste a los incendios forestales? ¿Cómo fue el primer día en el que trabajaste en esta especialidad?

Como casi todos los que llegamos a los incendios forestales, con la formación que nos daba el ministerio. Hice mi primera campaña en la base de Puerto el Pico (Ávila) y ahí empezó mi aventura. Era el año 1992.
Los técnicos de base no salíamos a los incendios, era más un trabajo de coordinación, pero una noche pasó una tormenta por las Cinco Villas que provocó decenas de incendios. Empezaron a tocar las campanas y salimos todos. Esa fue mi primera experiencia. Fuimos a por herramientas a la base y me metí con una cuadrilla de extinción. Me quedé solo, tragué humo, me perdí, era de noche… Todo lo que había aprendido de seguridad me lo salté. A partir de ahí dije: “esto es serio y hay que tomárselo de otra manera”.

¿Cuál ha sido el aspecto de la defensa de incendios forestales que más le ha fascinado?

Mi vida profesional ha sido casi toda en el operativo del Cabildo de Tenerife, que es una entidad pequeña, por lo que tienes que tocar todos los palos de la gestión de incendios forestales. Quizá donde más grato me ha resultado trabajar es en la parte de formación y entrenamiento porque implantas técnicas y procedimientos y al final ves un resultado positivo en la evolución del operativo. Sientes la estima profesional de que has hecho algo útil.

donde más grato me ha resultado trabajar es en la parte de formación y entrenamiento porque implantas técnicas y procedimientos y al final ves un resultado positivo en la evolución del operativo. Sientes la estima profesional de que has hecho algo útil

¿Cuáles son tus experiencias más importantes en incendios?

Hemos tenido bastantes grandes incendios y en todos vas aprendiendo algo y mejorando a partir de la experiencia. Hay tres incendios que han marcado mi trayectoria.

El primer incendio fue el de 2007 al norte de Tenerife. Nos superó totalmente y nos volvería a superar. Nuestra organización se colapsó, no estaba preparada para enfrentarse a una cosa así. Fueron muchísimas las conclusiones que sacamos a posteriori y empezamos a trabajar para simplificar nuestra organización.

El siguiente incendio fue en 2012, en Vilaflor, al sur de Tenerife. Aplicamos muchas cosas que veníamos trabajando desde el de 2007 y la organización funcionó mucho mejor, con cosas aún por corregir, pero ya de tipo logístico, centro de recepción de medios, etcétera.

Continuamos trabajando y en 2016 en el incendio de La Palma, es cuando volcamos nuestra organización mucho más clara de equipo de gran incendio y funcionando. El resultado fue espectacular.

¿Qué sentimiento te queda después de estos años de trabajo?

Cuando cambié mi trayectoria profesional y me fui a protección civil, donde estoy ahora, me quedó una experiencia muy positiva pero, al mismo tiempo, la sensación de que dejaba mucho por hacer y de que podíamos haber hecho más.

El colectivo de los incendios forestales es un colectivo muy volcado, muy motivado, muy entusiasta de su trabajo, pero trabaja en una precariedad enorme. Se ha mejorado mucho, pero aún no está valorado ni social ni políticamente. Al final es un reducto del que sólo te acuerdas cuando se dan situaciones graves.

¿Cuáles son los aspectos más destacados en los que se han conseguido avances más importantes en este sector?

El sector ha cambiado muchísimo: la profesionalidad de los equipos, la formación, el entrenamiento, el equipamiento o la simple organización, por ejemplo.

Hay figuras que son clave como el coordinador aéreo, el director de extinción o la jefatura de operaciones, que al principio estaban en tela de juicio. Ahora son cosas superadas. En eso hemos avanzado mucho.
Queda mucho de capacitación profesional o de cualificaciones para que la gente que entra venga más preparada.

El sector ha cambiado muchísimo: la profesionalidad de los equipos, la formación, el entrenamiento, el equipamiento o la simple organización, por ejemplo. Queda mucho de capacitación profesional o de cualificaciones para que la gente que entra venga más preparada.

¿Qué cambiarias de estos años?

Cambiar no se puede. ¿Qué habría hecho de otra forma? Quizá habría trabajado de otra manera, pero ningún aspecto en concreto. Sólo apartaría los momentos malos, los más duros.

¿A qué personas te gustaría recordar?

Si empiezo a enumerar, seguro que me dejaría a alguien y sería injusto.
Lo diré en colectivo. Toda la gente con la que he trabajado en el operativo, técnicos, agentes, vigilantes, personal de extinción… Todos han tenido una entrega y una generosidad grande en este trabajo. Eso me ha enriquecido profesionalmente y espero haberles transmitido algo también.

