El aumento de la superficie forestal y la falta de gestión son la principal causa de los grandes incendios forestales en la zona mediterránea

El cambio climático, ese paraguas que parece cubrir prácticamente todo y a todos, no es la principal causa de los grandes incendios forestales en el Mediterráneo, más bien es un acelerador o, si se quiere, un agravante más de una situación de crecimiento de la masa forestal sin precedentes y de abandono rural. Dicho de otro modo, el origen de los grandes incendios forestales de las últimas décadas en las zonas mediterráneas está “en la expansión sin precedentes de la cubierta forestal propiciada por el abandono rural”.

bosques-tinenca-benifassa-castellon-osboEsta es la principal conclusión de un artículo publicado en la revista Land use Policy fruto de un trabajo de la Universidad Politécnica de Valencia que tenía como objeto “comprender las principales tendencias de cambio de los tipos de uso y cobertura del suelo a escala regional en un gran territorio costero mediterráneo, haciendo hincapié en las trayectorias de la evolución de los bosques, durante un período de 50 años”.

De 1957 a 2007 se produce la mayor despoblación de la provincia de Castellón. De los 171 municipios de la Comunidad Valenciana que estaban en riesgo de despoblación en 2019, “casi el 50 % están en la provincia de Castellón y 28 de ellos se encuentran en riesgo alto de desaparición. Hay medio centenar de municipios con una densidad menor a 10 habitantes por kilómetro cuadrado. La media de la provincia de Castellón es de 87,25 hab/km², mientras que la media nacional es de 94,78 hab/km².

Pero, el principal problema no es lo que ha sucedido sino lo que va a suceder porque, según el Comité Económico y Social de la Comunitat Valenciana (CES-CV), el principal problema del medio rural en Castellón es el envejecimiento. La población se ha desplazado a la costa y ha provocado que el interior de las provincias de Valencia y Castellón y la montaña de Alicante protagonicen un enorme abandono rural.

Este cambio socioeconómico, de ocupación del territorio y ambiental “ha provocado una situación hasta ahora desconocida”, aseguran los investigadores. Y añaden una cuestión más, “estamos ante un nuevo paradigma, en el que los usos humanos ya no son los que estructuran el territorio, sino que desde hace unas décadas lo hacen las propias cubiertas forestales”.

Para Rafael Delgado, ingeniero de montes presidente de la Plataforma Forestal Valenciana y principal autor del estudio “Análisis del cambio de uso y cobertura del suelo en la región mediterránea: un estudio de caso regional de la evolución de los bosques en Castellón a lo largo de 50 años”, realizado con Eduardo Rojas, José Oliver Villanueva y Virginia Garófano Gómez, estos cambios sociales tienen “complejas e importantes consecuencias, además de retos económicos, sociales y ambientales, que deben afrontarse urgentemente de forma integrada, al tiempo que se gestionan los recursos, especialmente los forestales, de forma sostenible”.

Los investigadores señalan a la gestión forestal como una de las herramientas más importantes de “cohesión espacial” en muchas partes del mundo. En opinión de los autores del trabajo, es vital que la futura política sobre estos territorios comprenda «el papel impulsor de la gestión forestal», y su contribución a la resiliencia social en zonas escasamente pobladas”.

Más acumulación de combustible, más peligro de grandes incendios

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Parque natural del Desert de les Palmes (Castellón). Foto Turismo Castellón

Las conclusiones se basan en el análisis de la evolución de las coberturas forestales en los últimos 50 años en la provincia de Castellón. Mediante la fotointerpretación y un análisis temporal los investigadores han podido comprobar “las tendencias de evolución de los tipos de uso y cobertura del suelo, durante la fase más intensa de abandono del territorio conocida hasta la fecha, entre 1957-2007, que rompió las estructuras sociales y espaciales de las grandes áreas rurales”.

Las consecuencias sobre el territorio han sido directas, “en las zonas rurales la población y la agricultura se hundieron progresivamente” hasta llegar a lo que consideran “una profunda desertización demográfica en un paisaje que había sido modelado por más de 5.000 años de actividades humanas, primero por el uso del fuego y después por el pastoreo, la agricultura y la recolección de madera”.

Y el abandono de todas esas actividades ha provocado una homogeneización del paisaje, la superficie forestal en la provincia de Castellón ha crecido un 14 % en los últimos cincuenta años. El trabajo muestra que el área dominada por bosques densos (matorrales y bosques) ha aumentado del 17 % al 28 %, y el área dominada por usos de la tierra de transición después del abandono de la agricultura ha aumentado del 8 % al 21 %.

“El paisaje mediterráneo está en un proceso de deconstrucción que implica graves cambios económicos, ecológicos y sociales por el cese de las actividades humanas tradicionales. Los bosques sin gestión por primera vez en la historia están colonizando nuevas áreas, alcanzando su mayor extensión conocida y densificando su estructura allí donde ya existían”.

Esta densificación de la vegetación y la falta de gestión forestal provoca una mayor acumulación de combustible, primera condición para que un incidente se convierta en un gran incendio. “Desde 1980 los grandes incendios forestales han tomado el protagonismo como los agentes perturbadores más importantes de la expansión forestal. Lo grave es que están evolucionando a emergencias de mayor tamaño y gravedad “con consecuencias más catastróficas y con graves daños ambientales y socioeconómicos a gran escala en un escenario de grandes amenazas por el cambio global”.

El cambio del territorio también ha tenido consecuencias sobre la biodiversidad, “muchas especies han evolucionado hacia un paisaje de uso mixto que les ofrece condiciones de hábitat mucho más variadas que los matorrales y bosques cerrados hacia los que ahora evoluciona el paisaje mediterráneo”.

La solución requiere de políticas que mantengan la población en el territorio, o lo que es lo mismo, la presencia del principal moldeador del paisaje hasta ahora: el ser humano. “Si no se aplican políticas urgentes, la población de las zonas rurales del interior seguirá disminuyendo y, por tanto, el paisaje seguirá perdiendo los últimos elementos de su gestión tradicional”.

La cuestión que queda en el aire es si este nuevo paisaje forestal podrá seguir proporcionando los mismos servicios ambientales que prestan ahora. Para los autores de este estudio, la gestión forestal debe ser la herramienta que permita mantener esos servicios ecosistémicos. Por ello, apuntan a que las futuras políticas para estas zonas deberán tener en cuenta “los diferentes escenarios de gestión forestal y sus efectos sobre los medios de vida, o los incendios forestales, así como sus resultados sobre las reservas de carbono y los servicios de las cuencas hidrográficas”.