Los incendios en la Amazonía: una historia común con otras partes del mundo

Brasil es un vastísimo entramado de ecosistemas, con una población muy diversa de orígenes muy variados que han determinado el devenir del país. Un país que, por esa diversidad de culturas, historia, tradiciones, por su superficie, por su topografía y climatología, es casi casi un “subcontinente”.

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La selva amazónica ocupa el 56 % del territorio de Brasil, 4,5 millones de km2. Ha perdido el 20 % de su superficie desde la década de los setenta del sigo XX. Foto Greenpeace

La Amazonía ocupa una buena parte de su superficie, pero Brasil es mucho más que esa increíble amalgama de biomas. La mayor extensión continua de bosque tropical del mundo ocupa el 56 % de la superficie del territorio del país, algo más de 4,5 millones de km² (en Bolivia, la selva amazónica supone el 65 % de su territorio). De esa superficie, aproximadamente el 25 % es propiedad privada, y esto es un dato importante. Desde 1970 ha sufrido una deforestación cercana a los 700.000 km², el 20% de su superficie total. El cambio de tipo de terreno para uso de la ganadería está detrás del 70 % de toda esta pérdida, algo que sucede desde los años setenta del pasado siglo. No olvidemos que Brasil es el mayor exportador de carne y soja del mundo.

Se habla mucho de la Amazonía, porque se considera que en ella está el 20 % del agua dulce del mundo y, debido a su equilibrio de emisiones y absorciones de carbono, es merecedora del título de “pulmón del mundo”. Pero a efectos de ecosistemas y deforestación, en Brasil es mucho más alarmante, por ejemplo, lo ocurrido con el “Cerrado”, la sabana con la mayor biodiversidad del mundo, totalmente adaptada al fuego, que ocupa casi 2 millones de km², el 24 % de la superficie del país. Este espacio ha visto desaparecer el 60 % de su territorio sólo en los últimos 20 años, un ritmo casi tres veces más rápido que al que desaparece la Amazonía. Las grandes corporaciones ganaderas y de la industria de la soja (primer exportador del mundo de este producto) están detrás de la transformación del territorio para actividades agropecuarias y se frotan las manos ante los más de 100 millones de hectáreas consideradas como “preparadas para ser utilizadas” según declaraba recientemente la ministra de Agricultura, Pecuaria e Abastecimiento, Tereza Cristina, refiriéndose a esta zona del país.

La presión es tan grande que tan sólo el 2 % de la superficie está bajo alguna figura de protección. En mayo de este año estuve en un encuentro de quemas prescritas en el Parque Nacional de la Chapada dos Guimaraes, y era descorazonador escuchar las historias de los guardaparques: de lo “poquito que queda”; de lo que se viene haciendo, por ejemplo, con la tala y roturación a gran escala del terreno; o con las toneladas de cal y fertilizantes que van a sus suelos, en pos de la producción del 70 % de la soja del país; de vastas extensiones de caña de azúcar, algodón o maíz. Los científicos coinciden en que ese suelo jamás volverá a tener un estado óptimo de equilibrio, con nutrientes que alberguen las especies de flora y fauna de este ecosistema. No olvidemos que es este bioma es esencial también en el almacenaje de emisiones de carbono.
Curiosamente, la impresionante biodiversidad de este ecosistema está relacionada, como en todas las sabanas, con la presencia del fuego.

Campaña mediática

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Los últimos incendios en la Amazonía han provocado una ola de preocupación mundial a nivel político, social y ambiental. Foto Greenpeace

Al margen de campañas mediáticas, políticas, sociales, digitales, o de “postureo ecologeta trasnochado”, lo que está pasando en Brasil es lo que ha pasado y pasa en muchos otros países: sencillamente se trata de una manera de gestionar el territorio y la integración del ser humano. Los incendios, el fuego, no es un problema. Y a lo que estamos acudiendo es, sencillamente, a un cambio de uso del suelo. Esto es común en todos los sitios: nuestros hermanos y hermanas de Ecuador, luchan ahora mismo por controlar y gestionar un incendio en la reserva nacional de Pululahua, a menos de dos horas de Quito, y el origen es el mismo. En la región de Jambi, Indonesia, llevamos más de un mes respondiendo a incendios, y el origen es el mismo.

