Entrevista a Antonio Gutiérrez Sánchez, agente del medio natural de Extremadura
«La gente de pueblo es mucho más natural que la de ciudad»
Antonio tiene más de treinta años de experiencia como agente del medio natural en Extremadura, y como escritor, tiene cinco libros a sus espaldas y un sexto a punto de salir. Es uno de los agentes que mantendrán viva la sección de Diario de un Agente, que ayudará a visibilizar su trabajo. Conoce bien el medio natural y a las personas que se mueven por él, razones más que suficientes para hablar con Antonio de su trabajo, de los intereses y necesidades de los usuarios del medio natural, y de sus libros, reflejo en muchos casos de su conocimiento y experiencia como agente.
¿Qué es lo que le invita a escribir? ¿por qué escribe?
En principio fue la necesidad de dar a conocer mi profesión de una forma amena, entretenida y didáctica. Tras ello, sobre todo en las novelas de ficción, muchas veces lo he considerado como una forma de evasión de la realidad, que a veces se nos antoja que no es el del todo de nuestro agrado. Es crear, de tu propia imaginación, una historia, un entorno y unos personajes, construyendo mundos o historias distintas, y encontrando aliciente en ello.
¿Desde cuándo lo hace?
Empecé a escribir aproximadamente con 17 años. Todos esos textos los guardo con nostalgia, incluso con la pretensión de darles luego un toque más maduro y poder publicarlos, como ha ocurrido con “Cariyárbur” y “Caballo Blanco”, que en su día se trataban de breves cuentos de diez páginas y se han transformado en novelas de casi 300 y 600 páginas respectivamente.
De forma más seria, escribo desde el 2008, cuando el compañero murciano Luis Cavero, director de la revista Guardabosques, me animó a que recopilase todos los relatos que colgaba en un foro de la profesión creado por el compañero asturiano Roberto Naveiras (tristemente este foro ya está en desuso o desaparecido), y así nació el primer libro de la profesión: “Oak, Vivencias de un Agente Forestal”, editado por Guardabosques.
Debido al éxito de este primer volumen, he llegado a publicar dos partes más (“Crónicas de un Agente Forestal en Extremadura, Oak II” y “Vivencias y confesiones de un Agente Forestal, Oak III) que pretenden narrar, como el primero, las vicisitudes de un Agente Forestal en su servicio.
¿Qué objetivos tiene con sus libros que narran sus experiencias personales y profesionales como agente forestal?
Simple y llanamente, dar a conocer nuestra profesión, con sus alegrías y sus sinsabores. Sacarla de las tinieblas del desconocimiento que tiene de ella el público en general. Ponerla en valor, con sus venturas y sus desventuras. No pretendo más.
¿Cómo ha cambiado la profesión de agente forestal desde que comenzó hasta ahora?
¡Muchísimo! Me calcé por primera vez las botas de agente de medio ambiente (denominación de la Comunidad Autónoma de Extremadura cuando adquirió las competencias medioambientales) recién salido de la mili, el 1 de abril de 1987, y recuerdo que era raro el día que no desayunábamos, comíamos e incluso cenábamos en el monte, sin casi festivos al ser Patrulla Móvil y dar servicio de apoyo a otras comarcas y a otros compañeros en toda Extremadura.
Moto al principio como cabalgadura (una Rieju 80); Cuatro ele (4L) como vehículo “todo-terreno” después… Eso de las siete horas o siete horas y media de ahora, ni “mijita”. Todo el día e incluso toda la noche en los servicios nocturnos. Sin EPI para los incendios, sin festivos apenas. A pesar de ello, recuerdo aquella etapa con mucha nostalgia. Aprendimos mucho y disfrutamos bastante.
Me calcé por primera vez las botas de agente de medio ambiente el 1 de abril de 1987 y recuerdo que era raro el día que no desayunábamos, comíamos e incluso cenábamos en el monte, sin casi festivos al ser Patrulla Móvil y dar servicio de apoyo a otras comarcas y a otros compañeros en toda Extremadura.
¿Entiende el ciudadano del medio rural, con quien ustedes tienen un trato continuo, el papel del agente forestal o medioambiental?
