Francisco Rodríguez Caballero le habla a su padre Francisco Rodríguez y Silva, premio Batefuegos de Oro Pioneros.

Hola papá:

francisco-familia-curro-rodríguez-silva-osbo

Familia de Curro Rodríguez y Silva al recoger el premio Batefuegos de Oro Pioneros

Ya hace unos meses que te fuiste. Estamos notando mucho tu ausencia, pero no te preocupes, estamos bien. Durante tu paso por aquí hiciste los deberes, creaste una familia tan unida que ni la ausencia separa.

Hace unos días contactaron con nosotros para contarnos que habían decidido concederte tu segundo Batefuegos de Oro, esta vez en calidad de «Pionero». Esto me hizo pensar y reflexionar, ¿por qué fuiste un pionero?… y sinceramente, no me costó mucho encontrar respuestas.

Fuiste pionero, porque siempre has decidido hacer aquello que da sentido a tu vida.
Fuiste pionero porque todo lo que hacías era desde la humildad, nunca tuviste necesidad de destacar ni alardear de tus logros.
En definitiva, has sido un pionero del saber vivir, un líder estoico guiado por principios, referente para cualquiera que te haya conocido. Hablo con estos términos, porque tú y yo nos entendemos.

Así pues, papá, me gustaría darte la enhorabuena, no por este galardón, que también, si no por haber tenido una «buena vida».

Pensando desde un punto egoísta, a mis 25 años, me vas a hacer mucha falta en el futuro. Pero poniéndome en tu papel, has tenido la mejor de las vidas posibles:

Encontraste tu pasión en aquellas subidas a los montes de Málaga con los scouts.
Años más tarde descubriste tu vocación: cuidar tu tan querido bosque, protegiéndolo de los fuegos.

Has vivido una carrera profesional plena, generando un legado y un impacto positivo al sector que perdurará durante muchos años. No contento con ello, le has devuelto a la sociedad aquello que te dio. Siendo profesor has marcado, liderado y motivado la vida de muchos de tus alumnos.

Todo esto lo has conseguido disfrutando del camino. Has sabido aprovechar tus oportunidades y viajaste por todo el mundo, sitios como Chile, Estados Unidos, Canadá, Israel o Australia eran el patio de tu casa.

Y bueno, sin olvidar lo más importante, te enamoraste de mamá y hasta tu último día se te ha caído la baba cada vez que hablabas de ella. De este amor, salimos Belén y yo. Dos hijos que nunca le ha faltado un «te quiero» de su padre.

Ya, por último, te pasaste el juego de la vida. Resulta que te vas como los grandes, en el mejor momento de tu vida, haciendo aquello que más te gusta: impartir clase.

Así que no me queda otra que quitarme el sombrero, papá. Enhorabuena por este galardón, pero sobre todo por haber cumplido tu misión y haber vivido una buena vida.

Para terminar, no me voy a despedir. Simplemente te digo que hasta mañana. Porque recuerda «no muere quien se va, si no quien se olvida«, y te aseguro que hasta mi último día, seguiremos hablando, riendo y reflexionando juntos.

Descansa papá, mañana hablamos.