Incendios forestales: expresiones que simplifican, confunden y distorsionan

Mónica Parrilla de Diego.
Ingeniera Técnica Forestal. Responsable de Campaña Área de Biodiversidad de Greenpeace España.

2022 es un año histórico: 230.000 hectáreas, 49 grandes incendios, espacios de alto valor afectados, personas fallecidas, miles de desalojos. Incendios históricos en distintas comunidades, definidos como indestructibles, erráticos, etcétera. Y en esta dolorosa actualidad de las llamas, se abren debates, tertulias, noticias en los que se repiten una serie de expresiones que simplifican, confunden, distorsionan e incluso manipulan las verdaderas causas y, por tanto, dificultan el abordaje de las verdaderas soluciones. Y es que los incendios forestales son un problema social y ambiental complejo que no puede resolverse en algunos de los titulares que aprovecho a matizar.

1. “Los incendios se apagan en invierno”

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La gestión forestal con actividades como el aprovechamiento de resina y de biomasa son fundamentales para fijar población al territorio y prevenir los grandes incendios. Foto Greenpeace

“Los incendios se apagan en invierno” es una expresión que se ha utilizado para incidir en que no basta solo los esfuerzos en la extinción de incendios, sino que hay que abundar en políticas de prevención de incendios durante todo el año y la necesidad de tener profesionales trabajando durante todo el año en los montes. Sería más apropiado hablar de falta de gestión forestal como problema arrastrado desde el éxodo rural durante la mitad del siglo XX.

Los incendios se apagan cuando se producen, es decir, durante todo el año. Cada vez más, los incendios forestales son un problema que afecta durante gran parte del año y en todos los territorios. No solo en verano, hay incendios en otoño, invierno y primavera; en invierno y primavera en la montaña cantábrica y zona noroeste, aunque no son tan mediáticos.

2. “Hay que limpiar nuestros montes”

Recordemos que los bosques no son parques ni jardines y, por lo tanto, ¡no están sucios! Los ecosistemas forestales son ecosistemas complejos donde también habitan árboles, especies herbáceas, matorral, arbustos, árboles muertos en pié y ramas y troncos caídos en el suelo. Cuanta mayor es esta diversidad biológica y estructural, más biodiversidad alberga, mejor es el estado de conservación y mayor es su resiliencia a las llamas.

Gran parte de nuestro paisaje forestal es producto de muchas intervenciones humanas y porqué no decirlo, de su abandono. El resultado son masas forestales poco naturales, muy alejadas de la madurez y muy vulnerables ante plagas e incendios. Por eso, y ante el riesgo de grandes incendios forestales, es importante establecer estrategias de reducción de la densidad del arbolado, matorral en determinados lugares, para evitar el exceso y la continuidad del combustible y reducir así, el avance del fuego.

De manera que cuando se habla de “limpiezas”, en realidad se habla de gestión forestal, es decir tratamientos selvícolas, claras, clareos, franjas de seguridad en urbanizaciones y espacios habitados, de cortafuegos, iniciativas para fomento de ganadería extensiva y pastoreo para reducir la carga de combustible, del aprovechamiento de la biomasa con fines energéticos, de la posibilidad de realizar quemas prescritas (controladas) que imiten los incendios de baja intensidad, etcétera.

Trabajos técnicos que requieren cualificación, por ello, no se entiende el reciente anuncio de Vox de Castilla y León de contratar 400 personas paradas para este cometido. El cuñadismo hecho realidad.

3. “Hay que acabar con los incendios forestales, el fuego es malo”

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Quemas prescritas. Foto I. Muñoz

El fuego ha sido y es un elemento natural con el que la población y el paisaje han convivido durante millones de años. El fuego ha modelado el paisaje, ha sido y es un compañero de viaje que ha permitido los asentamientos de civilizaciones y la generación de zonas de cultivo y pasto, siendo utilizado como herramienta fundamental para la gestión del territorio. De hecho, mucha de la flora autóctona está adaptada al fuego con estrategias diversas tras un incendio, sobre todo en los ecosistemas mediterráneos, caracterizados por la coincidencia de la época del año más cálida con la época más seca.

Había una frecuencia, intensidad, estacionalidad y una superficie afectada que estaban dentro de lo que se denominaba el “régimen natural de los incendios”, es decir, episodios de fuego sostenibles con el ecosistema. Un régimen que se ha perdido. Nuevas realidades que han generado un nuevo paisaje con esa nueva fotografía de incendios de alta intensidad que amenaza a personas, bienes y a ecosistemas. Y con esto, una nueva concepción de los incendios, donde son considerados como un desastre contra el que hay que luchar y erradicar, una percepción muy alejada de lo que ha supuesto históricamente el fuego en un ecosistema como el mediterráneo.

Siempre va a ver incendios, pero hay que asegurar que éstos sean de baja intensidad. No debería ser un enemigo, ni usar conceptos bélicos. Llega a ser un aliado en su uso preventivo (quemas prescritas) o durante el incendio (fuego técnico), son herramientas y técnicas para reducir la biomasa y evitar un comportamiento más virulento del fuego. En este sentido, esta técnica solo puede ser ejecutada por personal experto formado para reducir carga combustible generando estructuras de vegetación y poder predecir el comportamiento de los incendios forestales (modelos de combustible forestal). También se usa el fuego para extinguir el incendio (contrafuego).

Las comunidades rurales han utilizado/usan durante milenios el fuego como herramienta de gestión. Pero hay que buscar alternativas al uso del fuego porque no se puede quemar como se quemaba antes, ahora hay más peligro, por eso se autorizan menos quemas.