Manuel, Andrea, Lola, Suharto, Supriyanto, Mikel…, Bolivia, Chile, Navarra, Cantabria… Tratan de gestionar el territorio para su beneficio, para sacar rédito económico del paisaje, como lo hemos hecho siempre. A veces lo hacemos de una manera equilibrada, más respetuosa con el entorno. A veces lo hacemos auspiciados por, o bien una ausencia de políticas que protejan los recursos naturales, o bien por políticas que favorecen, aunque no lo parezca, un “abuso” de esos recursos. En el caso de Brasil, como digo, es lo mismo. Y no es nuevo.

Ahora bien, las políticas actuales, anunciadas con mucho bombo y platillo, se podría decir que no es que protejan demasiado los recursos paisajísticos. Más bien hay mucha gente que se está beneficiando, aún más, de la explotación de esos recursos y de la “preparación para la explotación”.

Economía, fuego y deuda pública

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Desmonte denunciado en 2016 por Greenpeace para plantación de soja. Foto Greenpeace

Economía, política, fuego, soja, carne, “postureo ecologeta”… A mi humilde entender, es una mezcla explosiva y muy populista. Brasil es la octava economía mundial. Sin embargo, se encuentra en un proceso de recesión continuo, hundida en una “depresión estructural”, acuciada por los 100.000 millones de dólares en intereses de deuda pública que tiene que pagar cada año, originada básicamente en su sistema de Seguridad Social.

Resulta difícil entender cómo en un país que es la octava economía del mundo, como ocurre con Indonesia que es la séptima, exista el nivel de “subdesarrollo” en instituciones, servicios sociales, servicios públicos, educación, servicios médicos o cultura. Reconozco que no lo entiendo.

Es comprensible que la labor de los gobiernos, de una u otra manera, es la de sacar a su economía de este círculo vicioso. Uno de los ejes del programa de la actual corporación para la recuperación económica, es aumentar la competitividad y ampliar el mercado exterior de la industria agropecuaria. Las agroalimentarias suponen un 45 % de todas las exportaciones, la salvación para la reducción de la deuda y, por lo tanto, la mejora de la economía. Para quién y cómo, es otra cuestión.

En todo este plan son fundamentales varios aspectos: la investigación e inversión en tecnología, la innovación, el aumento de producción, la aprobación de nuevos terrenos para “labrantías”, lo que puede suponer la transformación de terrenos forestales en terrenos agropecuarios: la deforestación, evidentemente. La apertura hacia el mercado chino y el acuerdo por 15 años con la Unión Europea (acuerdo Europa-Mercosur, que en el caso de Brasil aumentará el PIB de Brasil en 130.000 millones de dólares en 10 años), alegra el cuerpo a cualquiera. O casi a cualquiera. No sé cómo se sentirán los ecosistemas, las comunidades de flora y fauna, o las comunidades nativas de muchas zonas del interior de la zona del Amazonas. Aunque supongo que, como yo, también querrán viajar, comprarse un televisor mejor, un teléfono celular más actualizado, unos zapatos más cómodos o salir a cenar el sábado por la noche.

Fuego, deforestación y agricultura

Echemos un vistazo a estadísticas fiables que están al alcance de todo el que se quiera molestar en corroborar la información y poner un poco de sentido a todo esto.

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Esta serie de imágenes se corresponden con la pérdida de cobertura arbórea en los años 2000, 2005, 2010, 2015 y 2019 (www.globalforestwatch.org).

Es cierto que se usa y abusa del fuego para “clarear” o “limpiar” esas zonas que después serán sustituidas para actividades agrícolas. Probablemente haya otras alternativas pero hay preguntas que se hacen en muchos países: ¿cómo lo harías con los recursos de que dispones?, ¿cuánto cuestan esas otras alternativas y, sobre todo, cuánto rédito económico me dan a mi y a la comunidad, a la región, al país, a las empresas agropecuarias? En definitiva, ¿cuánto tendría que invertir y cuánto voy a obtener? Es así de simple, así de feo, así de sórdido.

Recomiendo echar un vistazo a una de las fuentes más serias de observación de puntos de calor (que no necesariamente incendios) que existe a nivel mundial: Global Forest Watch, una plataforma de observación de los bosques, su deforestación y también de monitoreo de incendios o, repito, focos de calor porque está basada en el uso de MODIS y VIRS.

