Entrevista a Rafael Ayala Pérez-Montoya
Ex Jefe de Sección de Protección de la Naturaleza en León

«Ahora hay demasiadas normas y si las cumples todas, el fuego se va»

Rafael-AyalaRafael Ayala fue durante toda su carrera profesional un pionero. Destacado en León, había probado y mejorado diferentes técnicas en sus trabajos de plantaciones de pinos y chopos, o de gestión de personal a su cargo. Siempre tuvo una relación directa y de compañerismo con todos sus equipos, especialmente cuando le tocó pelear con los incendios forestales.
Nadie en su sano juicio disfruta durante la extinción de un incendio forestal y solo los que han estado combatiéndolos conocen realmente el esfuerzo que requiere su control. Esfuerzo físico y psíquico. Eso sí, una vez terminado el trabajo y extinguido el fuego se disfruta inmediatamente del premio de dominar lo ingobernable con poca ayuda y mucho tesón.
Rafael nunca dulcifica el mensaje y utiliza palabras directas y entendibles por todos, algo que choca frontalmente con la corrección tan al uso hoy en día.
También participó en alguna película y documentales de la serie que el Ministerio de Medio Ambiente realizó en su día. Ha sido profesor en todos los cursos superiores de directores de extinción.
Su cercanía con los equipos que ha dirigido en muchos incendios, hombro con hombro, le han convertido en un personaje de leyenda. Controvertido sí, pero ¿quién no querría tener un par de Rafas Ayala en su equipo de extinción?

¿Cómo llegó usted a la lucha contra los incendios forestales?

Empecé a trabajar en septiembre de 1959 en el servicio forestal de la Confederación Hidrográfica del Sur de España y en julio del 61 llegué a León, al Patrimonio Forestal del Estado ¡madre que viejo soy! Hasta entonces el único fuego que conocía era el de encender un pitillo. Las oficinas las teníamos en Valladolid y salir desde allí a un fuego en el Bierzo era tontería, porque cuando llegábamos por aquellas carreteras, ya lo habían apagado. Los combatían los agentes forestales de la zona.

En abril del año 62 se abrieron las oficinas en León y empezamos a contribuir en las extinciones. Yo no había estado en un fuego forestal en mi vida. Todos los agricultores y pastores quemaban y sabían apagar. Con ellos y con los agentes forestales fui aprendiendo.
El primer incendio que recuerdo fue uno en el monte “El Turcio”, en la margen derecha del río Bernesga, que se nos iba. Me acuerdo porque conservo la nota con que se me presentaron un sargento, un cabo y unos ocho soldados del regimiento de Almansa que vinieron desde León.

En ese incendio empecé a aprender cómo se corre (cuesta abajo claro), cuando cambia el viento y se te va un contrafuego. También aprendí a no hacer caso al que va de enterado y te dice lo que hay que hacer. Fui cogiendo experiencia y al final dicen que sabía algo.

En abril del año 62 se abrieron las oficinas en León y empezamos a contribuir en las extinciones. Yo no había estado en un fuego forestal en mi vida. Todos los agricultores y pastores quemaban y sabían apagar. Con ellos y con los agentes forestales fui aprendiendo.

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Estas eran las emisoras, telefonillos y GPS que había en esa época. Foto Rafael Ayala

¿Cuál ha sido el aspecto de la defensa contra incendios forestales que más le ha fascinado o en que más ha trabajado?

Me ha gustado trabajar con maquinaria y contrafuegos. ¿Fascinarme? Los contrafuegos que salían bien.
A dar contrafuegos aprendí con Silvino López Barreda. Era un agente forestal de El Bierzo, de Paradaseca, que “olía” el cambio del viento. En mi participación en más de mil incendios no he encontrado a nadie que dominara el contrafuego como él.

Han sido muchos contrafuegos los que he tenido que dar o he tenido que dirigir. Hay que tener mucho corazón para decidir y hacer esto.

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Contrafuego. Foto Rafael Ayala

Por el año 1964-65, trabajábamos con maquinaria en preparación de terrenos para la plantación de pinos. Estábamos trabajando con un tractor de cadenas International, que tiraba de un arado Jabalí, en un brezal que embozaba los discos y torcía las manguetas. Había que quemar para mejorar la labor.

