Encomio de la selvicultura, o de la necesidad del manejo del monte

silvicultura. (Del lat. silva, selva, bosque y -cultura).
1. f. Cultivo de los bosques o montes.
2. Conjunto de técnicas y conocimientos relativos al cultivo de los bosques o montes.

Diccionario de la lengua española (Real Academia Española), 2020

Gabriel A. Gutiérrez Tejada
Presidente de la Asociación Forestal Andaluza

Desde que hace unos 10.000 años el hombre revolucionara su forma de vida anterior introduciendo el cultivo de la tierra para proveerse de alimentos y otros materiales, pocos han dudado del derecho natural de la raza humana a desarrollar una actividad que, en su conjunto y con el tiempo, vino a denominarse agricultura. Las sociedades anteriores a esta etapa, empero, aprovecharon los recursos que la Naturaleza proporcionaba en terrenos que, antes de su roturación, eran por sí forestales. Así, el manejo del monte ha sido una necesidad primigenia de nuestra especie y no se abandonó según las técnicas agrícolas prosperaban y ocupaban las áreas más fértiles, sino que evolucionó en paralelo mediante la explotación de los bosques y el resto de estructuras por las que se manifiesta la vegetación espontánea.

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Foto I. Muñoz

En España, hasta bien entrado el siglo XVIII, las técnicas empleadas para el aprovechamiento del monte formaban parte de la cultura popular en una sociedad esencialmente rural, en permanente contacto con el medio, que necesitaba de los productos forestales y los tutelaba desde antiguo. Sería tras los movimientos ilustrados de origen francés, primero, y alemanes, después, cuando se importarían doctrinas y métodos tecnológicos de base científica que acabarían relegando muchos de los antiguos modos de explotar el monte. Al conjunto de estas nuevas técnicas basadas en las ciencias naturales se le llamó, al fin, selvicultura.

Durante los últimos dos siglos, esta selvicultura ha sido puesta en práctica en nuestro país por cuerpos especializados y, del contraste de estas experiencias, ha resultado la inevitable y afortunada adaptación de la misma a la realidad ibérica, desplazando métodos foráneos, que no han sido eficaces, por otros mejor adaptados a nuestro entorno mediterráneo, rescatando en algunos casos usos y costumbres tradicionales dotados, eso sí, de nuevos fundamentos tecnológicos.

Al mismo tiempo, la evolución de los criterios sociales sobre el papel que los montes deben desempeñar en la actualidad ha llevado a la definición de parámetros de gestión racionales, esto es, al uso ordenado de los recursos forestales garantizando su persistencia y estabilidad.

Y el eje vertebrador de esta moderna manera de proceder sigue siendo la selvicultura, que nos proporciona el producto de la madera, los frutos, el corcho, la leña, los hongos, las plantas y los pastos, entre otros bienes directos, pero también beneficios de capital relevancia como la conservación de los suelos, la protección del ciclo hidrológico, la diversidad y estabilidad de los ecosistemas forestales, la oportunidad del contacto con la Naturaleza, hasta la mejora de las condiciones atmosféricas e incluso de mitigación del cambio climático, postulándose como una herramienta esencial para cualquier política de conservación del medio ambiente que se tenga por tal y trascendiendo así de lo estrictamente forestal hacia un horizonte más amplio que la sociedad debe conocer y valorar en su justa medida.

La conservación y regeneración de los sistemas forestales, muy especialmente en nuestras latitudes, están íntimamente relacionadas con su aprovechamiento sostenible, y esto es selvicultura. El propio equilibrio del monte depende directamente de la gestión forestal, y esto es selvicultura, pues sin esta son las perturbaciones naturales las que marcan los tiempos del monte. Y es que el aprovechamiento y la mejora de nuestros espacios forestales deben ser una misma cosa, gracias a la selvicultura.

Porque la conservación y regeneración de los sistemas forestales, muy especialmente en nuestras latitudes, están íntimamente relacionadas con el aprovechamiento -sostenible- de los mismos, y esto es selvicultura. Porque, más aún, el propio equilibrio del monte depende directamente de la gestión forestal, y esto es selvicultura, pues sin esta -al dejar los montes desamparados- son las perturbaciones naturales las que marcan los tiempos del monte y esto casi nunca conviene a los intereses de la sociedad del momento y aún menos a la del futuro. Se hace necesario, pues, actuar en el monte; y esto es selvicultura. Y es que el aprovechamiento y la mejora de nuestros espacios forestales deben ser una misma cosa, gracias a la selvicultura.

La selvicultura debe ser un derecho esencial del hombre pues, además de cumplir una función primordial proveedora, incorpora un principio fundamental: el de conservación y mejora de los recursos naturales sobre los que se sustenta

Si la agricultura se concibe como un derecho esencial del hombre en respuesta eficaz a una necesidad vital, la de proveerse de alimentos y otras materias primas para su supervivencia y desarrollo, la selvicultura no debe serlo menos pues, además de cumplir esta función primordial proveedora, incorpora -y en esto adelanta en mucho a su hermana agrícola, tan transformadora del medio que ocupa- un principio fundamental en la moderna técnica forestal: el de conservación y mejora de los recursos naturales sobre los que se sustenta. Y esto, querido lector, es lo que hemos convenido en llamar en pleno siglo XXI la gestión forestal sostenible, síntesis de los más modernos y eficaces métodos de aplicación de la venerable selvicultura.