Covid-19, una emergencia de solidaridad y compromiso social

El Gobierno decreta el Estado de Alarma y prohíbe salir de casa si no es para trabajar o comprar comida. Varios hospitales públicos en distintas partes del país atienden pacientes por encima de sus posibilidades; los servicios sanitarios doblan turnos desbordados por la cantidad de enfermos en estado grave que colapsan las camas de las unidades de cuidados intensivos; el número de contagiados se ha disparado y las previsiones de los especialistas apuntan a dentro de tres semanas como el pico más alto de contagio. Y ante esta situación, una parte de la población permanece ajena a su gravedad, aprovecha el fin de semana para viajar o para salir a la sierra pensando que respirar su aire limpio es la mejor forma de evitar el contagio del virus.

No les falta razón, en la montaña, al aire libre, es difícil contraer el virus, aunque no imposible, porque siempre puede haber un contacto con alguien que lo porte de la forma más inesperada e imaginada. Sin embargo, esta no es la mayor preocupación. El problema es, una vez más, la gestión del riesgo: evitar situaciones que aumenten el peligro de sufrir cualquier otro tipo de accidente que requiera la atención de los servicios de emergencias.

De unos días a esta parte no hay nada más importante para todos nosotros que el coronavirus COVID-19. Sin embargo, hay personas que siguen sufriendo infartos, una caída en casa, un accidente de tráfico, necesitando a unos saturadísimos servicios de urgencias por muy diversas circunstancias. Debemos entender todos que puede que tu accidente obligue a distraer medios humanos y materiales de la emergencia que nos ocupa, que un sanitario o una ambulancia menos suponga mayores posibilidades de que muera una persona, de que tu caída de la bicicleta hoy en la montaña obligará a un esfuerzo sobrehumano para poder atenderte, que pondrá en peligro, más que nunca, a otras personas más necesitadas.

Los que trabajáis en la lucha contra los incendios forestales sabéis por experiencia que cuando el enemigo crece de forma descontrolada lo último que necesitáis son más distracciones, nuevos imprevistos que os separen un solo minuto de lo que centra toda vuestra atención. Habéis sufrido en carnes propias que cualquier distracción puede ser fatal.

Por eso, todos los que trabajamos de forma directa o indirecta en emergencias, gestionando o informando, tenemos la responsabilidad de contar en nuestro círculo más cercano, y allí donde podamos, cómo debe comportarse un buen ciudadano ante una situación como esta. Deberemos dar ejemplo con nuestro comportamiento y hacer pedagogía para que la población entienda lo importante que es seguir las recomendaciones de las autoridades.

Debemos hacer entender que lo que estamos sufriendo no es un problema de riesgo o de salud individual, no es una opción personal hacerse 60 kilómetros en el coche para dar un paseo por la sierra, no hay posibilidad de elegir porque se trata de un problema colectivo. Tu riesgo es nuestro riesgo, tu imprudencia nos pone en peligro a todos. Frente al virus individualista hay que vacunarse con el antídoto de la solidaridad y el compromiso social.

Lo que estamos sufriendo no es un problema de riesgo o de salud individual, no es una opción personal hacerse 60 kilómetros en el coche para dar un paseo por la sierra, no hay posibilidad de elegir porque se trata de un problema colectivo. Tu riesgo es nuestro riesgo, tu imprudencia nos pone en peligro a todos. Frente al virus individualista hay que vacunarse con el antídoto de la solidaridad y el compromiso social.

Por eso, en OSBOdigital nos sumamos a la campaña que se ha hecho viral en redes sociales #YoMeQuedoEnCasa , por ti, por mi, por todos nosotros.

Es cierto que a nuestra sociedad, adormecida en la comodidad de la abundancia y del bienestar, ajena en general a situaciones de estrés y escasez, acostumbrada a la seguridad de los servicios públicos de calidad y garantizados, no está preparada mental y emocionalmente para enfrentarse a una situación como esta. No han caído bombas que destruyan edificios, ni sucedido un terremoto que destruya nuestras ciudades, todo continúa aparentemente igual y es difícil hacerse a la idea de que realmente estamos en peligro. Nos falta cultura de emergencias y, permítanme decirlo, un poco de humildad. Esta crisis va a demostrarnos, entre otras cosas, lo frágiles que somos como sociedad y qué fácil se nos ven las costuras cuando la presión del balón es muy alta (ya hemos visto algunos pequeños ejemplos en los supermercados, repuestos cada día con la misma calidad y variedad de productos de siempre). Aunque seguro que también veremos, no me cabe duda, demostraciones de solidaridad y generosidad como solo el ser humano es capaz de dar.

Con independencia de lo que opine cada uno sobre la gestión de esta emergencia por parte del Gobierno de España y de los de las distintas comunidades autónomas, será más adelante, cuando todo haya pasado, cuando debamos analizar técnicamente qué acciones se han desarrollado adecuadamente y cuáles no: cómo ha sido la política de comunicación de crisis (fundamental en una situación como ésta), cómo se han desmentido los bulos, organizado los medios técnicos, previsto el avance de la enfermedad, la velocidad y oportunidad con la que se ha reaccionado. Deberemos hacerlo con la intención de extraer una lección y aprenderla para la siguiente crisis.

Para terminar, mi solidaridad más absoluta con todos los profesionales que están al frente de la gestión de esta emergencia nacional, especialmente con los sanitarios que, en una demostración de vocación, compromiso, solidaridad y generosidad mucho más allá de lo exigible, están en primera línea.
Nadie mejor que todos vosotros y vosotras, los que tantas veces os ponéis frente al monstruo del gran incendio, para saber de lo que hablo. #YoMeQuedoEnCasa.

Ismael Muñoz
Director de Osbodigital