Sólo estábamos Pedro Martínez Ríos (el maquinista), un chaval ayudante de Pedro, el agente forestal y yo. Aun así, decidí quemar. Iba bien hasta que cambió el viento y se fue hacia el pinar. No podíamos con él. Le dije a Pedro que metiera la máquina para intentar apagar. Él no quería ni de coña, y no sé cómo (bueno sí lo sé) le convencí. Entró con la pala levantada y el arado arrastrado por encima de las llamas. En la primera pasada vimos que no se nos quemaba la máquina, que era lo que temíamos, sobre todo Pedro, y en unas cuantas pasadas más, logramos apagarlo. La tierra que volteaba el Jabalí caía sobre las llamas del borde. ¡Feliz descubrimiento!

Creo que fue la primera vez en el mundo que se apagó un fuego forestal en ataque directo con maquinaria.
Nunca se nos ha quemado una máquina. Alguna vez hemos pasado algún apuro y hemos tenido que salir corriendo y el que diga que no ha tenido que correr en algún incendio es que no ha estado. La gente tiene que saber correr, saber quemar y aprender en el campo, no en un aula.

Después fue mejorando la maquinaria, las palas eran hidráulicas, y fuimos aprendiendo hasta llegar a José Luis Fernández Fernández (Luis) que ha sido el mejor maquinista y con el que he aprendido lo que pueda saber.
La maquinaria ha mejorado mucho, pero lo que importa realmente no es la máquina, sino el que la maneja.

Han sido muchos contrafuegos los que he tenido que dar o he tenido que dirigir. Hay que tener mucho corazón para decidir y hacer esto.
La gente tiene que saber correr, saber quemar y aprender en el campo, no en un aula

Algunas personas veían el uso de maquinaria en ataque directo una locura

Con los medios que teníamos en los años 64-65, tres pelagatos y ramas para apagar, la máquina era con mucho la mejor herramienta. Con la pala en angledozer se pica en lo verde y se echa sobre lo negro, lo que se va a poner negro.
Mucha gente no sabe cómo trabajar con ellas porque no lo han visto y tienen miedo. Hay que tener maquinistas bien formados. Yo he enseñado a unos cuantos y Luis a muchos.

La primera charla que di sobre maquinaria pesada en extinción fue en Palencia, en la Escuela de Forestales porque me llamó Ricardo Vélez. Creo que porque estaba harto de que les preguntara a los que venían de expertos sobre ataque directo con maquinaria y les ponía en aprietos. Contaba cosas que he vivido y creo que eso se nota. Después hay que verlo sobre el terreno y ponerlo en práctica, si no, no sirve para nada.

En un incendio en el que llevaban trabajando muchas horas cuando llegué con una autobomba vi claro donde tenía que dar el contrafuego. Eran las dos de la mañana. Mandé a los jefes a dormir y cuando volvieron hacia las nueve ya estaba apagado. Eso sí, tuvimos una reproducción y no nos quedó otra que correr.
Antes se apagaba de otra manera. Ahora hay demasiadas normas y si las cumples todas, el fuego se va.

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Este era el equipo EPI con el que trabajaban en la década de los sesenta. Así quedó tras permanecer en un incendio 56 horas.

¿Con qué medios contabas en la provincia?

Al principio teníamos unos obreros fijos del Patrimonio Forestal e hicimos una cuadrilla. Pusimos de capataz a Silvino, que es el agente que me enseñó a quemar para apagar. Lo que teníamos para toda la provincia eran ramas de roble, mecheros y esa cuadrilla. Con estos medios no tuvimos ningún incendio que pasara de las 1.000 ha.

Se trabajaba mucho con maquinaria en repoblaciones y en campaña intentábamos dejarlas cerca de las zonas conflictivas.
Después se pusieron retenes de maquinaria. El primero que se puso fue en Astorga (León), allá por el año 79-80. Llegamos a tener tres retenes de maquinaria. Camión, góndola con tractor con la pala montada (unos 3,8 m de anchura) tractorista y conductor. Avisados, salían antes que las cuadrillas.

Según fuimos teniendo más medios los íbamos usando pero, por ejemplo, en León un avión no sirve porque puede tardar 17 minutos en hacer la siguiente descarga, con lo que el incendio se te ha pasado a otra provincia, así que te tenías que buscar la vida con lo que había.

