San Francisco de Asís, patrón de los forestales
Es bien sabido dentro del mundo forestal que San Francisco de Asís es el patrón de los forestales: agentes forestales, ingenieros de montes e ingenieros técnicos forestales. Lo es también de los veterinarios por su defensa de los animales y de los ecologistas, además de numerosas ciudades en todo el mundo. Lo que probablemente no sea tan conocido es por qué es el patrón de los forestales y desde cuándo lo es. Pero, sea por motivos religiosos o reivindicativos, el 4 de octubre los forestales celebran San Francisco de Asís como renovación orgullosa del compromiso y vocación de los primeros profesionales forestales. La pandemia este año ha cancelado los actos presenciales y las redes sociales se han llenado de recordatorios durante todo el domingo.
Cuenta Ignacio Pérez-Soba, decano del Colegio de Ingeniero de Montes en Aragón, en un artículo publicado en la publicación Estudios franciscano nº 121 (2020) que, en 1909, en la Escuela Especial de Ingenieros de Montes, ubicada entonces en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), se convocó una reunión para elegir un patrono para el Cuerpo de Ingenieros de Montes. “No sabemos quién la convocó, aunque es lógico suponer que no sería ajeno a ella el director de la Escuela, a la sazón el ingeniero de Montes Domingo Álvarez-Arenas y Fernández. Tampoco conocemos la lista de los asistentes; sólo que “concurrieron algunos de los más prestigiosos ingenieros del Cuerpo”, entre los que estaban, con casi total seguridad, Ricardo Acebal del Cueto y Ricardo Codorníu y Stárico”.
¿Cómo llegó a ser el patrón de todos los forestales?
Cuenta Pérez-Soba en su documentado artículo que todo parece indicar que fue Ricardo Codorníu el responsable de ello al lograr, en primer lugar, “un amplio apoyo eclesiástico. Parece claro que fue él quien interesó la promulgación del Decreto pontificio de 18 de junio de 1910, mediante el cual san Pío X otorgó la Bendición Apostólica a todos los forestales y a todas sus familias en el día 4 de octubre, festividad de su santo patrono el Patriarca San Francisco de Asís”.
Documenta Ignacio Pérez-Soba cómo desde el primer momento se celebraron las festividades de San Francisco por todos los profesionales forestales que pertenecían a una determinada unidad administrativa. Es decir, por aquel entonces los ingenieros de montes, ayudantes de montes que más tarde fueron peritos de montes y posteriormente ingenieros técnicos forestales y la guardería de montes, posteriormente agentes forestales y agentes medioambientales.
Esa fue la intención de Codorníu cuando preparó un folleto informativo, “pagado de su bolsillo”, con el nombramiento de San Francisco de Asís como patrón, y lo difundió entre los forestales. En este folleto, escribía Ricardo Acebal las razones por las que fue elegido San Francisco de Asís como patrón:
Hay Santos dignos de recibir los honores de Patrono nuestro, nadie cuenta con más títulos que San Francisco de Asís, (…), tan apasionado por la Naturaleza que con razón ha sido llamado el Orfeo de la Edad Media. (…) La vida del seráfico Patriarca no es más que un himno perpetuo a la naturaleza, y ningún otro santo experimentó tan profundas simpatías por todos los seres animados o inanimados.
Justo creo, por tanto, consagrar a San Francisco de Asís la fiesta que los ingenieros de montes queremos celebrar, como muestra del amor a la naturaleza, a sus admirables y sorprendentes secretos y a las simpatías del más acendrado y cordial compañerismo, terminaba Acebal.
El obispo de Canarias, Adolfo Pérez Muñoz, escribió también en este folleto lo siguiente:
Por lo que se refiere a la importante misión que ha de desempeñar el distinguido Cuerpo de Ingenieros de Montes, ese celestial patronato es de apropiación indiscutible. Su objeto principal es la conservación, aumento, dirección, vigilancia y cuidado del Reino forestal. […] ¿Qué protector más apropiado para el Reino forestal que el Santo fundador de los Frailes Menores, el gran amante de la Naturaleza y señor de la misma, a quien ésta obedecía con una prontitud maravillosa?

