El Colegio de Sicólogos de Castilla y León atenderá a víctimas de catástrofes y a profesionales de las emergencias en esta región

La Consejería de Fomento y Medioambiente de la Junta de Castilla y León renueva su convenio con el Colegio de Sicólogos de la región para la intervención en situaciones de emergencia, desastres y catástrofes. Su labor irá destinada tanto a personas que sufran una pérdida como a los profesionales de las emergencias. Se incorpora al convenio la formación en materia sicológica de estos profesionales.

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112 Emergencias de Castilla y León. Foto 112 CyL

A través de los protocolos del Centro de Emergencias 112 de Castilla y León, “la administración de la Comunidad solicita la participación de este servicio complementario de asistencia en situaciones de emergencia o catástrofe, enmarcándose su participación dentro de los diferentes Planes de Protección Civil cuando estos están activados, coordinándose su actuación con el resto de recursos de asistencia psicológica que pudieran ser requeridos”, informa la Consejería de Fomento y Medioambiente. El Colegio Oficial de Psicólogos fija el protocolo de movilización de los profesionales que formen parte del directorio de intervención, con arreglo a las situaciones y parámetros que se determinen en la investigación de necesidad y planificación previstas.

El servicio está activo desde 2005 y tiene una doble función, por un lado atender a familiares, amigos y allegados que han perdido a un ser querido o sus bienes en una catástrofe, accidente, intentos de suicidio o emergencia en general. Por otro, dar formación de forma interna a los profesionales que intervienen en este tipo de situaciones y emergencias, desde sanitarios, Protección Civil a Guardia Civil, Policía o servicios de dispositivos de incendios para explicarles qué se van a encontrar, cómo es el perfil de una persona en un estado de crisis, cómo tienen que enfrentarse a grupos de gente violenta, a altercados ciudadanos y a evacuaciones. Que sepan detectar los síntomas que son consecuencia de intervenciones delicadas, como por ejemplo cuando se ha participado en la excarcelación del cadáver de un niño. Todas estas cuestiones pueden dejar secuelas en la mente de la persona que interviene.

“La formación que se les da los profesionales no es para sustituir al sicólogo, no es formación para intervenir en suicidios, por ejemplo, se les da formación para que sepan a qué se enfrentan, cómo son las características de una persona en una situación de crisis”, nos comenta Jesús de Blas, vicedecano del Colegio de Sicólogos de Castilla y León y coordinador del Grupo de Intervención Sicológica en Situaciones de Desastre y Emergencias. No se trata de formar sicólogos de primera instancia, de andar por casa, para que solucionen problemas supuestamente fáciles, no los hay, sino de formar profesionales que identifiquen síntomas para adelantarse a comportamientos, bien sean de los propios compañeros de la emergencia o de las personas a las que se atiende en la emergencia.

“La formación que se les da los profesionales no es para sustituir al sicólogo, se les da formación para que sepan a qué se enfrentan, cómo son las características de una persona en una situación de crisis.Cuando una persona se encuentra en una situación agitada las emociones invaden la parte racional del cerebro y toma decisiones o realiza acciones que en estado normal no haría. Te puedes esperar cualquier cosa».

“Cuando una persona se encuentra en una situación agitada las emociones invaden la parte racional del cerebro y toma decisiones o realiza acciones que en estado normal no haría. Te puedes esperar cualquier cosa. Hay que saber identificar y manejar esas emociones”, comenta de Blas.

Un ejemplo de la utilidad de conocer este tipo de reacciones son las evacuaciones, “decirle a una persona que no puede acceder a su hogar o que debe abandonarlo puede provocar dos reacciones: que haga caso a la primera, o que incluso termine insultando al profesional que le da el aviso”. Entender la montaña rusa de emociones por las que está pasando esa persona, la situación de estrés que puede convertirla en una persona emocionalmente inestable es una ayuda fundamental para saber comunicarse con ella y conseguir que su comportamiento ayude a la solución de la emergencia, no se convierta en otro problema más.

El sentimiento de culpa ataca a los profesionales de la emergencia

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Los efectos de los incendios sobre personas y bienes pueden provocar reacciones con las que deben trabajar en ocasiones los dispositivos de extinción. Foto Tragsa.