Yo creo que somos parte del ecosistema donde también ellos se mueven y así nos consideran la mayoría, para bien o para mal. Sabemos que en ocasiones algunos no llegan a “entender” determinadas resoluciones inherentes a nuestras funciones como policía medioambiental y judicial en sentido genérico, cuando les afecta negativamente. Pero estamos obligados por la ley a hacerlas cumplir y denunciarlas si no se cumplen.
Los agentes somos parte del ecosistema donde los ciudadanos rurales se mueven y así nos consideran la mayoría, para bien o para mal. Sabemos que en ocasiones algunos no llegan a “entender” determinadas resoluciones inherentes a nuestras funciones como policía medioambiental
Usted comenzó escribiendo sobre la vida diaria del agente forestal para terminar publicando novela ¿cómo fue el paso de la narrativa más descriptiva a la literatura?
Presumo de tener mucha imaginación, pero en aquel momento no tenía la suficiente madurez literaria para hacer algo que valiese la pena. Más el trabajo diario, ya siendo agente de medio ambiente (ahora transformado el nombre en Extremadura, por caprichos políticos, a agente del medio natural), me privó de retomar aquella afición, pues la evasión que me suponía entonces el escribir, la suplía con la ilusión y el entusiasmo de llevar a cabo la profesión más bonita del mundo.
Cuando uno ya se va asentando en otros valores, y entiende que, además de escribir vivencias sobre tu oficio, al que tanto debes, puedes también retomar con más experiencia aquella afición de juventud, te atreves a escribir novelas más elaboradas, aunque bien es cierto que la mayoría con un trasfondo propio de mi profesión, como “Cariyárbur” o la novela histórica, pronto a publicarse, “Simón el verderer”.
¿Qué diferencias encuentra entre un relato de experiencias personales y uno de ficción?
En la narración de las experiencias personales, he de atenerme a un guion, es decir, a lo que ocurrió en realidad, lo suavice o no, lo exprese con mayor o menor acierto, con mejor entusiasmo o mayor descripción, o pueda enriquecerlo o no con la necesaria retórica.
En las novelas de ficción, aun obligado a mantener cierta coherencia en la narrativa, puedo evadirme de esa responsabilidad que tiene el escribir sobre sucesos no ficticios y crear personajes, historias, mundos incluso, sin un guion preestablecido.
En sus dos novelas el medio natural está muy presente, las historias transcurren o bien en medio de él o relacionado con él ¿es una referencia continua por que quiere dar algún mensaje concreto, o es el escenario que mejor conoce y donde puede desarrollar con mayor facilidad la trama?
Bueno, en “Cariyárbur” sí es así, pues los protagonistas son un biólogo extremeño y un agente forestal bávaro; en “Caballo Blanco”… es una novela de ficción ambientada en la Edad Media donde no aparece ningún “guardabosques”, aunque sí alguna pincelada referente a la conservación de la naturaleza, pero es anecdótica.
En cambio, en “Simón el verderer”, todavía nonata, vuelve a llevar las riendas de la trama un sotamontero, un “guardabosques” del siglo XIII en una recién reconquistada Extremadura.
En esas situaciones, en las que el factor “guardián de la Naturaleza” aparece como protagonista, es cierto que me desenvuelvo mejor por conocimiento de mi profesión; pero si ese “guardián” vive en el año 1256 (como es el caso de “Simón el verderer”, he de documentarme sobradamente para no meter la pata y ser veraz y creíble en lo que describo.
Su cuarto libro “Cariyábur”, una novela de emoción y tensión en medio de la naturaleza, tiene esos dos elementos: la naturaleza y un agente forestal, en este caso alemán, que ayudará al protagonista a encontrar al árbol mágico de Cariyárbur. En la última novela “Caballo Blanco”, el protagonista huye de la guerra y del mundo que conoce en busca de un lugar de paz, también idílico. ¿Es la naturaleza idílica, soñada, un tema recurrente en sus libros?
Yo la denomino, a la naturaleza, “lo Primigenio”, de donde todos hemos salido, y hacia donde todos acabaremos yendo. Sí, sin duda es el escenario que siempre procuro encontrar en mis libros para sentirme en calma y en paz conmigo mismo. Y por ello intento también que mis personajes la encuentren al final, de una forma u otra, definitiva o transitoriamente.
