Entrevista a Francisco Castañares, presidente de la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente (AEEFOR)

“La protección que da la ley al parque nacional de Monfragüe no es garantía de que no se pueda quemar”

Recientemente la Fundación Felipe González ha organizado en Zaragoza el segundo de sus encuentros dedicados a analizar las causas y soluciones de los incendios forestales en España. Llevan por título “Megaincendios: entre el caos y la oportunidad”. En el mes de marzo está prevista la realización de un tercer encuentro en Extremadura.
Por ese motivo hemos conversado con Francisco Castañares, presidente de la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente (AEEFOR), presidente de la Asociación Amigos del Parque Nacional de Monfragüe y promotor de estos encuentros que han conseguido reunir a responsables políticos, científicos y técnicos de primer nivel para que las decisiones sobre incendios forestales se basen en el conocimiento científico y la experiencia técnica, y con el objetivo de que sea la sociedad quien exija la solución adecuada.

¿Por qué organiza la Fundación Felipe González estos foros sobre megaincendios forestales?

megaincendios-felipe-gonzález-paco-castañares-osboEl sistema de palancas es una reflexión que surgió en la Fundación como la revolución de las pequeñas cosas, se trataba de intentar arreglar los pequeños problemas que afectan a la ciudadanía, aunque los incendios se han convertido en un gran problema. La intención es implicar no solamente a las personas y profesionales que suelen asistir a este tipo de encuentros sino a toda la sociedad. Nos interesa que la opinión pública entienda el problema y que actúe como palanca para concienciar a los responsables políticos.

¿Qué aporta el expresidente Felipe González a este tipo de actos y al contenido del mismo?

La presencia de Felipe González nos garantiza la asistencia no solo de los presidentes de las comunidades autónomas sino de los gobiernos en pleno, especialmente los departamentos que nos interesan en materia forestal y de incendios forestales, además de los responsables de las políticas de despoblación. El altavoz que nos da Felipe González no tiene precio, nos permite estar en los grandes medios de comunicación, aunque al final le acaben preguntando por lo mismo, la política nacional y los problemas políticos del momento, pero él no se separa del guion de los incendios y lanza su mensaje.

¿Por qué hacerlos ahora que no existe alarma social por los incendios?

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Francisco Castañares Morales

Ahora es el tiempo de gestionar el territorio y los bosques, de eliminar combustible y de aprovechar lo que se pueda para usos energéticos para que, en los próximos meses, los magníficos dispositivos de extinción de nuestro país estén en condiciones de apagarlos si se producen. No es un problema que empiece en junio y acabe en octubre, en esa época solo nos queda encomendarnos a la capacidad de los dispositivos. Por eso hablamos de incendios ahora, con Felipe González a la cabeza y con los expertos científicos y técnicos, como de Marc Castellnou y Víctor Resco, que aportan conocimiento a la materia.

¿Todos los encuentros tienen la misma estructura, pero tienen también el mismo contenido?

Hay una primera parte que probablemente se repita en la que está Felipe González y el presidente de la Comunidad Autónoma correspondiente, más dos expertos del mundo de la ciencia y de la técnica. Después el resto de ponentes especialistas en distintos aspectos del territorio, como la gestión forestal, la extinción o el desarrollo rural, ha variado en los encuentros celebrados en Toledo y Zaragoza, donde tuvimos una dimensión nueva con un acento especial en la protección civil.

Es ese un componente muy importante de los incendios forestales porque cada vez hay más posibilidades de que afecte a infraestructuras o poblaciones

Sin duda. No olvidemos que, en Europa, ahora hay más muertos por incendios que por terrorismo que, en muchas ocasiones, nos tiene en el nivel cuatro de alerta sobre cinco. Así que estamos hablando de una cuestión que puede ser muy preocupante desde el punto de vista de la protección civil, de la vida de las personas que viven en un entorno forestal.

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¿Hemos conseguido un cierto consenso social sobre el análisis de las causas de los incendios y las soluciones más importantes?

En el verano de 2022, en el que hemos tenido tres grandes episodios de calor que han concentrado los grandes incendios destructivos, hemos conseguido una ventana de atención en los grandes medios nacionales para explicar cuál era el problema, porqué se producía y qué oportunidades teníamos de actuar. A mucha gente se le escapaba que la respuesta adecuada no es tener más medios de extinción, que se puede producir la paradoja de la extinción de: a más medios y más éxito en la extinción más grande será el incendio al que nos tendremos que enfrentar mañana por el combustible acumulado, si antes no lo extraemos.

Yo creo que este mensaje se ha instalado de forma satisfactoria en la opinión pública.

¿Y en la política?