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En estas dos imágenes se observa la distribución de los focos de calor en la última semana en todo el país y, casualmente, la mayoría de ellos se corresponden a las regiones del Mato Grosso, Pará y a Rondonia, regiones donde está el “corazón de la industria agropecuaria del mundo”. Pero profundicemos un poco más en los datos a más largo plazo y desde donde Global Forest Watch tiene datos fiables (2001).

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Estos son los focos de calor registrados desde enero de 2001 y se observan varias cosas. Por un lado, la periodicidad del número de alertas, y por otro una tendencia a la disminución. Y más clarificadora resulta esta otra gráfica:

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Aún quedan muchos meses para terminar el año, pero en lo que va de año se han producido en el país 154.191 alertas. En la gráfica, los años con mayor número de alertas se correspondieron por este orden a 2007, 2004, 2005, 2010, 203 y 2002 respectivamente, y a estas alturas, esos años ya tenían más alertas que este 2019.

Política, políticos y políticas del medioambiente

No me gusta hablar de política de manera pública pero he de admitir que las políticas medioambientales del presidente actual de Brasil no están favoreciendo al desarrollo de actividades para proteger su patrimonio natural. Distintas fuentes del IBAMA, Prevefogo o del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (las agencias del gobierno que se encargan de proteger áreas protegidas y gestionar el fuego en el país) reconocen las dificultades que tienen para realizar las más sencillas de sus funciones, la falta de personal, de medios y de financiación para proyectos. La legislación, la falta de ella, la falta de personal para hacerla cumplir y vigilarla, los inservibles esfuerzos de muchos profesionales denunciando delitos medioambientales que luego quedan en cajones olvidados, las modificaciones de normas y leyes que favorecen la explotación de territorios sin protección, permisos de explotación de áreas, anulación de permisos para reuniones, reducción o anulación de gasto para investigación son circunstancias denunciadas constantemente por distintos actores ambientales.

El próximo Congreso Internacional de Incendios Forestales que se va a celebrar Brasil entre el 28 de Octubre y el 4 de noviembre va a ser muy interesante.

Conclusiones

Que hay incendios, está claro. Que están contribuyendo a la deforestación está claro. Que el cambio climático está contribuyendo a un control más complicado de los mismos, también está claro. Pero el fuego es solo parte de este juego.

La industria agropecuaria del país tiene un innegable peso en la gestión del territorio para su uso y beneficio. Qué y quiénes están detrás de esos conglomerados empresariales no toca cubrir en este artículo. ¿Acabar con ello? Después de cuatro semanas sin parar de controlar, gestionar y extinguir incendios en Jambi, creo que no es cuestión, sinceramente, de campañas mediáticas, fondos para ong en cuentas bancarias, fotos en hectáreas a medio quemar, más medios de países internacionales, helicópteros, brigadas de voluntarios con poca o nula experiencia en agarrar una herramienta. Al menos, no es cuestión solamente de estas aportaciones.

La foto de Brad Pitt, los cinco millones de dólares donados por Leonardo DiCaprio, los bomberos y bomberas voluntarias de Ecuador y Colombia y otras muchas acciones son buenos gestos, bonitos, mediáticos más que nada. Tal vez eficaces, pero, no sé si eficientes. En realidad, esto va mucho más allá de lo que yo pueda hacer con un pequeño gesto en una cuenta bancaria o con mi azada. Y no pinta muy bien.

Es cuestión, sencillamente, de la industria agropecuaria; es cuestión de economía, de dinero; es cuestión de que a la “Pacha Mama” como le dijo el doctor Saturno, le ha salido del propio ser humano y de su capacidad para lo peor, pero también lo mejor.

Fuentes: Conservation Interntational, FAO, mongabay.com, Oxford University Environmental Change Institute, UN, WWF), BBC.com, FAO, CAN (Confederación do Agricultura y Pecuaria de Brasil), Banco Mundial, Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento de Brasil, Agencia Gubernamental de Comunicación de Brasil, World Economic Forum, Agrovoz, t.arts_designer.

José Luis Duce Aragües
Bombero forestal
Premio Batefuegos de Oro 2018