Por qué dedicar el 15% del impuesto sobre hidrocarburos a programas de reforestación a gran escala no es buena idea en España
Por Eduardo Rojas Briales, Decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes y Profesor de la Universitat Politècnica de València

El Valle Iruelas y las Cruceras, en la sierra de Gredos han sufrido este verano dos incendios forestales. Foto I. Muñoz
El pasado 14 de julio, el presidente de REPSOL, Antonio Brufau, en un artículo publicado en Financial Times, del que se hizo eco la prensa nacional, introdujo con fuerza los bosques en el debate sobre la transición energética y la lucha contra el cambio climático abogando por destinar el 15% del Impuesto sobre Hidrocarburos a la reforestación a gran escala.
Es muy loable que por fin también los directivos de las grandes empresas identifiquen el rol de los bosques en la lucha contra el cambio climático y apunten a figuras innovadoras como la afección parcial de impuestos y tasas ambientales, con el objetivo de incentivar comportamientos ambientalmente deseables.
La OCDE y la Comisión Europea llevan años insistiendo en que España se sume a la fiscalidad verde que cada día adquiere más relevancia, especialmente en los países desarrollados. Sorprende la propuesta de Brufau tanto por el olvido sistemático de los bosques en nuestro debate doméstico sobre el cambio climático, como por romper la vaca sagrada de la caja única que ha impedido la activación del potencial de las medidas fiscales en la lucha contra el cambio climático. Interesantemente, el 15% que propone supone unos 1.600 millones de euros, cantidad que corresponde con bastante exactitud al déficit de inversión forestal identificado en el pasado, o al valor del secuestro actual de carbono por nuestros bosques, que vienen a compensar el 20% de nuestras emisiones de CO2.

Paisaje agroforestal andino en el centro norte del Ecuador. Al fondo el volcán Illiniza dentro de la Reserva Ecológica del mismo nombre, a 5248 msnm (Créditos Daniel Segura, 2016).
La propuesta de Brufau enlaza con el profundo debate a escala internacional sobre cambio climático, donde el rol de los bosques esta fuera de toda discusión – véase su peso en LULUCF o el mecanismo REDD+ –, como con la generalización del mecanismo de pago por servicios ambientales sustentados por los bosques, ya sea por secuestro de carbono o por regulación del ciclo hídrico y protección del suelo. Actuación que ha revertido la deforestación de forma impactante en aquellos países que han apostado decididamente por ella, comenzando por su precursor, Costa Rica, financiados casi siempre por tasas ambientales relacionadas con las emisiones de CO2 o el consumo del agua.
Sin embargo, en la propuesta del presidente de Repsol habría que puntualizar la escala. No es lo mismo abogar por una medida así para aplicarla estrictamente a escala doméstica que reforestar a gran escala en países en vías de desarrollo. Cabe recordar que los países desarrollados venimos recuperando los bosques desde el Siglo XIX, con especial intensidad en el caso del Sur de Europa en los pasados 50 años. Asia, el Norte de África y el Cercano Oriente vienen recuperando bosques desde hace 30 años, en algunos casos de forma intensa, como China. Realmente la deforestación y degradación forestal se limita a los trópicos, especialmente en Sudamérica y África subsahariana. Pero en España, con una superficie forestal del 55% y boscosa del 36%, que ha aumentado un 50% desde 1970, ampliar los bosques no es el primer reto que tenemos planteado ni mucho menos.
En España, con una superficie forestal del 55% y boscosa del 36%, que ha aumentado un 50% desde 1970, ampliar los bosques no es el primer reto que tenemos planteado

