Las huellas humanas en el Bosque de la Abundancia
Bien podría llamarse bosque de la generosidad por la gran cantidad de productos naturales y servicios ambientales que presta sin pedir prácticamente nada a cambio, tan solo que el ser humano mantenga su presencia en él y ayude con su actividad a su regeneración natural, a su conservación y a su vitalidad. Está en el término municipal de Orea, en Guadalajara, en el parque natural del Alto Tajo, y recientemente ha sido elegido Bosque del Año en una dura competición con el Hayedo de Montejo de Madrid.

Ermita de San Cristóbal en Orea
“El Bosque de la Abundancia se llama sí por lo mucho que nos da a los habitantes de Orea, fue decisión popular porque fue el nombre que salió elegido entre otras propuestas”, comenta Marta Corella, alcaldesa de Orea.
En realidad, se trata de la montaña de San Cristóbal, que es solo una parte del término municipal de Orea. En ella se dan usos sociales y recreativos, ganadería extensiva, aprovechamientos de leñas y madera, caza y pesca fluvial.
El Cerro de San Cristóbal es uno de los picos más altos del parque natural del Alto Tajo y, por tanto, de la provincia de Guadalajara. Sus 1.862 metros sobre el nivel del mar permiten ver gran parte del término de Orea. Arriba, desde la ermita de San Cristóbal, patrón del municipio, se puede observar un horizonte despejado con verdes colinas durante el día y, en las noches, un cielo oscuro cargado de estrellas que invitan a perderse entre ellas.
En la ladera del cerro de San Cristóbal se puede ver el “Río de piedras”, de un kilómetro de longitud y con un espesor máximo de cuatro metros en algunos puntos. Son rocas de cuarcita fragmentadas por acción del hielo y los cambios de temperatura. Tras su rotura la gravedad hace el resto y caen por su propio peso para formar una lengua de piedra como si fuese un río.

Río de Piedras
Buena parte de los recursos turísticos y de áreas recreativas del monte de Orea se encuentran en este Bosque de la Abundancia, como el área de la Fuente de la Jícara, donde puede contemplarse el Pino de las Siete Garras, uno de los más conocidos de todo el parque natural. Es un pino silvestre de 23 metros de altura y con un perímetro de 3,85 metros en su base. “Toma su nombre de los siete brazos en los que se ramificaba este árbol”, aunque ahora solo pueden verse seis ya que uno debió cortarse cuando se secó hace unos años. Probablemente, su originalidad le libró de ser cortado en alguna ocasión a lo largo de sus más de 230 años de vida. En el pasado, se pensaba que las siete garras eran en realidad siete pinillos que habían crecido sobre uno más grande, lo que dio lugar a su antiguo nombre: Pino de los Siete Pinillos. El área recreativa cuenta con un refugio de montaña libre con dos espacios diferenciados donde poder dormir y encender un fuego. Es una zona muy demandada para avistamiento de aves y micología.

Pino de las Siete Garras
El área recreativa de la Fuente del Cerrillo Herrero está situada en la dehesa de Valdemalos, a dos kilómetros de Orea, un lugar muy frecuentado por los seteros. Y el área recreativa de la Fuente de la Rana ofrece en sus inmediaciones una zona de turberas que acumulan restos vegetales de gran interés botánico.
Otros lugares de interés del Bosque de la Abundancia son la Laguna de la Salobreja, un pequeño humedal de origen kárstico, sobre un sustrato de arcillas, sales y yesos del Keuper. “La arcilla forma una capa impermeable con una gran cantidad de sales que evita la filtración de las aguas y explica la salobridad de la laguna”. Las praderas de su alrededor son aprovechadas por el ganado ovino.
Paisajes que son cultura
“Del Cerro del Caballo se bajó madera para hacer la estructura del Monasterio del Escorial”, asegura Marta Corella. “Si el caudal del río no era suficiente para transportar los troncos, se hicieron represas para hacerlo llegar hasta el Tajo y ahí hasta Aranjuez, desde donde se llevaron al Escorial”. No se ha encontrado documentación escrita de esta actividad, pero sí una larga tradición oral de gancheros, y de cuadrillas de desbroce en todos los pueblos de la comarca, que se encargaban de controlar la regeneración natural tras una corta a hecho y de realizar los trabajos de selvicultura necesarios.

