KEEP CALM AND…
o de la urgencia de ver el bosque detrás del fuego
fuego. 9. m. Ardor o vehemencia.
Diccionario de la Lengua Española (Real Academia Española), 2021
Gabriel A. Gutiérrez Tejada
Presidente de la Asociación Forestal Andaluza
El impacto de las llamas, en un plasma de no-sé-cuántas pulgadas, devorando bosques en horario de máxima audiencia, ha logrado situar los montes en algún lugar de la geografía cerebral de multitud de acongojados televidentes que, con el arroz en la cuchara y los ojos como platos, suspiran por la suerte de unos paisajes idealizados pero desconocidos ya, incluso hasta para quienes debieran vivirlos de cerca.

El aprovechamiento resinero es ejemplo de gestión y conservación del monte. Foto I. Muñoz
Es cosa comprensible. Lo que antes formaba parte de esas serpientes de verano, de irrelevante sopor, abre ahora todos los noticiarios en primera plana creando opinión, la de que el monte no es más que el escenario del fuego y como tal hay que tratarlo. Y ahí está la trampa, cuidado.
En medio de este incesante ruido mediático y social, algunos responsables de la gestión y conservación de estos espacios, los montes, pudieran confundir con tanto humo el amplio objeto de su cometido, afanándose en la lucha contra el fuego, o su manejo, como si fuese la única estrella invitada del quehacer forestal, abandonando más, si cabe, al resto de elementos del ecosistema forestal entre los que está, por mucho que a algunos les pese, el factor humano y sus necesidades; la clave del asunto, en opinión de otros.

La dehesa, ejemplo de simbiosis entre naturaleza y ser humano, necesita de gestión que evite su envejecimiento y ofrezca productos de mejor calidad. Foto J. A. Espejo (Dehesas de autor)
La selvicultura, base del gobierno del monte, quedaría así reducida a un conjunto de actuaciones de prevención de la catástrofe, el incendio forestal, y podrían descuidarse aspectos fundamentales como la propia regeneración del bosque o las labores necesarias para el mejor aprovechamiento de los productos que el monte proporciona que -no te sulfures aún, mi querido defensor de la pureza de espíritu-, no siempre son materias primas enajenables y “amontonables”. Pero también.
Incluso pareciera que existe un cierto furor académico que centra la paupérrima investigación forestal en el fuego, que también es necesaria, otorgando carta de naturaleza a lo que aquel señor apoyado en la valla de la construcción, ese autoproclamado jefe de obra que todos llevamos dentro, piensa: “Si ya lo decía yo…”
La gestión y conservación de los montes de las distintas regiones españolas, a cuál más forestal, no puede simplificarse en una ridícula carrera armamentística por ver quién tiene el servicio de extinción más grande. Pero la realidad es terca, y las dotaciones presupuestarias de los últimos tiempos parecen insistir en un desatinado desequilibrio entre los fondos que necesita la verdadera gestión y los que consume la inevitable extinción de unos incendios forestales que, por otra parte, son consecuencia directa e indirecta de esa ausencia de gestión. Pasamos de la serpiente de antes al pez de ahora, el que se muerde la cola, henchido de pura complacencia.
La gestión y conservación de los montes no puede simplificarse en una ridícula carrera armamentística por ver quién tiene el servicio de extinción más grande. Pero la realidad es terca, y las dotaciones presupuestarias de los últimos tiempos parecen insistir en un desatinado desequilibrio entre los fondos que necesita la verdadera gestión y los que consume la inevitable extinción
En un contexto histórico para el futuro del monte, con los tradicionales garantes de su manejo en franca retirada y unos servicios forestales bajo mínimos, incapaces de atender con agilidad las necesidades de los montes públicos -no digamos los privados, emparedados por muros normativos cada vez más espesos-, se hace aún más necesaria una sesuda reflexión al respecto de todo lo anterior. Las corrientes de opinión alejadas de la realidad forestal, respetables todas ellas, no deberían marcar la agenda política del sector, por mucho peso electoral que tengan. Las necesidades aparentes de lo que muchos solo ven por televisión no se corresponden con frecuencia con las de un medio distante, mal conocido -cada vez más, desafortunadamente- por una absoluta mayoría.
Hacen falta políticos valientes, empresarios avezados, profesionales comprometidos y propietarios dispuestos para dar la vuelta a una partida que llevamos demasiado tiempo perdiendo, y no estaría de más empezar a ganar, siquiera un poquito, ya. Es una apuesta a largo plazo que requiere del sosiego oportuno para una planificación coherente, sí, pero es, al mismo tiempo, urgente que sepamos ver, cuanto antes, el monte, sus bosques y la gente que los hace posibles detrás del fuego y el humo que todo lo enturbia, reduciendo a cenizas gran parte de las ilusiones (y los presupuestos) forestales de la actualidad.
Keep calm and… cojamos el toro por los cuernos.