La madera es un material natural, ecológico, renovable, biodegradable que secuestra carbono durante su ciclo de vida útil y que emite menos CO2 en su proceso de elaboración, Foto I. Muñoz
Los bosques no son un elemento inerte como una obra pública, sino un recurso vivo, sujeto a multitud de factores de riesgo que comprometen su perpetuación y requieren de una gestión permanente. Por ello, es crucial su integración en su entorno vía sus titulares que son particulares o entidades locales. El mayor problema que tenemos actualmente es su abandono por falta de rentabilidad y, como consecuencia de ello, los incendios.
Centrarnos en inyectar masivamente recursos tan solo en ampliar su extensión solo agravaría el problema, al generar aún mayor continuidad de combustible. Causaría además un inaceptable agravio comparativo entre los bosques existentes – preservados desde generaciones por sus moradores o repoblados con grandes esfuerzos pasadas décadas – que no verían reconocidas sus vitales aportaciones frente a los nuevos bosques que recibirían toda la atención. Estaríamos ante un nuevo déjàvu de los 90, con la reforestación de tierras agrarias y la política de seguros agrarios del Ministerio de Agricultura.
El mayor problema que tienen los bosques actualmente es su abandono por falta de rentabilidad y, como consecuencia de ello, los incendios.
Centrarnos en inyectar masivamente recursos tan solo en ampliar su extensión solo agravaría el problema, al generar aún mayor continuidad de combustible.
Solo si conseguimos reconocer la generación de servicios ambientales mediante este tipo de recursos, podremos recuperar la gestión forestal, generando recursos endógenos de bioenergía y materiales para la construcción (madera) y empleo en zonas rurales con graves problemas de despoblación. Este es el mejor aliciente para que, en aquellos terrenos ociosos donde sea recomendable, se amplíe la superficie arbolada.
Tampoco debemos olvidar que el secuestro de carbono por parte de repoblaciones es muy lento en las primeras dos décadas, a lo que se suman los riesgos de fracaso de las repoblaciones, algo bastante frecuente. Por el contrario, disponemos de grandes extensiones de masas de mediana edad, fruto de las repoblaciones de los 50 y 60, más la expansión espontánea por el intenso abandono rural, de masas que se encuentran estancadas, con graves riesgos de incendios y plagas y sin generación de riqueza alguna.
Y es precisamente en estas masas forestales donde una inversión mucho menor que la necesaria para una repoblación tendría en términos de secuestro de carbono inmediato un efecto infinitamente mayor, tanto por reducir sustantivamente el riego de pérdida del recurso, como por sustitución de emisiones que permitiría la biomasa obtenida.

Ganado y bosque son compatibles y complementarios. Foto Ismael Muñoz
También hemos de ser cuidadosos con el otro uso del suelo: la agricultura. Si hemos de alimentar en 2100 a 10.000 millones de seres humanos no podemos perder prácticamente nada de superficie agrícola productiva, debiendo buscar opciones de uso compartido, como la agro-forestería o silvo-pascicultura, representada en nuestras dehesas. Eso sí, aumentando el grado de cobertura arbórea de nuestra agricultura y reconociendo la utilidad de la cobertura arbórea en la PAC – léase Coeficiente de Admisibilidad de Pastos -, que en la actualidad tiene efectos perversos.
Siendo cierto que las opciones forestales tienen un coste por tonelada de carbono secuestrado mucho menor, no lo es menos que alcanzar los objetivos de Paris no será posible meramente mediante medidas forestales. Hace falta a la vez superar en pocas décadas nuestra extrema dependencia energética de los hidrocarburos, incluido el confusamente llamado gas “natural”. Hay que apostar por el ahorro y un mix inteligente de energías renovables, a la vez que implementamos la bioeconomía para reducir la huella energética de los materiales de construcción, productos químicos o textiles y recuperamos los bosques degradados, reforestando allí donde sea conveniente, especialmente en los trópicos.
Alcanzar los objetivos de Paris no será posible meramente mediante medidas forestales. Hace falta a la vez superar en pocas décadas nuestra extrema dependencia energética de los hidrocarburos, incluido el confusamente llamado gas “natural”.
Solo un enfoque integral, donde consideremos unas condiciones de vida digna para las poblaciones rurales, los recursos hídricos, la alimentación, la inversión e investigación previa necesaria y la fiscalidad, permitirá aprovechar todo el potencial que alberga la transición energética para países pobres en energías fósiles y materias primas como el nuestro pero con un considerable potencial forestal. Como sabiamente anunció la Cumbre de Río+20, los actuales retos de la Humanidad son transversales y solo se resolverán integrando las diferentes políticas y sectores.
Excelente comentario, en America Latina especialmente en Peru por un lado vamos los reforestadores recuperando aquellos suelos degradados y por otro lado se sigue destruyendo los bosques que son mucho mas hectareas que las que reforestamos, los incentivos que recibimos son nulos al contrario se tiene demoras en las instituciones para legalizar los terrenos e inscribir las plantaciones de pequeños productores