(Pos)verdades de la restauración forestal en España
o del acto heroico y silencioso de repoblar los montes
Dedicado a Rafael Serrada Hierro
repoblar. 1. tr. Volver a poblar.
Diccionario de la lengua española (Real Academia Española), 2021
Gabriel A. Gutiérrez Tejada
Presidente de la Asociación Forestal Andaluza
El movimiento de protección de la Naturaleza en España tiene sus antecedentes modernos en algunas ordenanzas locales que limitaban los usos del monte; en contadas y selectas corrientes ilustradas y, posteriormente, en el desarrollo de las ciencias naturales, avanzado ya el siglo XIX. Las organizaciones ecologistas nacidas al albur del crecimiento económico de mediados del XX capitalizaron esta importante herencia histórica, monopolizando y combinando conservacionismo y ecologismo político, caracterizado este último por una fuerte oposición al desarrollismo industrial de una dictadura franquista en su apogeo.

Cabecera del río Espuña, en Sierra Espuña (Murcia) en 1897. Foto de la Consejería de Agricultura, Agua y Medio Ambiente de la Región de Murcia. Páez M, Cabezas JD, Balsalobre M & al. 2010. Sierra Espuña. Pasado y presente.
Quizá este matiz político, simplificador, pero de gran trascendencia, no sea ajeno a la hostilidad que el movimiento ecologista -tan influyente en las últimas décadas- ha mostrado desde sus orígenes hacia el proceso repoblador que, en España, adquiere dimensiones notables recién concluida la Guerra Civil. Camuflado este reparo, por lo general, tras reproches a las técnicas empleadas y especies elegidas, no se rebajaría el tono de tan infundada oposición hasta que esos mismos montes, consolidadas muchas de sus repoblaciones y finalizado el régimen dictatorial, entraran a formar parte de una red de espacios protegidos que, ahora sí, harán las delicias de propios y extraños. El mundo es “ansí”, que diría Baroja.

Cabecera del río Espuña en la actualidad, valle de Leyva. Foto Manuel Páez Blázquez.
Casi cincuenta años después de nuestro último periodo autocrático, es hora ya de que nos desembaracemos también de otras dictaduras de la opinión. La sociedad española se merece un nuevo punto de vista -riguroso con la historia, la ciencia y la técnica; es decir: profesional-, al margen de consideraciones políticas que nada tienen que ver con la dinámica y gobierno del monte, y debe conocer que el proceso repoblador en España ha tenido una evidente finalidad de servicio público desde su origen, con la creación de la primera escuela española de ingenieros forestales, cuando las condiciones de los montes no eran las más apropiadas para evitar las avenidas, inundaciones e incluso aludes que asolaban a muchas de nuestras cuencas hidrográficas y a los pueblos que estas albergaban y aún albergan. Abundantes pruebas de ello descansan en incontables archivos municipales en forma de oficios, a través de los cuales los ayuntamientos afectados reclamaban al Estado su pronto auxilio, para evitar daños a las personas y sus bienes.
También es oportuno apuntar que este mismo afán, el de la lucha contra los elementos mediante la creación de plantíos, está en la raíz misma de la clasificación de utilidad pública de la mayor parte de nuestros montes mejor conservados, que debieron ser, literalmente, rescatados del gran proceso desamortizador que tuvo lugar en España durante el siglo XIX y que puso en trance de desaparecer a numerosos espacios naturales de inestimable valor ecológico -cuyas necesidades de restauración forestal ya se venían debatiendo desde el siglo XVIII-, y que fue la incipiente administración forestal de entonces, y no otra, la garante de su conservación.
Estos primeros forestales interpretaron tempranamente la función social de los montes, y el carácter protector presidió, desde sus orígenes, su actividad restauradora, que realmente comienza a principios del siglo XX con la creación del Servicio Hidrológico-Forestal. Así, se fijaron dunas que amenazaban poblaciones y cultivos; se estabilizaron cauces, evitando avenidas torrenciales; y mejoró la calidad del agua para el consumo de los crecientes núcleos urbanos. En resumen: se salvaron vidas y aumentó la calidad de la misma para la ciudadanía. Corriendo el tiempo, la repoblación forestal ampliaría su benefactor influjo a la conservación de los suelos y la restauración de montes castigados por el pastoreo abusivo y los incendios, ampliando la oferta de productos forestales y beneficios ecosistémicos, aún desconocidos, de la simple recuperación de los bosques.
Con la actividad restauradora se fijaron dunas que amenazaban poblaciones y cultivos; se estabilizaron cauces, evitando avenidas torrenciales; y mejoró la calidad del agua para el consumo de los crecientes núcleos urbanos. En resumen: se salvaron vidas y aumentó la calidad de la misma para la ciudadanía.

Vivero para las repoblaciones en Sierra Espuña a finales del siglo XIX. Foto Consejería de Agricultura, Agua y Medio Ambiente de la Región de Murcia. Páez M, Cabezas JD, Balsalobre M & al. 2010. Sierra Espuña. Pasado y presente.
Los artífices de esta empresa, la de conservar hasta nuestros días estos montes, haciéndolos mejores, no han sido debidamente reconocidos, algunos incluso condenados al ostracismo por su audacia desde la propia administración de turno y, desde un tiempo lejano ya, hostigados por el activismo político-ecologista. Ingenieros y guardas de montes, responsables de más de cinco millones de hectáreas rescatadas de la degradación y el abandono, deben ser distinguidos por su quehacer -con aciertos y errores, cómo si no- en la restauración forestal de España, labor esta de verdadera conservación de la Naturaleza.
Indudablemente, un proceso de tantas luces y tal envergadura no ha estado exento de sombras. Entre estas, y para que conste como lección aprendida para los gestores forestales presentes y futuros, está el haberse gestado y desarrollado -en buena parte- al margen de la población rural que, afectada por las limitaciones de uso que las nuevas repoblaciones implicaban y ocupada en la pura supervivencia en tiempos hostiles, no siempre entendió estas como una mejora para el porvenir de sus vidas y haciendas.
En la actualidad, parece que la discusión se desvía hacia el dilema entre repoblar nuevas tierras o gestionar la multitud de montes con evidente déficit de gestión. Es un debate falaz, puesto que ambas acciones se complementan y siguen siendo más necesarias que nunca. Prueba de ello, con respecto a las necesidades de restauración, pueden ser algunos planes de recuperación de especies en peligro de extinción -como el del pinsapo en Andalucía- o los de áreas severamente afectadas por los incendios forestales -como la Sierra Bermeja, tan de rabiosa actualidad-, entre otros ejemplos notables.
En la actualidad, parece que la discusión se desvía hacia el dilema entre repoblar nuevas tierras o gestionar la multitud de montes con evidente déficit de gestión. Es un debate falaz, puesto que ambas acciones se complementan y siguen siendo más necesarias que nunca.
Las circunstancias sociales, económicas y culturales en nuestro país han cambiado; las de los montes, también. Las genuinas y contrastadas técnicas de repoblación forestal en España deben darse a conocer, ser apreciadas a incorporarse a los nuevos modelos de selvicultura ibéricos que, ahora sí, deben considerar -como habrá de hacer el movimiento ecologista, si es que algo ha aprendido en estos últimos años- a las personas que habitan el monte (o podrían hacerlo) como la especie principal con la que volver a poblar y hacer próspera esa vasta extensión forestal que es la naturaleza española.