Por cierto, encuentra ese lugar y se llama Valsain, ¿otra referencia al bosque forestal por excelencia considerado siempre como el modelo de gestión sostenible?
¡Exactamente! Valsain, sin el acento propio de la localidad de Valsaín, donde incluso todos los agentes forestales de España nos reunimos una vez al año para contar nuestras cuitas e intentar arreglar el mundo… forestal.
Ese fue el reino donde Horsewhite, el protagonista de “Caballo Blanco” se sintió, mencionando mis palabras de antes, en calma y en paz consigo mismo, en un entorno no sólo idílico, sino sostenible y sin guerras ni daños inútiles.
En esta última novela dibuja a un protagonista atormentado por sus experiencias de guerrero pero lleno de valores nobles, de dignidad y de coraje para reconciliarse consigo mismo y saldar cuentas con su pasado. ¿Es la vuelta a la naturaleza, a la esencia de lo natural, la forma que tiene de reconciliarse con sus valores perdidos o maltratados en la vida que llevaba hasta entonces?
Es, más bien, descubrir que lo natural, es el reino en paz por antonomasia, un reino en calma, pues así lo es en realidad; donde no existen las guerras y los vicios humanos que tanto han hecho daño a su entorno.
Es el descanso del guerrero, como se suele decir, donde sólo le atormenta su pasado; su presente es dichoso y no encuentra falsedad en los que le rodean, pues éstos también están ungidos por lo natural, sin falsedades, sin envidias, sin disputas.
¿Qué tiene de metáfora con la vida actual, podría ser un símil entre el hombre urbano, alejado de su instinto más natural y su necesidad de volver a estar en contacto con la naturaleza?
“Caballo Blanco” no es tan expresivo en ese sentido; sí lo es “Simón el verderer”, incluso el protagonista de esta novela lo explica detalladamente cuando, en la torre del Castillo de Cubillos (donde se desarrolla principalmente la trama) habla con el Freire de la Orden de Alcántara, otro de los protagonistas de la novela, sobre lo que el ser humano ha perdido en cualidades sobre todo físicas, cuando poco a poco fue dando la espalda a la naturaleza.
A menudo se observan diferencias notables entre las personas que viven en las ciudades, sobre todo en las grandes ciudades, y las que viven en el medio rural en su manera de relacionarse con el medio natural, e incluso en su visión de él, en lo que espera obtener ¿Tiene, en general, el ciudadano que vive en un medio muy urbano una visión distorsionada de la realidad del medio natural, o se trata tan solo de intereses diferentes con respecto a los ciudadanos de los pueblos?
Yo creo que la respuesta daría para un extenso libro, pues hay muchas variedades de “urbanitas” y de “rurales”. Sobre los primeros los hay que sólo viven en la ciudad y que visitan el campo únicamente con fines crematísticos (la caza, la saca del corcho, el arrendamiento al ganado…); otros tienen muy idealizada la figura de la naturaleza, por cuentos que les han narrado, películas que han visto (Bambi por ejemplo)… pero eso exclusivamente les alienta a ir a un sitio bonito un fin de semana para mantener esa idílica idea luego confortablemente en casa. Otros, simplemente, no tienen tiempo ni para fijarse en un gorrión que recoge un trozo de pan de la calle, o los silbidos de los vencejos que amenizan el crepúsculo tras la ventana de su oficina o su casa.
Aunque siempre nos encontramos con alguna rara avis que compagina muy bien la ciudad con el entorno natural.
La gente de pueblo, que vive principalmente de la naturaleza (la leña, el ganado, los cultivos, la caza…), tiene otra consideración sobre ella muy distinta al urbanita. Es cierto que también se mueve por intereses al procurarse el carbón en las carboneras para su venta, o los conejos que vende en el bar del pueblo, o del rendimiento de su ganado que pace en sus dehesas y de la venta de las pacas de paja que se producen en ella; pero, al estar más en contacto con el campo que la gente que vive en la gran ciudad, ni lo tienen tan idealizado, ya que viven en él; y mucho menos pasa olímpicamente de su entorno, pues igualmente habita en él. Y por ello, por regla general, la gente de pueblo es mucho más natural que la de ciudad.
