El cine puede alumbrar cuidados en la naturaleza

El cineasta gallego Oliver Laxe, conocido por ‘O que arde’ –la película sobre el incendiario que vuelve a su pueblo tras cumplir una condena–, abre un centro de desarrollo rural en el valle de Os Ancares en que transcurre el filme.

casa-quindos-laxe-silvopastoril-osbo“De tanto mercado que quieren se lo cargan”. La frase la pronuncia el cineasta Oliver Laxe (O que arde) como conclusión de una reflexión sobre los que conjugan la acción de acumular sin límites en nuestras sociedades de consumo, algo que se puede aplicar incluso al monte. El realizador gallego, que impresionó con una reciente película aspirante al Goya mayor sobre incendios y redenciones en el paisaje de su infancia, ha decidido dejar el cine por un tiempo para dedicarse a la tierra con sus propias manos. Está trabajando en la puesta a punto de Casa Quindós, un centro de desarrollo rural que se inaugurará a finales de año en Os Ancares, Lugo, en una pequeña aldea abandonada que espera revitalizar a través de una programación sobre el uso agrario, ganadero y silvopastoril de los espacios forestales.

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Mientras hace un alto en las tareas de desbroce del terreno en torno a la finca familiar en la que pasó sus veranos de niño (cuando tocaba volver de París por unas semanas, con sus padres emigrantes), se permite breves charlas sobre esta nueva etapa que emprende, porque el cuerpo le “pide monte”. Laxe desgrana algunas de las más acuciantes razones para defender la sostenibilidad de la explotación de los recursos naturales: “Hay una dialéctica muy clara entre cantidad y calidad. Los que están en el reino de la cantidad, acaban muy pobres y el reino de la calidad se impone siempre. Se está viendo cómo se están empobreciendo los países en términos de materias primas. Hoy, con la pandemia, muchos de los ‘tiburones’ acaban arruinados porque la gente se queda en su casa, enferma, sin poder salir”.

El futuro se construye con tradición

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Oliver Laxe

Oliver Laxe (París, 1982) se sabe muy enraizado en el valle del río Ser, a pesar de los muchos años que llevaba alejado de la vida cotidiana en lo que fue la casa de sus abuelos maternos en Vilela, el pueblito en el que acaban las carreteras, en el extremo noroeste español. Sus padres trabajaban en la capital francesa durante todo el año y, durante las vacaciones, atravesaban de Este a Oeste el norte de la Península, para llegar a ese otro mundo en el que las tradiciones rurales se mantenían casi intactas.

A mí la tradición me interesa mucho”, explica Laxe, que sostiene que esta será la fuente de la que se nutra la Casa Quindós para poder mirar al futuro, a través de la formación colectiva en talleres de recuperación de los bosques de castaño (aprendiendo técnicas para el uso de la motosierra, el podado en altura, la apicultura y apiterapia, o jornadas sobre lo bovino); de artesanía y de recuperación de oficios tradicionales.

Entre aquellos veranos del recuerdo y este paso decidido para instalarse como pastor en Os Ancares, Laxe estudió cine en Barcelona, filmó en Londres, se instaló en Tánger para enseñar cine a niños y adolescentes de un centro juvenil (de aquella experiencia nació la películas Todos vós sodes capitáns (Todos vosotros sois capitanes, 2010), y terminó viviendo doce años en Marruecos. En el país vecino fue un ciudadano más, aprendió dariya (árabe dialectal marroquí) y se mudó a la kasbah de un palmeral, al sur de la cordillera del Atlas. Al pie de esas montañas sublimes nació otra película poética como es Mimosas (2016), cuyo título alude a los últimos arbustos de flores amarillas que crecen en el suelo árido, a las puertas del desierto del Sahara. O que arde (Lo que arde, 2019) fue su tercer largometraje, el de la vuelta a casa, el que Laxe dedica al fuego, que “es bello y cruel al mismo tiempo, capaz de lo mejor, y, al mismo tiempo, de lo peor, como el propio ser humano”.

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Fotograma de «O que arde»

Sus películas son casi meditaciones, en las que Laxe rinde homenaje a la naturaleza y al hombre que vive armónicamente en el entorno, a pesar de las ambivalencias, tanto las humanas como las de la flora y la fauna. De ahí que resulte tan conmovedor el diálogo que una madre mantiene con su hijo incendiario frente a un bosque de eucaliptos en O que arde: “Si es malo es porque le han hecho sufrir”. En este caso, además, el director rinde tributo al imprescindible trabajo de los dispositivos de extinción de incendios, a uno de los cuales él mismo se sumó tras formarse como bombero, de manera que las escenas en medio del fuego son registros de llamas reales.

Nutrir las raíces humanas de la sierra

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Oliver Laxe espera tener terminada Casa Quindos ante de fin de año de 2020. Fotograma de Vinte

La Casa Quindós será el centro comunitario de esa zona del valle de Los Ancares, en la provincia de Lugo, en la que se registra una densidad poblacional de cinco habitantes por kilómetro cuadrado. Tras mucho darle vueltas al nombre, el cineasta decidió que el edificio que la albergará, de unos 400 metros cuadrados, renacerá con su nombre original, porque esas casas familiares eran “terapéuticas, pedagógicas y comunitarias”. Esta contará con un sector para acoger a la gente y “habrá oferta hotelera en la zona para quienes quieran estar más cómodos, aunque también existirá la posibilidad de plantar tiendas de campaña e intercambiar trabajo”, apunta.

La idea es fijar población joven en la zona, o seguir enraizando… Laxe suele recordar que su madre nació en ese valle, en una palloza, que es una de esas viviendas con establo típicas de la región, desde antes de los romanos, que albergaban juntos a las familias y a sus animales, entre paredes de una planta circular, hecha de adobe con techos de paja. Su proyecto vital lo ha devuelto a este hogar y el cineasta se siente más cerca de su esencia.

Después de las duras batallas que hay que librar con cualquier proyecto cinematográfico, Laxe sabe que, ahora que ha recibido tres premios en el prestigioso Festival de Cannes (uno por cada una de sus tres películas, además del Goya a la actriz revelación en la última ceremonia del cine español), “es más fácil que me abran más puertas… o al menos que no me las cierren”. Por fin, en su tierra, concluye, “es más fácil también entrar sin llamar”.

Analía Iglesias
@analiaigles