Área recreativa Cerrillo Herrero
Ahora ya no se realizan cortas a hecho, la revisión del plan de ordenación de estos montes sustituyó esta práctica selvícola por otras que producen menor impacto visual para la parte de la sociedad más ajena a la gestión forestal. “El problema es que la falta de gestión y los mensajes alarmistas que han predominado sobre la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento de madera han provocado que incluso las generaciones más jóvenes de habitantes rurales cuestionen que se corte un árbol. No saben de dónde vienen, cómo se formó su pueblo y la importancia que la gestión del territorio ha tenido para el desarrollo de su comarca, a veces incluso para el progreso de su propia familia”, asegura Marta.
La última revisión del Plan de Ordenación fue en 2011, “pronto nos toca ya, aunque es triste que estemos tan solo en un 19 % de corta de la madera que el plan de ordenación permite cortar, principalmente por problemas de capacidad administrativa que dificultan enormemente la gestión e impiden que se fije más población”.
La tradición oral cuenta también historias de pastores trashumantes, que buscaban Extremadura o Andalucía en invierno para volver a los pastos más frescos de alta montaña cuando llegaba el calor. Habla la tradición de un posible asentamiento musulmán por los nombres que aún designan lugares como “la cueva de la Mora” o el “cerro de la Mezquita”.
De lo que sí que hay constancia es de la repoblación del territorio en 1128 por Don Manrique de Lara por orden del rey aragonés Alfonso I el Batallador, con gentes del norte de Castilla y de Navarra. “La primera referencia documental de Orea es el testamento de Doña Blanca de Navarra en el que deja en herencia Orea a Fernán Sáez en el año 1293”.
Su ubicación, a camino entre Molina de Aragón y Albarracín, y sus recursos de minerales facilitaron que en el siglo XVII, gobernando Felipe IV, se estableciera en el pueblo una fundición dedicada principalmente a las balas de hierro para artillería y posteriormente una fábrica de vidrio que cerró a principios del siglo XIX. “Aún recuerdo de niña las visitas que hacíamos a la zona donde estuvieron en busca de restos de vidrio o hierro. El pino silvestre daba 1.200 °C en el horno, lo que permitía fundir el hierro”, señala Marta.

Área recreativa Fuente de la Rana
En el “pozo del Batán” se ubicó también una fábrica de paños donde se abatanaba la lana de los rebaños que pastaban en la zona. El aprovechamiento de los recursos naturales creó cultura y paisaje a lo largo de los siglos. “La falta de gestión solo puede traer problemas, abandono, pérdida de servicios ecosistémicos y riesgo de grandes incendios que pueden destruir lo creado en siglos de relación de los habitantes con su territorio”, asegura Marta.
El Bosque de la Abundancia ha sido protagonista de todos estos hechos, que han dejado muestra de la intensa y profunda relación “simbiótica” entre el ser humano y la naturaleza. No en vano, en el monte existían diseminadas pequeñas pedanías o núcleos urbanos: el poblado de La Chaparrilla, a cuyos habitantes los llamaban “chaparrillanos”; el poblado del Pajarero, el de Azcutia y el de Orea, que es el que al final congregó a la población de los anteriores.
“Es también un bosque protector por estar en la cabecera misma de la cuenca hidrográfica del río Tajo”, comenta Marta. En él brotan tres afluentes del río Tajo: el río de la Hoz Seca, el río Cabrillas y el Gallo. “Este bosque regula los caudales hídricos de esos tres afluentes y evita el aterramiento en las escorrentías de los mismos”.
En estos bosques se encuentran más del 60 % de les especies vegetales raras y muy raras del parque Natural del Alto Tajo. “Se encuentra bajo la primera figura de protección de espacios de Europa y una de las primeras del mundo: el Catálogo de Montes de Utilidad Pública creado en 1900 y gestionado de forma sostenible desde entonces, siendo el sustento de familias enteras de Orea y llegando hasta nuestros días en perfecto estado de conservación”, asegura la alcaldesa.

Área recreativa Fuente Jícara y su refugio de montaña
De todo lo obtenido de estos bosques un 20 % se reserva en un Fondo Especial de Mejoras, para reinvertirlo en tratamientos selvícolas “que siguen creando puestos de trabajo y que refuerzan la afección humana en el territorio, garantizan el papel custodio de los habitantes del pueblo con estos bosques”.
Además, cuentan con ganadería extensiva gestionada por jóvenes ganaderos con 3.000 cabezas de ovino, 300 de caprino y 100 de bovino. “Al tratarse de una zona de alta montaña, la mayoría de los ganados son trashumantes, algunos de los cuales hacen la trashumancia a pie hasta Jaén”.

Productos naturales obtenidos del bosque de Orea y transformados por las mujeres de la asociación «Del Bosque a tu Casa»
Las gentes de Orea son conscientes de que su presencia ha transformado y convertido al territorio en lo que es y que el aprovechamiento racional de sus recursos naturales les proporcionaba lo que necesitaban para vivir. Siglos después intentan mantener la relación con su entorno. Una empresa social, sin ánimo de lucro, llamada Del Bosque a tu Casa, dirigida por mujeres, trabaja ahora para poner en valor los productos no maderables. “Recientemente este proyecto se ha elevado a consorcio para conseguir financiación a través de la Fundación Biodiversidad y poder replicarlo en ocho puntos más de España, implantando laboratorios para testear y garantizar la calidad ambiental de los bosques, investigando in situ e innovando, creando también puestos de trabajo cualificados”.
Comprometidos con la conservación de sus bosques, fuente de casi todo en este territorio, han planificado la creación de un banco de ADN vegetal, con el fin de impulsar la investigación y garantizar la conservación de especies, “contamos con la complicidad de la Universidad Politécnica de Madrid y el PM y el Centro de Investigación Forestal CIFOR-INIA”.
Ahora, más que nunca, Orea mira a sus bosques consciente de que la gestión forestal debe ser una palanca más que les permita vivir en su pueblo, “seguro que no será la única, pero sí una muy importante”, asegura su alcaldesa. Quizás el día que la sociedad comience a pagar por los servicios ambientales que prestan los bosques, como fijación de CO2, regulación hídrica, refugio de biodiversidad o fijación de suelo, mantener la población en los pueblos de montaña no sea una misión casi épica y su presencia garantizará que el resto de la sociedad disfruta de estos servicios.