Humanismo forestal, o del derecho del hombre a aprovechar el monte

Por Gabriel A. Gutiérrez Tejada, presidente de la Asociación Forestal Andaluza

Humanismo. 3. m. Doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos.
Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española), 2001

árbol-pradera-humanismo-forestal-osboDurante la difusa transición de la Edad Media a la Modernidad, el hombre renacentista sustituyó al Dios judeocristiano por él mismo como centro del universo humano. Esta nueva corriente filosófica propició el desarrollo del conocimiento científico, hasta entonces limitado por múltiples dogmas, ampliando su alcance y posibilidades, favoreciendo la difusión a gran escala de los saberes de la Antigüedad -singularmente gracias a la imprenta-; la expansión del comercio marítimo y las expediciones de exploración; la creación de los Estados modernos y el desarrollo de la burguesía; la mejora de los medios de producción agrícolas y ganaderos; en definitiva, el progreso global de la sociedad humana occidental de entonces.

En la actualidad, numerosos movimientos de diferente índole convergen en la Naturaleza como nuevo centro de interés. Así entendida, esta ha reemplazado al ser humano, como antes este hiciera con el dios, de manera que los dogmas de fe y el pensamiento antropocéntrico han dejado paso a una suerte de panteísmo cándido cuya principal doctrina propugna la no intervención en cada vez más numerosos y extensos espacios naturales, donde situaciones de sobreexplotación originales han evolucionado hacia estadios falsamente genuinos que, en realidad, ocultan una verdadera situación de abandono de estas áreas rurales en las que el hombre, proscrita su actividad vital, se desplaza hacia otros ambientes en apariencia menos hostiles.

Numerosos movimientos convergen en la Naturaleza como nuevo centro de interés. Esta ha reemplazado al ser humano, como antes este hiciera con el dios, de manera que los dogmas de fe y el pensamiento antropocéntrico han dejado paso a una suerte de panteísmo cándido cuya principal doctrina propugna la no intervención

La pretensión, generalmente desde sectores urbanos, de conservar el paisaje como mero deleite de las cuencas visuales es acaparadora, simplista e ingenua. La consideración del medio ambiente como jardín de recreo y expansión periódica de una sociedad concentrada en grandes urbes es un exceso, económica y culturalmente, que simplemente no podemos permitirnos. La asfixia de los medios rurales acabará pasando factura al conjunto de una población que, empobrecida por la pérdida de una sabiduría ancestral, quedará a merced de especuladores y agiotistas globalizados.

Y mientras, la Naturaleza, que desplaza al hombre y ocupa el lugar del dios, se las habrá de ver con los demonios de nueva generación como esos incendios forestales extremos que ya están demostrando en nuestro propio país su magnífico poder de destrucción.

Quizá́, quién sabe, aún estemos a tiempo de revertir la situación. Pero antes habrá que considerar el retorno del hombre al centro de la actividad forestal, apreciar el aprovechamiento de esos recursos naturales como la garantía misma de su conservación. A dejar de ver, en definitiva, la actividad humana como parte del problema y contemplarla como posible solución, puede que la única, especialmente en el ámbito de los bosques y otros terrenos forestales de gran parte de ese mundo que, hace más de cinco siglos, cruzó el umbral de la Modernidad.