La regeneración en los montes alcornocales

Por Nicolás de Benito Ontañón
Asociación Forestal Andaluza

Pese al espectacular estado visual, paisajístico y biodiverso de los montes alcornocales no adehesados, se cierne sobre muchos de ellos un grave problema: la escasez de regeneración natural.

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En efecto, tanto el reconocimiento sobre el terreno como los datos que se obtienen de diversos proyectos de ordenación de montes de los principales núcleos de montes alcornocales, ponen en evidencia la enorme descompensación en las edades de los árboles: las edades más jóvenes apenas cubren en la mayoría de los casos el 3 % de la superficie total, cuando en un monte bien estructurado deberían alcanzar al menos el 25 %. De ello, puede concluirse que, por el momento, y contra todo pronóstico basado en la “foto fija”, el monte alcornocal tiene un futuro más que incierto en grandes superficies de su área de ocupación.

Las dificultades para la regeneración natural del bosque alcornocal no son inherentes a su esencia (salvo tal vez en el piso termomediterráneo a causa de la anomalía climática que supone el alza de las temperaturas y el gran alargamiento de la estación seca), pues se conoce y observa por doquier la facilidad de germinación de las bellotas. Es principalmente la fuerte carga de herbívoros y predadores de bellotas (domésticos desde tiempo inmemorial y además silvestres desde el último tercio del siglo XX) la que dificulta enormemente la renovación del bosque. La imposibilidad, o inconveniencia, de reducir o retirar drásticamente esta fauna requiere la aplicación de otras medidas eficaces, aunque siempre más costosas.

Las edades más jóvenes apenas cubren en la mayoría de los casos el 3 % de la superficie total, cuando en un monte bien estructurado deberían alcanzar al menos el 25 %. El monte alcornocal tiene un futuro más que incierto en grandes superficies de su área de ocupación

El mundo forestal se muestra en la actualidad muy contemporizador con la presencia de la ganadería en los montes, por razones de prevención de incendios, de defensa del mundo rural y de extensión a los espacios forestales de la política agraria común europea, entre otros motivos. No es siempre tan comprensivo con el papel de la caza mayor, principalmente por reticencias de los sectores agrícola y ganadero y por estados de opinión animalistas bien propagados mediáticamente (los cuales paradójicamente agravan el problema pues la reducción de la caza incrementará la carga de las especies cinegéticas).

Para acometer extensos programas de ayudas a la regeneración de los alcornocales habrá que tener en cuenta sin duda estos dos factores limitantes, debiendo asumirse que los mismos han de dificultar y encarecer dichos programas, pues éstos tendrán que contener inevitablemente medidas artificiales -y costosas- de protección del regenerado ante los herbívoros.

Por lo tanto, si la política forestal en este ámbito no duda en incorporar ganadería y fauna cinegética a la ecuación, deberá consecuentemente incrementar los medios técnicos y financieros para abordar tales programas de ayuda a la regeneración natural, algo de lo que por el momento no parecen ser conscientes los responsables de ella.

Hay un enorme atraso en acometer a gran escala dichos programas de regeneración, que se vienen reclamando desde hace varias décadas una vez detectado, y hasta cierto punto cuantificado, el problema. No ha llegado aún con suficiente fuerza la voluntad política para ello ni, por lo tanto, la financiación necesaria para afrontar este ambicioso programa que debe orientar la ciencia y ejecutar la ingeniería forestal.