¿Qué consejos darías a las nuevas generaciones?

El sector forestal está cambiando cada vez más rápido y vamos a tener que adaptarnos a esos cambios. El uso cultural del fuego prácticamente va a desaparecer y vamos a tener un incremento de la interfase. La sociedad en la que vivimos actualmente funciona a golpe de mantras, de noticias y tópicos. Creo que un buen profesional no tiene que perder la capacidad de juicio, de evaluar los datos y contrastar informaciones para tomar decisiones adecuadas y no dejarse llevar por la ola de lo que suena. Eso puede llevar a caminos torcidos.

La sociedad en la que vivimos actualmente funciona a golpe de mantras, de noticias y tópicos. Creo que un buen profesional no tiene que perder la capacidad de juicio, de evaluar los datos y contrastar informaciones para tomar decisiones adecuadas y no dejarse llevar por la ola de lo que suena. Eso puede llevar a caminos torcidos.

Anécdotas no te faltarán, como a todos los que trabajan en este campo

En un incendio en La Palma, donde los habitantes son muy dados a meter contrafuego hacia el monte para salvar lo suyo, teníamos el ojo puesto atrás por lo que pudiera pasar y para no quedarnos atrapados. En una ocasión, bajé y había gente mirando hacia el fuego y, para evitar malas ideas, les dije “aunque se ve algo de humo, esto ya está” y una señora me dijo “lo sé, porque ya han vuelto las aves”. Me quedé perplejo.

En otra ocasión hablando con un capataz en un incendio de pino canario (que rebrota después del incendio) con mucha pendiente y con miedo a que las piñas rodaran y provocaran focos secundarios, me dijo “aquí no hay problema porque estas copas se quemaron hace unos años y todavía no han generado piñas”.
De todo el mundo puedes aprender algo.

El puesto de Jefe de Protección Civil lo están ocupando actualmente personas que vienen del mundo de los incendios, ingenieros de montes o Ingenieros técnicos forestales ¿cuál crees que es el mejor perfil para ocupar ese puesto?

Protección civil, por definición, son emergencias que se salen de lo ordinario y afectan a grandes colectivos. Que se repitan con cierta frecuencia tenemos los incendios forestales y los actos de terrorismo. Los que acumulamos algo de experiencia en grandes emergencias quizá seamos los del gremio forestal. La propia Dirección General de Protección Civil son militares, ingenieros de montes o forestales.

En el CLIF insular que se celebró recientemente ¿qué conclusiones se sacaron?

Estas reuniones son básicamente una puesta en común de todos los operativos para saber la situación que hay y contar el trabajo bien hecho. Quizá una conclusión interesante es que vamos a hacer un grupo de trabajo para intentar unificar. El objetivo es que todas las islas funcionen de la forma más común posible. Se van a intentar normalizar aspectos como contratación, nomenclatura, formación, asistirnos técnicamente, etcétera.

¿Cuál es el mejor y el peor recuerdo de tu etapa en incendios forestales?

El mejor recuerdo es el del incendio de la Palma de 2016, donde falleció un agente de medio ambiente y era difícil trabajar por el nerviosismo y el estado anímico de la gente. Pusimos en marcha algo que llevábamos fraguando desde mucho tiempo: equipos de grandes incendios, autónomos, preparados para trabajar encadenados. Se consiguieron unos rendimientos sorprendentes, con el humo de frente, trabajando debajo de medios aéreos, un terreno abrupto donde no se les podía meter logística. Cuando salimos tras muchas horas, había una emoción contenida al ver el trabajo bien hecho y todos rompieron en una explosión de aplausos. Se habían comido el incendio y para mí fue un orgullo estar con ellos.

El peor, del incendio de 2007. Un incendio muy duro donde estuvimos a punto de perder un equipo de 16-17 efectivos que quedaron atrapados. Después de todo el esfuerzo y duro trabajo que se hizo, nos sentimos un poco frustrados. Fue desbordante, siempre detrás del fuego, arriesgando mucho y al final con la sensación de que todo había sido un desastre. No éramos capaces de sacar nada positivo.

¿Hay que tocar fondo para luego subir?

Cuando montamos los simulacros suelen ser bastante ambiciosos y siempre salimos con una frustración grande. Al cabo de dos o tres días empiezas a sacar conclusiones de todo lo que has hecho y ves que ha sido positivo, que hay pautas para seguir trabajando, para seguir aprendiendo.

Juan Barroso e Isabel Poza