No quiero decir con esto que los “rurales” respeten más su entorno que los “urbanitas”, pues de todo debe de haber en la viña del Señor, como dijo aquel. Pero tienen más conocimiento sobre el campo y el monte, eso les hace más útiles para conservarlos si esa fuera su intención.
No quiero decir que los “rurales” respeten más su entorno que los “urbanitas”, pues de todo debe de haber en la viña del Señor. Pero tienen más conocimiento sobre el campo y el monte, eso les hace más útiles para conservarlos si esa fuera su intención.
En los entornos rurales se oye con frecuencia que sus necesidades e intereses, su forma de vida en muchas ocasiones, no tiene ningún peso en los lugares donde se toman las decisiones que les afectan: las ciudades, donde se encuentra la clase política y los polos de poder más fuertes ¿cree que tienen motivos para sentirse maltratados?
En determinadas ocasiones, sí. Hay normativas incomprensibles para el ciudadano rural que impactan con sus legítimos intereses y puede crear agravios comparativos. Para que se me entienda, en una llanura hay avutardas y no se les deja que transformen el secano en regadío, cuando a su vecino, por no tenerlas, le permiten de todo. Habría que compensar este agravio de alguna forma para que le hiciera atractivo al agricultor tener especies protegidas en su finca sin malograr su economía.
En determinadas ocasiones los ciudadanos rurales tienen motivos para sentirse maltratados. Hay normativas incomprensibles para el ciudadano rural que impactan con sus legítimos intereses y puede crear agravios comparativos.
También hay que entender una cosa, el mundo natural es un ecosistema a largo plazo que se da prestado a los que ahora viven para preservarlo para aquellos que luego nos sucederán y que, a su vez, lo entregarán en herencia a los que les sigan.
Esto no lo comprenden muchas veces los titulares de terrenos que los consideran legítimamente suyos, y normativas que pretenden preservar ese entorno en la mejor calidad ecológica, prohibiéndoles para ello que “en su propia casa” no puedan hacer todo lo que les dé la gana, les fastidia mucho, es cierto. En este caso son ellos los que no asimilan lo explicado en el párrafo anterior: que siempre habrá alguien que deberá recibir lo que tenemos, en mucho mejor estado que cuando nosotros lo tomamos, pues todo nos es prestado, todo.
¿Para cuándo su próximo libro y cuál será su género: literatura o informativo?
Ya tenía que haber salido a la luz en marzo o principios de abril, pero llegó el maldito bicho con corona y lo paralizó todo.
Seguramente se esperará para el verano.
He hablado de él anteriormente: “Simón el verderer” es su título (la verdad que el título primogénito era “Simón el verderer, y el medallón del Señor de Alburquerque”, pero el editor lo consideró muy extenso.
Se trata de una novela histórica ambientada a mediados del siglo XIII, cuando ya había sido reconquistada totalmente las tierras al otro extremo del Duero (Extremadura). Y es una novela, llamémosle, detectivesca, un thriller también de suspense, en el que un sotamontero, sirviéndose de sus dotes de observación y campestres, ayudado por un fraile de la Orden de Alcántara, Frey Nuño, intentan discernir un misterio que acontece en un castillo solariego, el de Cubillos (Villar del Rey), propiedad del segundo Señor de Alburquerque, don Alfonso Telo de Meneses.
He de decir que, el trabajo de documentación de la obra, para que fuera creíble, me entusiasmó y dediqué en ello más tiempo que en escribirla.
Saldrá publicada por la Editora Regional Extremeña.
¿Por qué del seudónimo de Oakgreen en todas tus narraciones?
Oakgreen significa Roble verde en inglés, castellanicé en su día el término pues coloqué antes el nombre que el adjetivo; en el idioma de Shakespeare, es al contrario, es decir, sería Green Oak, que es la denominación del alcornoque (Quercus suber). Y es un seudónimo que empleé en el foro del que hablé con anterioridad, y que me definía lo que para mí creo ser: un Roble fuerte, pero todavía joven, necesario de mucha experiencia.
Me gustó seguir empleándolo como firma en mis narraciones.