Ya no hay gente como la que trabajaba conmigo, eran estupendos y sentían que el monte era su casa.
En una ocasión, llegué a estar 56 horas seguidas en un incendio. La primera noche dormí una hora en el Land Rover y la segunda en una fonda de 4 a 6 de la mañana. Y así quedó mi ropa, porque eso del EPI antes no existía.

Ya no hay gente como la que trabajaba conmigo, eran estupendos y sentían que el monte era su casa.
En una ocasión, llegué a estar 56 horas seguidas en un incendio. La primera noche dormí una hora en el Land Rover y la segunda en una fonda de 4 a 6 de la mañana. Y así quedó mi ropa, porque eso del EPI antes no existía.

 

Si antes con esos medios se apagaban los incendios y no superaban las 1.000 ha ¿Qué pasa ahora para que tengamos incendios de estas dimensiones?

Ahora hay mucha tecnología, muchos medios, pero los incendios no se apagan con ordenadores ni desde la oficina. Los incendios se apagan en el monte. Los cursos que se dan en aula, con aire acondicionado y sin poder fumar no sirven si no se complementan con práctica. Lo que sirve es la experiencia de los que han apagado cientos de incendios. Ahora hay mucha gente que tiene miedo y por eso no se apagan como se deberían apagar y se hacen grandes. A los maquinistas que trabajaban conmigo no les tenía que decir nadie lo que tenían que hacer. Llegaban y apagaban.

Reconozco que los avances en maquinaria, herramientas como batefuegos o quemadores, GPS, etc. están bien, pero si se usaran como nosotros usábamos la rama, la azada o el extintor de mochila, con aquel espíritu y entrega, no habría los incendios que hay ahora. Se ha avanzado en tecnología, pero se ha perdido en eficacia en el personal. También en motivación.

Con los medios que tienen ahora se pueden hacer maravillas, pero hay que trabajar más con el equipo humano.
Lo que sí es cierto es que el terreno está más abandonado hay mucha más continuidad de combustible.
El problema es que si te gastas el presupuesto en arreglar una carretera sales en el periódico, pero si lo dedicas a desbrozar no hay ninguna foto.
Si se dedicara más presupuesto a desbrozar y limpiar no habría tantos problemas.

Reconozco que los avances en maquinaria, herramientas como batefuegos o quemadores, GPS, etc. están bien, pero si se usaran como nosotros usábamos la rama, la azada o el extintor de mochila, con aquel espíritu y entrega, no habría los incendios que hay ahora. Se ha avanzado en tecnología, pero se ha perdido en eficacia en el personal. También en motivación.
Con los medios que tienen ahora se pueden hacer maravillas, pero hay que trabajar más con el equipo humano

¿Qué sentimiento le queda después de todos estos años de trabajo? ¿Cuáles son los aspectos más destacados en los que hemos conseguido avances importantes?

Me queda un sentimiento de gratitud hacia toda la gente estupenda con la que he tenido la suerte de trabajar.
Hemos avanzado en que se utilizan mucho mejor las noticias de prensa y televisión, aunque sigue siendo una tarea pendiente. Hay que aprender a tratar con la prensa.

¿Qué cambiaría de estos años?

Cambiaria la preparación del personal que se ha de dedicar a extinguir incendios forestales.
Habría que profesionalizar este personal. Fuera de campaña haciendo desbroces, podas, fajas auxiliares, apertura y limpieza de cortafuegos, etc. Se comería el presupuesto de otras partidas, pero se debería fijar a esa gente.

Lo de la UME está muy bien. Yo les estuve enseñando a apagar con maquinaria. El problema que hay con el ejército es que cuando han aprendido, ascienden y cambian de destino, con lo que la experiencia se va con ellos y tienes que empezar de cero. Habría que exigirles que se quedaran un determinado tiempo para al menos trasladar ese conocimiento a los que llegan.

Cambiaria la preparación del personal que se ha de dedicar a extinguir incendios forestales.
Habría que profesionalizar este personal. Fuera de campaña haciendo desbroces, podas, fajas auxiliares, apertura y limpieza de cortafuegos, etc

¿A qué personas le gustaría recordar?

