De “lumbreros” a bomberos forestales
En la esquina donde hace unos años el retén del pueblo compartía su merienda ahora hay unos maniquís vestidos con epis y la reproducción de un nido de águila. En la antigua casa forestal del ICONA no han desparecido las viejas herramientas de los “lumbreros”, aunque ya no se utilicen. Las antiguas emisoras de radio, azadones, camisas y pantalones de tergal y cascos, que parecen de obra, con los que los retenes de incendios combatían las llamas, comparten espacio con los epis ignífugos de los actuales dispositivos de extinción, cascos que cumplen exigencias legales de seguridad y algunas de sus herramientas. Las fotografías de la pared, algo desenfocadas, muestran un pasado reciente, cercano emocionalmente y, a la vez, lejano por cómo ha evolucionado un trabajo que se ha convertido en profesión.

El retén de incendios forestales de Cadalso de los Vidrios en la casa forestal del ICONA en el MUP nº 47
El Museo de los Bomberos Forestales es una iniciativa de Francisco Hernández en Cadalso de los Vidrios (Madrid). Él propuso al Ayuntamiento la recuperación de la antigua y abandonada casa forestal del ICONA para crear en ella un museo que recuerde la trayectoria del colectivo que se han enfrentado directamente a los incendios a ras de suelo: primero denominados “lumbreros”, después retenes y, ahora, bomberos forestales. “La casa llevaba más de treinta años cerrada, abandonada y en mal estado. El ayuntamiento enseguida recogió el guante y le pareció muy buena idea crear un museo que recuerde cómo ha sido la lucha contra los incendios forestales y el valor de los profesionales que ahora defienden el monte de las llamas”, asegura Francisco Hernández, Paco para los amigos.

Paco Hernández muestra la maqueta del la comarca a la entrada del Museo del Bombero Forestal
El contenido del museo lo ha conseguido mediante donaciones personales. “Tan solo el Ibanat de las Islas Baleares nos ha donado un epi oficial, el resto son aportaciones de antiguos miembros de retenes o actuales bomberos forestales. Tiene un valor enorme porque eran recuerdos personales y familiares de muchos de ellos”, asegura Paco.
Una maqueta de la comarca recibe al visitante. En el museo pueden verse una extensa colección de cascos y distintos equipos de protección personal de diferentes épocas; algún viejo uniforme de agentes forestales; bocas de mangueras, una antigua y pesada bomba de agua que “transportaban por el monte dos trabajadores en busca de un pozo o un riachuelo”, asegura Paco; toda una colección de emisoras que utilizaban los retenes y los vigilantes en las torretas, y un par de alidadas de pínulas, un sencillo instrumento topográfico que permite realizar alineaciones muy precisas para localizar el comienzo del incendio cuando el vigilante de la torreta da el aviso.

Un viejo casco del ICONA y la emisora d petaca con la que los vigilantes de las torretas comunicaban con la central

Una bomba de agua y una alisada de pínula con la que los vigilantes marcaban con precisión el comienzo del fuego

Casco con protector y antiguas bocas de manguera
Se completa la muestra con una serie de herramientas de ataque directo del fuego, libros y manuales que un día fueron la “Biblia del conocimiento frente a los incendios forestales”, así como un conjunto de fotografías que muestran la evolución del trabajo de extinción de incendios y que permite explicar a los visitantes parte del trabajo de los bomberos forestales.

Nicolás González, vigilante en la torreta de incendios en Peña Muñana durante cuarenta años
En algunas de las fotografías aparece un personaje muy singular, “toda una institución en Cadalso”. Nicolás González fue, “durante cuarenta años, el eterno vigilante de incendios de Peña Muñana”, el punto más alto del municipio desde el que se divisa buena parte de la comarca del Alberche. Cargado con una vieja emisora de petaca o rodeado de militares de maniobras en la peña, Nicolás muestra el pasado reciente de un trabajo que poco a poco se sustituye por cámaras de vigilancia, alta tecnología que aporta datos pero que pierde la experiencia personal del conocedor del terreno y una persona comprometida con el territorio.
Una infancia pegada a una casa forestal
Paco no es bombero forestal. “Hice mis pinitos, pero preferí la seguridad de un trabajo continuo”. Sin embargo, le une a la profesión su infancia y los recuerdos de su padre Gregorio, que formó parte del retén de incendios de Cadalso de los Vidrios más de treinta años. “Mi familia regentaba el antiguo quiosco de chapa de la zona recreativa del Venero, a cien metros de la casa forestal donde trabajaba mi padre apagando incendios en verano y haciendo trabajos en el monte el resto del año. Recuerdo haberles visto subirse a los pinos a quitar incluso nidos de procesionaria”.

Uno de los retenes en Cadalso de los Vidrios la última década del siglo XX
Así que, uno de los lugares de juego “preferidos” de Paco, cuando era niño, era la casa forestal donde aquellos hombres compartían sus experiencias, comentaban la última jugarreta del fuego, afilaban sus herramientas y hablaban de cómo venía el año, de si florecería antes el monte y de cuánto cargaban de piñas los piñoneros que ocupan la mayor parte del monte público nº 47 de Cadalso. “Cualquier persona, aunque no conozca nada de este mundo, tiene que reconocer el valor de los que se enfrentan a los incendios y defender unas buenas condiciones de trabajo para ellos. Son los que defienden el monte”, afirma convencido y emocionalmente Paco.
La comparación de los medios con los que se trabajaba en la extinción de incendios hace treinta años, con una evidente mejora ahora en la seguridad personal y en la tecnología que se utiliza que permite adelantarse a la evolución del incendio, obliga a al visitante a hacerse una pregunta ¿cómo no sucedían más accidentes en aquella época? “Porque los incendios eran distintos, el monte estaba gestionado y ahora llevamos treinta años sin tocarlo, así que, ahora, con más medios y conocimiento que nunca, resulta que es más peligroso apagar incendios”, asegura Paco.
El museo no está abierto de forma continua sino que se abre en función de la demanda y la formación de grupos a través la oficina de turismo de Cadalso de los Vidrios y de la página del Museo en Facebook, donde publican los horarios. Paco y otros cuatro voluntarios se turnan para realizar una visita guiada que permite al visitante adquirir una idea muy clara del trabajo del bombero forestal, su evolución, los distintos medios que han utilizado en estos últimos cuarenta años, la peligrosidad de su trabajo y la necesidad de que toda la sociedad tome conciencia de que los incendios son un problema colectivo al que todos podemos dar respuesta desde nuestra responsabilidad. Axel, el bombero forestal, también está presente con su material de sensibilización e información.
“Nuestra intención es ampliar el museo, techar el patio interior para poder incluir más objetos, como un vehículo ligero de extinción, y algún día convertir el museo en un centro de sensibilización y educación ambiental a partir del trabajo de los bomberos forestales, mediante actividades para los chavales, o posibles exhibiciones de carga y descarga de las brigadas helitransportadas. Es necesario que la sociedad conozca el peligro de los incendios forestales y a los profesionales que se dedican a apagarlos”, concluye Paco.

Retén de incendios en Cadalso de los Vidrios