Y luego están los efectos de la propia emergencia, las situaciones de estrés, las emociones que invaden al profesional cuando ha terminado el suceso. “Hemos detectado que es necesario darles información de los efectos que producen en ellos intervenciones en situaciones especialmente delicadas. Llegan a casa y están especialmente irritables, tienen imágenes recurrentes, asociaciones con sonidos y olores que les complica la vida a ellos y a las personas con las que viven. Son señales de que hay algo que no está donde debe estar”.

Su trabajo consiste en decirles que pueden pasar por todo eso pero que si les sigue ocurriendo a partir de un determinado momento sería necesario que buscasen ayuda de un profesional para ordenar sus pensamientos y emociones. “No tiene por qué pagar la familia las consecuencias de las experiencias que tú has tenido, que en algunos casos son muy duras”.

Hasta ahora se han hecho cursos de formación todos los años, a petición de la Junta, a una media de 40 personas por provincia al año entre personal de Protección Civil y nuevos bomberos, principalmente. Este año se incorpora la formación al convenio para que sea solo el Colegio de sicólogos quien la imparta de manera continua.

Según Jesús de Blas, los profesionales de las emergencias han recibido muy bien la formación que reciben y ven la presencia del sicólogo como una ayuda necesaria para enfrentarse a situaciones diarias o excepcionales. “Les ayuda a saber lo que les pasa y a tener una actitud adecuada ante situaciones que van a vivir, les permite interpretar lo que les sucede habitualmente. Ellos mismos son los que nos han dicho que en ocasiones necesitan ayuda. Nadie está preparado para ver morir a un compañero y que no le afecte”.

Además de la ayuda a familiares y personas próximas a víctimas también han atendido, en algunas ocasiones, a grupos de personal de la Junta que habían intervenido en situaciones complicadas como fallecimiento de compañeros en actuaciones “o que habían estado en el exterior en alguna misión y habían visto cosas tremendas, ayudándoles a asimilar esas experiencias”. Hasta ahora no han realizado intervenciones individuales, han sido sesiones de grupo para asimilar las experiencias que habían tenido y que no les causasen problemas individuales. El convenio incluye la posibilidad de tratar individualmente a los profesionales si fuese necesario.

“Hemos comprobado cómo aparece en muchos casos un sentimiento de culpa. Se mueven a nivel emocional, no a nivel racional, con lo cual es muy difícil manejarlos si no se tiene conocimiento y experiencia. Nadie está preparado para ver morir a un compañero y que no le afecte”

“Hemos comprobado cómo aparece en muchos casos un sentimiento de culpa. Se mueven a nivel emocional, no a nivel racional, con lo cual es muy difícil manejarlos si no se tiene conocimiento y experiencia. En esos casos hay que trabajar esa situación desde ámbitos más especializados, no vale solo la recomendación de “no te sientas culpable, has hecho todo lo que podías”, etcétera. Es necesaria la ayuda de un sicólogo y, en este caso, nuestra atención se incorporaría dentro del convenio”.

Otras reacciones que se suelen encontrar en los profesionales que han tenido una experiencia traumática en una emergencia son “reacciones agresivas que sobrepasan lo esperable, cualquier estímulo puede provocar reacciones fuera de lugar; hemos encontrado imágenes recurrentes, sueños y pesadillas, faltas de concentración, desgaste profesional que lleva a alguno a pensar en abandonar el trabajo. Hay síntomas que se pueden identificar para después acudir al profesional en caso de necesidad. Los sicólogos estamos para eso, para colocar las cosas en su sitio y que las decisiones que se tomen sean de forma racional y no sean impulsivas o emocionales fruto del momento”.

El tiempo que puede llevar un primer tratamiento varía en función de la profundidad del problema, del tiempo que lleve sufriendo esa situación la persona que necesita ayuda, es decir el tiempo que se tarde en afrontar el problema, “a más tiempo que pase el problema sin afrontarse más difícil es después abordarlo y solucionarlo”. Depende también de la dependencia que se tenga del problema, de cómo afecte a la vida diaria de la persona. “No es lo mismo una fobia a los rinocerontes, cuando no te vas a encontrar nunca con uno, que tenérselo a los ascensores y vivir en un decimoctavo piso, o a la sangre y ser sanitario. El tiempo depende de la intensidad del problema, pero cinco o seis sesiones, espaciadas 15 días entre ellas, pueden ser suficientes para reordenar las ideas y emociones”.