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Francisco Castañares

Bueno los políticos suelen siempre buscar culpables, esa moralidad cristiana a la que se refería Felipe González en Zaragoza: “es que hace mucho calor”, “el cambio climático”, o supuestas “mafias que se dedican a quemar los montes”. Todo el mundo habla en la política de competencias que no son suyas. Nadie explica que la situación de la vegetación donde se ha producido el incendio no era la adecuada, y no lo hacen porque sería asumir responsabilidades de falta de gestión.

Cuando estamos consiguiendo que se sienten presidentes como Page en Castilla-La Mancha, Lambán en Aragón o, dentro de poco, Fernández Vara en Extremadura estamos diciendo que la política toma conciencia del problema y está dispuesta a asumir la responsabilidad de gestionar el combustible y no reducirlo a invertir más en medios que no solucionan el problema.

¿Cómo se le explica a la sociedad que la inversión en algo que no se ve inmediatamente, como la gestión forestal, es más beneficiosa a largo plazo que la que se vende a bombo y platillo y es tan vistosa como nuevos medios aéreos de extinción, por ejemplo?

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MUP 114 de Serradilla, dentro del parque nacional de Monfragüe. Foto Fco. Castañares

En el incendio este verano de Ladrillar, en Extremadura, que quemó más de 3.000 ha y luego pasó a Salamanca para acabar quemando 12.000, hicimos un cálculo del coste de los medios de extinción, solo en la parte de Extremadura, y la cifra llegaba hasta los seis millones de euros. Sin embargo, nada nos garantizaba que en el próximo incendio no se quemaran el resto de la comarca de Las Hurdes. Con tres millones de euros invertidos en gestionar el combustible del valle del Ladrillar, a razón de 300.000 euros al año durante diez años, seguramente ese mismo incendio habría quemado solo un puñado de hectáreas antes de que el dispositivo lo hubiese controlado. A esta inversión pública le añadimos la colaboración privada, aprovechando recursos naturales con fines energéticos y madereros, tendríamos más éxito para evitar los megaincendios que no se pueden apagar.

Es curioso cómo los distintos responsables políticos mantienen un discurso similar al de la necesidad de gestión del paisaje, e incluso de potenciar la bioeconomía y, sin embargo, las inversiones públicas, una vez pasada la campaña de máximo riesgo, han aumentado notablemente en medios para la extinción ¿Hay un discurso políticamente correcto y una actuación en otra dirección?

Esto demostraría que no han entendido nada porque, desde la ciencia, ha quedado claro que la gestión del combustible es la clave para tener éxito frente a los grandes incendios forestales, en España y en cualquier parte del mundo. Ha cambiado el discurso, pero parece que no lo ha hecho aún la gestión del problema, acaban haciéndose fotos con el Superpuma, porque luce más que hacérsela con una motosierra, aunque sea el mecanismo más eficaz.

Pero creo que paso a paso vamos avanzando, especialmente en los sitios donde estamos discutiendo abiertamente estas cosas y creo que iremos a más en otras comunidades.

Desde la ciencia, ha quedado claro que la gestión del combustible es la clave para tener éxito frente a los grandes incendios forestales, en España y en cualquier parte del mundo.

¿De qué depende que la clase política dirigente adopte la decisión de invertir más en gestión del territorio?

Si la opinión pública nos entiende, y acepta nuestros planteamientos como indiscutibles, la política va a cambiar. Por eso es tan importante que tengamos la capacidad de tocar el tambor de forma tan fuerte como para que la sociedad nos oiga. Felipe González, en ese sentido, nos hace un maravilloso servicio por su facilidad para traducir el lenguaje técnico al de los ciudadanos y por su capacidad para relacionarse con responsables políticos nacionales, europeos y en el marco de las Naciones Unidas. Esto nos ayudará a cambia las cosas, aunque sea poco a poco.

Cada vez habrá más periodistas inquietos y ciudadanos que le pregunten a los responsables políticos por qué no se invierte en gestión cuando el consenso técnico y científico la señala como la solución principal.

Cada vez habrá más periodistas inquietos y ciudadanos que le pregunten a los responsables políticos por qué no se invierte en gestión cuando el consenso técnico y científico la señala como la solución principal.

¿Existe la tentación generalizada de convertir a los incendios forestales en un problema político, en una herramienta más de desgaste del gobierno de turno?

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Monte de Utilidad Pública 114 de Serradilla, dentro del parque nacional de Monfragüe. Foto Fco. Castañares

Ese ha sido un mal habitual. Los gobiernos intentan esquivar la responsabilidad y las oposiciones han intentado cercar al gobierno con esas responsabilidades. Generalmente porque no han entendido bien el problema, la crítica se basaba en la utilización de los medios, en el tiempo de respuesta, o en la estrategia de extinción. Sin embargo, cada vez es más habitual que en la crítica se utilice la falta de gestión y el abandono de la vegetación en el monte como una de las causas de los grandes incendios y se pida al gobierno de turno una respuesta ante lo que es su responsabilidad. Es un riesgo que se utilice como arma arrojadiza, como otras cosas de nuestro país.