4. “Necesitamos repoblar”

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La bioeconomía a partir de la gestión forestal sostenible es una herramienta de conservación. Foto Nordseher

Nuestro paisaje ha sufrido con los cambios demográficos: el abandono del medio rural, de cultivos, falta del aprovechamiento de recursos forestales, falta de gestión forestal, que ha supuesto un aumento de la superficie forestal en España en casi 4 millones de hectáreas de cultivos abandonados (1962 a 2019). Estas hectáreas no suman como bosque sino que contribuyen a una masa vulnerable, continuada, no gestionada, más inflamable que favorece la propagación de grandes incendios forestales. Como resultado, España es el tercer país de la UE en superficie forestal después de Suecia y Finlandia).

Las repoblaciones serán vitales en zonas con procesos erosivos, pero la solución no es plantar árboles ni sembrar semillas de manera masiva sin criterios claros (como muchas iniciativas que surgen y que así justifican actividades muy contaminantes). Es necesario focalizar nuestras actuaciones en la importancia de una gestión forestal de masas existente, una planificación de actuaciones, criterios definidos de selección de especie (climáticos, edafológicos, orientación, etc.), de otra manera contribuirán más al problema al sumar combustible para el fuego.

Las repoblaciones serán vitales en zonas con procesos erosivos, pero la solución no es plantar árboles, ni sembrar semillas, de manera masiva sin criterios claros. Es necesario focalizar nuestras actuaciones en la importancia de una gestión forestal de masas existente

5. Sobre actuaciones en zonas incendiadas

Tras el drama de un incendio forestal, nos surge la necesidad de restablecer la masa forestal lo antes posible, con muchas peticiones de replantar la zona quemada, sin embargo no es la primera medida que tenemos que tomar.

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Retirada de madera quemada tras incendio. Foto Infoca

Las primeras actuaciones de emergencia serán frenar los procesos erosivos actuales, controlar las posibles avenidas y favorecer la regeneración natural de la cubierta vegetal. También realizar construcciones provisionales en arroyos, ríos, lagunas para evitar que los sedimentos. Otra actuación de emergencia es la saca de la madera quemada para evitar riesgo de propagación de plagas y enfermedades en plantaciones forestales, teniendo en cuenta que la extracción no sea por arrastre de troncos para evitar erosionar el suelo y no dañar la regeneración natural.

Posteriormente, se observará la capacidad regeneradora de la zona afectada y se establecerán las actuaciones precisas para recuperar la masa forestal (repoblación, siembras, seguimiento de la regeneración natural, acotado de ganado). Recordemos que gran parte de las especies vegetales del área mediterránea tienen algún tipo de adaptación al fuego. Conociendo las adaptaciones de la vegetación es importante esperar a repoblar para ver cómo evoluciona la superficie quemada. Dar tiempo para ver cómo se abre paso la regeneración natural.

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Albarradas. Foto Fco. Javier Cantero

Por otro lado, importante, si no se pide voluntariado tras un incendio, no promover ni apoyar salidas a zonas recientemente quemadas, porque se interferirá en las medidas urgentes de protección de suelo y en las investigaciones en terreno sobre las causas del incendio, además de que no es seguro por posibles focos calientes. Y ya ni comentar aquellas personas que van a hacerse fotos a las zonas quemadas de los incendios, lo que se ha denominado ya como turismo postincendio. Un sinsentido.

6. “Hay que aumentar las penas a los incendiarios”

Esto se ha reducido, pero sigue apareciendo. El incendio forestal está castigado con penas de prisión de hasta 20 años, además del pago de los daños y perjuicios causados. El debate y las demandas deben centrarse en dotar a las fiscalías de medios suficientes, con personal perito especializado, para realizar todas las investigaciones pertinentes y evitar que los casos acaben siendo sobreseídos por falta de pruebas.

7. “Quieren recalificar los terrenos quemados gracias a la reforma de la Ley de Montes”

En 2015, el Partido Popular reformó la Ley de Montes mediante la introducción en el artículo 50 de una excepcionalidad a la prohibición de recalificación de la superficie quemada en 30 años. Hasta el momento, no se ha hecho uso de ella. Tanto antes como después de esa reforma ha habido incendios y el debate se sigue centrando en ella, aunque no ha llegado a ser aplicada.

Un problema complejo debe abordarse desde distintas perspectivas. Por un lado, el riesgo de ignición, es decir la probabilidad de que se produzca el incendio, y aquí recordemos que el 95 % es causa humana. Por otro lado, el riesgo de propagación, es decir la probabilidad de que el incendio progrese y avance. Y aquí, entra el estado de nuestros bosques. Sufren temperaturas extremas, olas de calor y del agravamiento de los períodos de sequía fruto del cambio climático, que tienen como resultado la sequedad de la vegetación. Aumenta la inflamabilidad, es decir: arden más fácilmente. Estamos ante un territorio más caliente, más seco, más inflamable y más abandonado que sufre incendios más frecuentes y devastadores, en un país con tres cuartas partes de su territorio en riesgo de desertificación.

Los incendios forestales se previenen y apagan cuando se negocian los presupuestos, momento en el que se ve el interés real por implantar políticas de gestión forestal y dinamización del medio rural que vayan más allá de las políticas de extinción

Por tanto, es urgente reducir la siniestralidad y es necesario que se invierta en nuestros montes y en las actividades rurales para conseguir paisajes más resilientes. Los incendios forestales se previenen y apagan cuando se negocian los presupuestos, momento en el que se ve el interés real por implantar políticas de gestión forestal y dinamización del medio rural que vayan más allá de las políticas de extinción del fuego. Porque si no se gestionamos nuestros bosques, lo gestionarán las llamas de forma dramática como estamos viendo.