Conocida es la forma que tenía de dirigirse a los animales: «hermano lobo»
Enrique García Gómez, vicedecano del Colegio de ingenieros Técnicos Forestales, escribe en el número 90 de la revista Montes distintos pasajes de la vida de San Francisco y su relación con la naturaleza: “Cuando algún hermano cortaba leña de los árboles, le espetaba para que se asegurase de dejarlos con el suficiente ramaje y vigor de manera que pudiesen crecer de nuevo”.
Ya en 1909 se planteó la circunstancia de que habría forestales que no procesaran la religión católica y que tendrían reticencias a su patronazgo. Cuenta Pérez-Soba en su artículo que esa objeción “la salvaba con inteligencia y amplitud de miras un artículo sin firma -pero atribuible a Codorníu por su estilo y contenido– que llamaba a considerar el patronazgo como una oportunidad de unión en el cumplimiento del deber profesional, movidos todos por su conciencia y vocación, y apoyados o no por la fe religiosa”.
Dice así el citado artículo:
La fe de los creyentes y sus patronatos no pueden perjudicar a ningún servicio, porque alientan el cumplimiento del deber, y fuera realmente incomprensible acogerse por un lado a una advocación religiosa y suponer por otro que el título […] es una patente para cobrar un sueldo del Estado sin ganarlo.
No cabe duda que, desde el primer momento, el sentido del deber y la convicción de vivir una vocación impregnó el desarrollo profesional de todos los forestales, ingenieros, ayudantes y guardas, que, por otro lado, en aquellos años trabajaban exclusivamente para la administración pública.
La propia administración pública ha colaborado en numerosas ocasiones en la celebración de la festividad y en utilizar su iconografía en edificios, parques y construcciones forestales.
Un santo italiano al que apodaban “francesco”, el francés
Su nombre era Juan y no Francisco, aunque no se sabe en qué momento se lo cambió o si fue el resultado de su apodo “francesco”, el francés, por su ascendencia francesa por parte de madre o por los negocios que hacía su padre con Francia, escribe Enrique García en la revista Montes. Nació en 1182 en el seno de una familia acomodada, comerciantes textiles, en el pueblo de Asís.
A los 24 años decide dejar los negocios familiares, reconstruye varias iglesias, lleva una vida especialmente austera y se dedica a predicar el cristianismo, lo que le costará el repudio de su padre. Entre 1210 y 1220 visita Portugal, España, Francia y algunos países árabes. Una anécdota cuenta que al solicitar audiencia con el Papa Inocencio III, al verle vestido de forma tan pobre y «zarrapastrosa», le recomendó fuese a predicar a los cerdos antes de reunirse con él. Dicho y hecho, cuenta Enrique García que se fue a una pocilga «retozó y se llenó de estiércol y volvió ante el Papa, al que le espetó:
Señor, ya que he hecho lo que me habéis ordenado, tened por vuestra parte la bondad de concederme la audiencia que he solicitado.
Son numerosas las referencias a sus milagros relacionados con la naturaleza, tanto plantas como animales domésticos y salvajes, a los que se dice hablaba y estos obedecían. En España se documenta cómo en Sahagún (León) hizo reverdecer un cerezo completamente seco que se llenó de hojas y frutos. En Villasilos (Burgos) liberó a la comarca de una peste de gusanos que se comían los viñedos. Y junto a Palencia limpió un hórreo de gusanos que se comían el trigo.
Murió a los 44 años, casi ciego, tras un largo periodo enfermo, en Porciúncula, cerca de su Asís natal. Lo hace el 3 de octubre de 1226. Sin embargo, en aquella época era costumbre que el cambio de día se hiciera a las 6 de la tarde y no a las 12 de la noche. De ahí que su festividad se celebre el 4 de octubre. A los dos años es canonizado por el Papa Gregorio IX.