Usted se significó notablemente este verano pasado en los medios cuando el incendio de Casas de Miravete afectó al parque nacional de Monfragüe ¿Cómo se encuentra Monfragüe después de ese incendio?

Se hizo un trabajo de restauración muy interesante en la parte exterior del parque nacional, que es Reserva de la Biosfera. Se retiró la madera quemada, se hicieron trabajos de restauración para evitar escorrentía y erosión y ahora trabajan en la restauración en aquellos lugares donde parece que la regeneración natural va a ser muy difícil. Pero, el gran problema sigue siendo que llegaremos a la época de máximo riesgo y Monfragüe seguirá siendo un polvorín, incluso más que el año pasado, por no retirar el exceso de vegetación que estará en disposición de arder en cuanto se den las condiciones propicias.

Se refiere al interior del parque nacional ¿no se hace una adecuada gestión de la vegetación que evite riesgos de grandes incendios forestales?

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Zona de madroñeras en la umbría del parque, en la zona del Salto del Corzo, aparecen amarillentas en agosto. Foto Fco. Castañares

Anteriormente al incendio, no se había hecho nada en cuanto a prevención de incendios y de gestión forestal. Ahora parece que se está haciendo algo, pero no basta con recuperar las viejas recetas de cortafuegos o zonas que rompan el combustible.

El gran santuario de Monfagüe son los 30 kilómetros de umbría que van desde el Puerto de Miravete hasta el Salto del Gitano. Es un sotobosque que tiene como base el madroñal y que presenta tonos amarillentos en algunas partes fruto de la carencia de agua y de la incapacidad del suelo para sostenerlo por el exceso de vegetación. Esta sequedad vegetal coloca a Monfragüe en un alto riesgo de que un futuro incendio lo recorra desde Miravete hasta el río, lo supere incluso y alcance los montes de Serradilla, lo que sería un auténtico desastre. Hay que gestionar el interior de las zonas boscosas y, sobre todo, solucionar el problema de alimento para que la vegetación se mantenga viva y retirar la que está muerta.

Eso significa gestionar la vegetación en el corazón de un parque nacional, cuando el concepto es que sean espacios naturales con la menor intervención humana

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Zona de umbría en Monfragüe, con los madronas de color amarillo en el mes de agosto. Foto Fco. Castañares

Si proteger significa no tocar, lo que estamos creando son las condiciones para que se produzcan los incendios más peligrosos y virulentos. El 50 % de la superficie quemada en grandes incendios este verano está dentro de algún espacio natural protegido, lo que se supone es el paradigma de la protección. Sin embargo, estos espacios protegidos no son el paradigma de la gestión porque se prohíbe en ellos realizar actividades agrícolas, forestales y ganaderas que se venían realizando desde siempre, lo que provoca la acumulación de combustible.

Ahora ya sabemos, gracias al Departamento de estudios de incendios forestales de la Universidad de Castilla-La Mancha, que la posibilidad de sufrir un gran incendio forestal en un espacio protegido es tres veces superior que en un espacio natural sin proteger y que se quema un 10 % menos de superficie en la zona periférica del parque que dentro. Esto es porque en los enp la capacidad de intervención es mucho menor y la política que se aplica es mirar y no tocar.

La posibilidad de sufrir un gran incendio forestal en un espacio protegido es tres veces superior que en un espacio natural sin proteger y que se quema un 10 % menos de superficie en la zona periférica del parque que dentro.

Este es el eterno debate que se establece cuando hablamos de espacios naturales protegidos y gestión forestal

Así es, es un debate que supongo se establecerá en la jornada que organicemos en Extremadura en marzo y que, probablemente, continuará unos años más, hasta que comprendamos que la protección que da la ley a Monfragüe no es garantía de que Monfragüe no se pueda quemar. Lamentablemente, más bien puede suceder lo contrario según indica ese 50 % de superficie quemada en espacios protegidos.

Y no es solo en España, un reciente estudio de Víctor Resco, Marcos Rodrigues y otros autores, entre los que hemos podido colaborar Celso Coco y yo mismo, publicado en la revista Science of The Total Environment, demuestra que en toda la península ibérica y el sur de Francia los espacios protegidos se queman proporcionalmente más que los no protegidos. Mientras que los espacios protegidos suponen el 40 % del territorio el 47 % de la superficie quemada pertenece a un espacio protegido. Y, dado el aumento de temperaturas y la prolongación de los periodos de sequía, este es un problema que empieza a extenderse por Europa. Es imprescindible la gestión de combustibles a nivel de paisaje también en áreas protegidas, para evitar pérdidas de biodiversidad y degradación a escala de paisaje.