He nombrado a alguno, pero me acuerdo de muchos. De Baldomero que casi me quema; de Ricardo con el que casi nos quemamos: de Eulogio que salvó los montes de Tabuyo hasta que se jubiló; de Emilio con el que compartí satisfacciones por el bien hacer y buenos ratos; de Juan Carlos que es bueno en caza, en los incendios y como persona…De muchísimos. He tenido suerte.

¿Qué consejos podría dar a las nuevas generaciones de profesionales en defensa contra incendios forestales?

Es muy difícil dar consejos porque en incendios nunca dos y dos son cuatro. Las cosas que haces en una zona a veces no se pueden trasladar a otra. Yo he trabajado sobre todo con máquinas, pero en algunos sitios no sabría qué hacer con ellas.

Cuando empecé me apoyé en gente que sabía más que yo. Ahora los jefes, se creen que lo saben todo y no se dejan asesorar. Hay que dejarse ayudar por la gente que tiene experiencia.

Antes se podía mover maquinaria donde hiciera falta o coger el helicóptero para ir un incendio. Ahora esto ha cambiado mucho, te lo tiene que decir desde Valladolid un ingeniero de montes que acaba de terminar, ha hecho un cursillo y no se ha calentado la cara ni quemado las pestañas.

…en incendios nunca dos y dos son cuatro. Las cosas que haces en una zona a veces no se pueden trasladar a otra. Yo he trabajado sobre todo con máquinas, pero en algunos sitios no sabría qué hacer con ellas

¿Echa de menos los incendios?

Viendo las tonterías que se hacen, no sé si lo echo de menos. Que se queme todo Tabuyo en el año 2012 y no haya narices para pararlo, no lo entiendo. No puedo entender las decisiones que se toman en ocasiones.

Hay mucha dependencia de los medios y si no hay medios y no hay agua, no se sabe apagar. Si cumplimos todas las normas, los incendios no los apagamos. Se paran cuando se tienen que parar.

Antes con los pocos medios que teníamos era suficiente. También contábamos con la gente del pueblo. Incluso se les multaba con 100 pesetas si no acudían a ayudar. Se quedaban de retén cuando ya habíamos apagado y hacían una buena labor. En los pueblos donde hay tradición de incendios saben apagar y defenderse perfectamente. No hace falta evacuarles. Queda bonito en la prensa decir que se han evacuado tantas personas de un pueblo, pero a veces se protege demasiado y no es necesario.

También contábamos con la gente del pueblo. Incluso se les multaba con 100 pesetas si no acudían a ayudar. Se quedaban de retén cuando ya habíamos apagado y hacían una buena labor. En los pueblos donde hay tradición de incendios saben apagar y defenderse perfectamente. No hace falta evacuarles

Una anécdota para recordar

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Marcado en amarillo: Juaquinico (maquinista) dando la pasada que apagó el incendio. Marcado en rojo: contrafuego que empezaron a dar desde abajo. Foto Rafael Ayala

Estábamos en un incendio en el límite de León, que pasó a Zamora. Al cambiar de provincia no teníamos comunicación con los equipos de allí. Estábamos dando una pasada de máquina y lo teníamos casi controlado cuando un conductor de autobomba de los míos, César, vio que nos estaban dando un contrafuego por debajo. Menos mal que lo vio y le mandé que lo apagara. Lo que pasó es que era tarde y un sargento de la Guardia Civil había convencido al técnico de Zamora (era su primer incendio) para terminar pronto. Yo también he dado muchos contrafuegos, pero no hay que quemar por quemar.

En otro incendio que iba hacia un pueblo, fui para intentar dar un contrafuego y que no llegara a las casas. Allí había una señora octogenaria y una niña de unos 12-14 años que habían puesto una manguera en un grifo para defenderse. Me puse a dar el contrafuego a unos metros del pueblo y ellas con mis instrucciones estaban preparadas para prender desde las casas si era necesario. No lo fue y entre los tres salvamos el pueblo.

En algunos sitios incluso han quemado delante de nuestras narices. Aprovechaban que estábamos allí y quemaban para que lo pudiéramos apagar y así defender el pinar de otros fuegos.
Se quemaba por tradición y se seguirá quemando. Antes de aprender a andar, los niños aprendían a quemar, porque sus padres y sus abuelos queman para desbrozar, para pastos o para limpiar.

PD: No he sido tan bueno como aparezco en estas líneas.
Gracias.

Juan Barroso e Isabel Poza